SEÚL – A diferencia de Estados Unidos, Europa y otras regiones de industrialización temprana que en general ya pasaron del pico de emisión de dióxido de carbono, la preocupación por el cambio climático en el resto del mundo es bastante reciente. Pero el año pasado muchos gobiernos anunciaron plazos para la emisión neta nula y compromisos con sendas de descarbonización más ambiciosas.
Una de las razones es que la pandemia de COVID‑19 fue un llamado de atención sobre los riesgos que enfrentamos. La dirigencia política, empresarial y de la sociedad civil ha comenzado a tomarse en serio la amenaza de que un futuro «cisne verde» pueda iniciar alguna otra crisis sistémica o global.
Además, los gobiernos comienzan a darse cuenta de que buscar la neutralidad de carbono puede estimular el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La mera restricción regulatoria de las emisiones hubiera creado en el pasado enormes dificultades económicas, pero el giro mundial hacia la neutralidad de carbono modificó el cálculo económico. Nuevas pautas de consumo y producción están creando mercados con un inmenso potencial de crecimiento.
Cuanto más haga un país por cambiar los combustibles fósiles por hidrógeno y otras formas de energía renovable, más competitiva será su economía. La descarbonización demanda una adopción generalizada de nuevas tecnologías y grandes inversiones en infraestructura, todo lo cual genera empleo y sirve de base para la aparición de nuevos mercados.
Pero cada país necesita una estrategia propia, que tenga en cuenta sus fortalezas, deficiencias y necesidades inherentes. En el caso de Corea del Sur, la neutralidad de carbono es un objetivo particularmente difícil, porque nuestra geografía no es favorable al uso de la energía solar o eólica. Y nuestra intensa dependencia de la producción industrial implica que en la senda hacia la emisión neta nula en 2050 habrá destrucción de empleos, inutilización de activos y otros riesgos sociales y económicos importantes, cuya gestión nos impondrá un cuidadoso diseño de políticas.
Por eso en 2020 Corea del Sur lanzó dos grandes iniciativas de política climática: el Nuevo Pacto Verde coreano y la Estrategia de Neutralidad de Carbono 2050. El objetivo es promover el desarrollo de tecnologías con uso eficiente de la energía y crear incentivos para que las empresas las adopten e implementen otras prácticas respetuosas del medioambiente.
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Felizmente, la industria surcoreana de la tecnología de la información y la de los sistemas de almacenamiento de energía están ayudando a acelerar la instalación de redes de distribución de electricidad inteligentes; y muchas empresas se han lanzado a explorar nuevas áreas de innovación promisorias, desde los autos ecológicos hasta la biotecnología blanca (la generación biológica de materias primas sintéticas para la producción de telas, plásticos biodegradables y muchos otros productos). Nuestra estrategia también pone el acento en el desarrollo de una economía circular basada en el hidrógeno. Corea del Sur ya tiene una alta tasa de reciclado (86%) y está bien posicionada como líder mundial en este sector crucial.
En lo referido a inversiones, el gobierno se centrará en la creación de un entorno autosuficiente que provea financiación abundante para nuevos emprendimientos en tecnología verde. Habrá un régimen abierto y eficaz de intercambio de emisiones, y las empresas deberán publicar datos fiables al respecto, conforme a la presentación de una nueva taxonomía verde este año. El mercado surcoreano del carbono ya cubre más del 70% del total de emisiones del país, y ofrece cada vez más incentivos económicos a las empresas que procuren una reducción significativa de sus emisiones.
La clave de cualquier estrategia de emisión neta nula es lograr una reestructuración industrial fluida. Por ejemplo, para facilitar la transición del motor de combustión interna al vehículo ecológico, habrá reentrenamiento para los trabajadores actuales y programas para desarrollar en la próxima generación de trabajadores las habilidades que serán más demandadas. El gobierno central trabajará codo a codo con los de nivel subnacional para diseñar programas adaptados a las necesidades de las economías locales.
