Washington DC – La mayoría de los días me dedico a promover acciones que pueden ser consideradas radicales, pero hoy quiero promover el simple sentido común. En marzo, la Comisión de Valores y Bolsa de EE. UU. propuso una nueva norma que exigiría a las empresas que cotizan en bolsa que divulguen los riesgos relacionados con el clima que enfrentan y sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El período para que el público haga sus comentarios ya pasó y la SEC debiera adoptarla en su totalidad.
Según su redacción actual, la norma propuesta exigiría a las empresas que publiquen los datos sobre las emisiones de GEI propias y las de los bienes que compran y venden. Sería aplicable a todas las empresa que cotizan en bolsa en Estados Unidos y, por lo tanto, a los USD 82 billones en operaciones que la SEC supervisa al año.
Tal vez suene como una norma de gran alcance, pero en realidad solo se trata de información. Las empresas debieran estar obligados a compartir con sus inversores el impacto que podría tener el cambio climático en su rentabilidad. La información es el pan de cada día de los reguladores financieros, los directores ejecutivos de las empresas, inversores y de los mercados en general. Cada operación se vincula con un inversor que toma decisiones según la mejor información disponible. Querer ampliarla no tiene nada de radical.
Las actividades de la SEC llegan en el momento justo. Las empresas debieron hacerse cargo de una pesada parte de los USD 145 000 millones necesarios para cubrir los costos por cuestiones relacionadas con el tiempo y el clima durante 2021 en EE. UU. Los riesgos climáticos ya son considerables y es esperable que aumenten. Por eso, en un informe presentado en 2020 a la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos, un comité bipartidista estrechamente vinculado con las empresas (en el que participa el Instituto de Recursos Mundiales) recomendó nuevas normas para la difusión de información.
La manera en que el cambio climático afecta a las empresas es exactamente el tipo de información que los directores ejecutivos precisan para gestionar los riesgos y aprovechar nuevas oportunidades. Los inversores y gobiernos en todo el mundo exigen cada vez más transparencia en la información. El Grupo de Trabajo sobre Información Financiera Obligatoria Relacionada con el Clima (TCFD, por su sigla en inglés), respaldado por el G20, publicó sus recomendaciones allá por 2017 (desde entonces recibieron el apoyo de más de 3000 empresas y 92 países en todo el mundo).
Además, la Junta de Normas Internacionales de Sostenibilidad planea publicar nuevas normas relacionadas con el clima para fin de año. China está probando una política de difusión obligatoria de información. El Reino Unido está introduciendo gradualmente normas de divulgación obligatoria de la información similares a las del TCFD, una tarea que se implementará durante los próximos tres años. Y la Unión Europea está trabajando en su Taxonomía de Finanzas Sostenibles, que va más allá de la publicación de información sobre riesgos climáticos y se ocupa de categorizar la actividad económica según criterios claros de sostenibilidad. Todas esas iniciativas exigirán a las corporaciones que informen sus emisiones de GEI.
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Para muchos líderes empresariales, esto no es novedad. Las empresas líderes como Apple, Best Buy, Coca-Cola, Cargill, Ford, Gap, Hilton y Starbucks ya publican sus riesgos relacionados con el clima, incluso los vinculados con sus cadenas de aprovisionamiento. Lejos de constituir casos extremos, estas empresas representan la línea dominante en Estados Unidos. Incluso los gigantes petroleros y gasíferos Shell, TotalEnergies y Equinor cuentan con amplios antecedentes de informar sobre las emisiones en sus cadenas de valor.
Los directores ejecutivos experimentados ya usan los informes de riesgos relacionados con el clima para identificar y aprovechar nuevas oportunidades de negocios. Como dijo en 2020 Lawrence Culp, presidente y director ejecutivo de General Electric, «Somos especialmente conscientes de los desafíos de ingeniería necesarios para convertir en realidad la meta de emisiones netas nulas. [...] Sin embargo, creemos que esos desafíos también representan oportunidades estratégicas clave para GE». Los directores ejecutivos e inversores son cada vez más conscientes de que la economía del siglo XXI tendrá que ser verde, eficiente y resiliente. El flujo de capitales destinado a inversiones clasificadas como sostenibles se disparó para llegar al récord de USD 649 000 millones en 2021.
Pero la disponibilidad y calidad de los datos sigue siendo muy dispar. Las empresas aplican enfoques extremadamente diversos al publicar sus riesgos climáticos. Algunas registran sus emisiones de un modo y otras, de otro. Algunas no informan las emisiones «de alcance 3» asociadas con el uso de sus productos (un problema que la norma de la SEC solucionaría). Otras son completamente opacas y no informan ni gestionan sus emisiones en absoluto. Por ello muchas empresas —y quienes invierten en ellas— desconocen los riesgos y oportunidades climáticos que enfrentan. En lugar de claridad tenemos confusión.
Si se obligara a las empresas a publicar un conjunto uniforme de información, los inversores tendrían una capacidad mucho mayor para discernir hacia dónde canalizar su dinero. Cuando los inversores puedan ver la información de todas las empresas, podrán tomar mejores decisiones para sus clientes, y las compañías competirán en igualdad de condiciones, lo que permitirá una competencia virtuosa.