Finalmente, estamos planificando fondos de respuesta climática y otras formas de apoyo financiero. Como prueba de nuestro compromiso con la lucha internacional contra el cambio climático conforme al Acuerdo de París 2015, este año presentaremos una nueva «contribución determinada a nivel nacional» (NDC por la sigla en inglés) y anunciaremos el fin de la financiación de centrales a carbón en el extranjero. Pero para que la nueva NDC no sea una mera expresión de deseos, todavía tenemos que lograr más consenso interno. Eso implica tener en cuenta los diversos intereses y ofrecer una hoja de ruta clara e integral para la implementación de estrategias de emisión neta nula.
Esperamos que los demás países también introduzcan modificaciones significativas en sus NDC. El cambio climático no es un problema que un país pueda resolver por separado. Esperamos que al formular una estrategia para la emisión neta nula y ponerla a disposición del mundo estaremos alentando una mayor participación en el esfuerzo. Al fin y al cabo, la eficacia de la política climática de un país depende de la cooperación con otros (sobre todo con sus vecinos), en particular en lo referido al diseño de regulaciones y políticas comerciales.
También debemos ayudar a los países en desarrollo que todavía no llegaron al pico de emisión. Tras habernos sumado a la Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción Climática, Corea del Sur mantendrá su promesa de donar 300 millones de dólares al Fondo Verde para el Clima, y aumentará del 6% a más del 20% el porcentaje de sus ayudas oficiales al desarrollo destinado a la inversión verde.
Que este mes se celebre la cumbre de la Alianza para el Crecimiento Verde y los Objetivos Globales (P4G) en Seúl, poco después de la cumbre climática del mes pasado convocada por el presidente estadounidense Joe Biden, y como preludio a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26 de noviembre, me da motivos para esperar que 2021 sea recordado como el año en el que la comunidad internacional volvió a la senda del Acuerdo de París. La carrera por la neutralidad de carbono está en marcha, y confío en que la estrategia surcoreana para el tema y la experiencia general de nuestro país en materia de desarrollo económico puedan servir de modelo para otras naciones.
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No country wants external developments to drive up its borrowing costs and weaken its currency, which is what the UK is facing today, together with serious cyclical and structural challenges. But if the British government responds appropriately, recent market volatility might turn out to have a silver lining.
urges the government to communicate better what it is doing to boost resilient growth – and to do more.
Ricardo Hausmann
urges the US to issue more H1-B visas, argues that Europe must become a military superpower in its own right, applies the “growth diagnostics” framework to Venezuela, and more.
Now that Donald Trump is returning to the White House, he believes that it is an “absolute necessity” for the United States to have “ownership and control” of Greenland. But as an autonomous Danish territory where the US military already operates, Greenland has no reason to abandon its current political arrangement.
explains why the US president-elect's threats to seize the Danish territory are so dangerous.
SEÚL – A diferencia de Estados Unidos, Europa y otras regiones de industrialización temprana que en general ya pasaron del pico de emisión de dióxido de carbono, la preocupación por el cambio climático en el resto del mundo es bastante reciente. Pero el año pasado muchos gobiernos anunciaron plazos para la emisión neta nula y compromisos con sendas de descarbonización más ambiciosas.
Una de las razones es que la pandemia de COVID‑19 fue un llamado de atención sobre los riesgos que enfrentamos. La dirigencia política, empresarial y de la sociedad civil ha comenzado a tomarse en serio la amenaza de que un futuro «cisne verde» pueda iniciar alguna otra crisis sistémica o global.
Además, los gobiernos comienzan a darse cuenta de que buscar la neutralidad de carbono puede estimular el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. La mera restricción regulatoria de las emisiones hubiera creado en el pasado enormes dificultades económicas, pero el giro mundial hacia la neutralidad de carbono modificó el cálculo económico. Nuevas pautas de consumo y producción están creando mercados con un inmenso potencial de crecimiento.
Cuanto más haga un país por cambiar los combustibles fósiles por hidrógeno y otras formas de energía renovable, más competitiva será su economía. La descarbonización demanda una adopción generalizada de nuevas tecnologías y grandes inversiones en infraestructura, todo lo cual genera empleo y sirve de base para la aparición de nuevos mercados.