El mundo ya avanzó mucho hacia la revelación obligatoria de información. Si actúa ahora, la SEC podrá proporcionar una base mucho más sólida a los mercados y EE. UU. mantendrá su posición de liderazgo en la creación de normas mundiales, en vez pasar a seguir las normas de otros. Todos quienes participan en los mercados financieros —empresas, inversores, gobiernos y ciudadanos con planes de pensión 401K— deben enfrentar los riesgos del cambio climático (algunos de ellos ya son realidades). Obligar a las empresas a publicar esos riesgos no es algo radical, sino prudente.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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Washington DC – La mayoría de los días me dedico a promover acciones que pueden ser consideradas radicales, pero hoy quiero promover el simple sentido común. En marzo, la Comisión de Valores y Bolsa de EE. UU. propuso una nueva norma que exigiría a las empresas que cotizan en bolsa que divulguen los riesgos relacionados con el clima que enfrentan y sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El período para que el público haga sus comentarios ya pasó y la SEC debiera adoptarla en su totalidad.
Según su redacción actual, la norma propuesta exigiría a las empresas que publiquen los datos sobre las emisiones de GEI propias y las de los bienes que compran y venden. Sería aplicable a todas las empresa que cotizan en bolsa en Estados Unidos y, por lo tanto, a los USD 82 billones en operaciones que la SEC supervisa al año.
Tal vez suene como una norma de gran alcance, pero en realidad solo se trata de información. Las empresas debieran estar obligados a compartir con sus inversores el impacto que podría tener el cambio climático en su rentabilidad. La información es el pan de cada día de los reguladores financieros, los directores ejecutivos de las empresas, inversores y de los mercados en general. Cada operación se vincula con un inversor que toma decisiones según la mejor información disponible. Querer ampliarla no tiene nada de radical.
Las actividades de la SEC llegan en el momento justo. Las empresas debieron hacerse cargo de una pesada parte de los USD 145 000 millones necesarios para cubrir los costos por cuestiones relacionadas con el tiempo y el clima durante 2021 en EE. UU. Los riesgos climáticos ya son considerables y es esperable que aumenten. Por eso, en un informe presentado en 2020 a la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos, un comité bipartidista estrechamente vinculado con las empresas (en el que participa el Instituto de Recursos Mundiales) recomendó nuevas normas para la difusión de información.
La manera en que el cambio climático afecta a las empresas es exactamente el tipo de información que los directores ejecutivos precisan para gestionar los riesgos y aprovechar nuevas oportunidades. Los inversores y gobiernos en todo el mundo exigen cada vez más transparencia en la información. El Grupo de Trabajo sobre Información Financiera Obligatoria Relacionada con el Clima (TCFD, por su sigla en inglés), respaldado por el G20, publicó sus recomendaciones allá por 2017 (desde entonces recibieron el apoyo de más de 3000 empresas y 92 países en todo el mundo).
Además, la Junta de Normas Internacionales de Sostenibilidad planea publicar nuevas normas relacionadas con el clima para fin de año. China está probando una política de difusión obligatoria de información. El Reino Unido está introduciendo gradualmente normas de divulgación obligatoria de la información similares a las del TCFD, una tarea que se implementará durante los próximos tres años. Y la Unión Europea está trabajando en su Taxonomía de Finanzas Sostenibles, que va más allá de la publicación de información sobre riesgos climáticos y se ocupa de categorizar la actividad económica según criterios claros de sostenibilidad. Todas esas iniciativas exigirán a las corporaciones que informen sus emisiones de GEI.
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Los directores ejecutivos experimentados ya usan los informes de riesgos relacionados con el clima para identificar y aprovechar nuevas oportunidades de negocios. Como dijo en 2020 Lawrence Culp, presidente y director ejecutivo de General Electric, «Somos especialmente conscientes de los desafíos de ingeniería necesarios para convertir en realidad la meta de emisiones netas nulas. [...] Sin embargo, creemos que esos desafíos también representan oportunidades estratégicas clave para GE». Los directores ejecutivos e inversores son cada vez más conscientes de que la economía del siglo XXI tendrá que ser verde, eficiente y resiliente. El flujo de capitales destinado a inversiones clasificadas como sostenibles se disparó para llegar al récord de USD 649 000 millones en 2021.
Pero la disponibilidad y calidad de los datos sigue siendo muy dispar. Las empresas aplican enfoques extremadamente diversos al publicar sus riesgos climáticos. Algunas registran sus emisiones de un modo y otras, de otro. Algunas no informan las emisiones «de alcance 3» asociadas con el uso de sus productos (un problema que la norma de la SEC solucionaría). Otras son completamente opacas y no informan ni gestionan sus emisiones en absoluto. Por ello muchas empresas —y quienes invierten en ellas— desconocen los riesgos y oportunidades climáticos que enfrentan. En lugar de claridad tenemos confusión.
Si se obligara a las empresas a publicar un conjunto uniforme de información, los inversores tendrían una capacidad mucho mayor para discernir hacia dónde canalizar su dinero. Cuando los inversores puedan ver la información de todas las empresas, podrán tomar mejores decisiones para sus clientes, y las compañías competirán en igualdad de condiciones, lo que permitirá una competencia virtuosa.
El mundo ya avanzó mucho hacia la revelación obligatoria de información. Si actúa ahora, la SEC podrá proporcionar una base mucho más sólida a los mercados y EE. UU. mantendrá su posición de liderazgo en la creación de normas mundiales, en vez pasar a seguir las normas de otros. Todos quienes participan en los mercados financieros —empresas, inversores, gobiernos y ciudadanos con planes de pensión 401K— deben enfrentar los riesgos del cambio climático (algunos de ellos ya son realidades). Obligar a las empresas a publicar esos riesgos no es algo radical, sino prudente.
Traducción al español por Ant-Translation