Pero cada país necesita una estrategia propia, que tenga en cuenta sus fortalezas, deficiencias y necesidades inherentes. En el caso de Corea del Sur, la neutralidad de carbono es un objetivo particularmente difícil, porque nuestra geografía no es favorable al uso de la energía solar o eólica. Y nuestra intensa dependencia de la producción industrial implica que en la senda hacia la emisión neta nula en 2050 habrá destrucción de empleos, inutilización de activos y otros riesgos sociales y económicos importantes, cuya gestión nos impondrá un cuidadoso diseño de políticas.
Por eso en 2020 Corea del Sur lanzó dos grandes iniciativas de política climática: el Nuevo Pacto Verde coreano y la Estrategia de Neutralidad de Carbono 2050. El objetivo es promover el desarrollo de tecnologías con uso eficiente de la energía y crear incentivos para que las empresas las adopten e implementen otras prácticas respetuosas del medioambiente.
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En lo referido a inversiones, el gobierno se centrará en la creación de un entorno autosuficiente que provea financiación abundante para nuevos emprendimientos en tecnología verde. Habrá un régimen abierto y eficaz de intercambio de emisiones, y las empresas deberán publicar datos fiables al respecto, conforme a la presentación de una nueva taxonomía verde este año. El mercado surcoreano del carbono ya cubre más del 70% del total de emisiones del país, y ofrece cada vez más incentivos económicos a las empresas que procuren una reducción significativa de sus emisiones.
La clave de cualquier estrategia de emisión neta nula es lograr una reestructuración industrial fluida. Por ejemplo, para facilitar la transición del motor de combustión interna al vehículo ecológico, habrá reentrenamiento para los trabajadores actuales y programas para desarrollar en la próxima generación de trabajadores las habilidades que serán más demandadas. El gobierno central trabajará codo a codo con los de nivel subnacional para diseñar programas adaptados a las necesidades de las economías locales.
Finalmente, estamos planificando fondos de respuesta climática y otras formas de apoyo financiero. Como prueba de nuestro compromiso con la lucha internacional contra el cambio climático conforme al Acuerdo de París 2015, este año presentaremos una nueva «contribución determinada a nivel nacional» (NDC por la sigla en inglés) y anunciaremos el fin de la financiación de centrales a carbón en el extranjero. Pero para que la nueva NDC no sea una mera expresión de deseos, todavía tenemos que lograr más consenso interno. Eso implica tener en cuenta los diversos intereses y ofrecer una hoja de ruta clara e integral para la implementación de estrategias de emisión neta nula.
Esperamos que los demás países también introduzcan modificaciones significativas en sus NDC. El cambio climático no es un problema que un país pueda resolver por separado. Esperamos que al formular una estrategia para la emisión neta nula y ponerla a disposición del mundo estaremos alentando una mayor participación en el esfuerzo. Al fin y al cabo, la eficacia de la política climática de un país depende de la cooperación con otros (sobre todo con sus vecinos), en particular en lo referido al diseño de regulaciones y políticas comerciales.
También debemos ayudar a los países en desarrollo que todavía no llegaron al pico de emisión. Tras habernos sumado a la Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción Climática, Corea del Sur mantendrá su promesa de donar 300 millones de dólares al Fondo Verde para el Clima, y aumentará del 6% a más del 20% el porcentaje de sus ayudas oficiales al desarrollo destinado a la inversión verde.
Que este mes se celebre la cumbre de la Alianza para el Crecimiento Verde y los Objetivos Globales (P4G) en Seúl, poco después de la cumbre climática del mes pasado convocada por el presidente estadounidense Joe Biden, y como preludio a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26 de noviembre, me da motivos para esperar que 2021 sea recordado como el año en el que la comunidad internacional volvió a la senda del Acuerdo de París. La carrera por la neutralidad de carbono está en marcha, y confío en que la estrategia surcoreana para el tema y la experiencia general de nuestro país en materia de desarrollo económico puedan servir de modelo para otras naciones.
Traducción: Esteban Flamini