BERLÍN – Mientras el mundo lidia con la confluencia sin precedentes de devastadoras inundaciones, incendios descontrolados y sequías, el debate sobre la manera de encarar la creciente crisis climática se ve cada vez más distorsionado debido a que las grandes empresas difunden falsas soluciones y alientan narrativas engañosas.
El sector de los combustibles fósiles es un claro ejemplo. En un esfuerzo desesperado por desviar la atención de su responsabilidad histórica por el cambio climático, las empresas petroleras y gasíferas han promocionado diversas soluciones tecnológicas especulativas... pero la cruda realidad es que se trata de tácticas para paralizar los cambios y seguir contaminando.
Dada la urgencia de la amenaza del cambio climático, debemos unirnos para apoyar a la única solución real: el abandono paulatino, rápido, equitativo y completo de todos los combustibles fósiles. El carbón, gas y petróleo son los principales impulsores de los problemas climáticos y representan más del 75 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y casi el 90 % de las de dióxido de carbono.
Sin embargo, los daños que causan los combustibles fósiles no se limitan al cambio climático; los combustibles fósiles y los petroquímicos —como los plásticos, fertilizantes y pesticidas— envenenan el aire, el agua y nuestros alimentos, y perpetúan la injusticia ambiental. La contaminación del aire y el agua con combustibles fósiles causa innumerables muertes y enfermedades en todo el mundo, y la crisis de contaminación con plásticos es prueba visible del impacto negativo del sector.
Por eso no alcanza con reducir las emisiones, para mitigar las crisis ambientales multifacéticas que enfrentamos debemos atacar la raíz del problema: los combustibles fósiles. La eliminación gradual y completa del petróleo, el gas y el carbón representa la mayor oportunidad disponible para minimizar esos efectos catastróficos del calentamiento global, limitar el aumento de la temperatura promedio a 1,5 °C y salvaguardar al planeta para las generaciones futuras.
Con ese fin, una creciente coalición de gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, comunidades indígenas y ciudadanos preocupados por el tema en todo el mundo se está congregando para apoyar al Tratado sobre la no proliferación de los combustibles fósiles. Su propuesta representa una solución factible a la crisis climática y nos orientaría hacia un futuro sostenible eliminando la posibilidad de que las empresas petroleras y gasíferas continúen con sus actividades irresponsables.
El sector de los combustibles fósiles no se rendirá sin dar pelea. Esto resulta evidente en su táctica de demora y ecoimpostura más reciente: sugieren que podemos reducir las emisiones mediante tecnologías como la captura y almacenamiento de carbono (CAC), y la captura y utilización del carbono. Pero actualmente la CAC captura menos del 0,1 % de las emisiones globales, desde hace décadas promete más de lo que logra, es ineficiente y costosa, y no acelera en modo alguno el abandono de los combustibles fósiles. Más aún, las tecnologías de eliminación del carbono que dependen de la CAC —como la bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (BECCS, por su sigla en inglés) y la captura directa del aire— generan riesgos significativos, implican una incertidumbre elevada y podrían obstaculizar medidas de corto plazo más eficaces.
Pero quienes se benefician gracias a que las cosas sigan como antes cuentan con otras armas poderosas en su arsenal. Una nueva táctica de distracción que está ganando adeptos —principalmente en Estados Unidos y otros de los principales países contaminantes— es la geoingeniería solar, también conocida como modificación de la radiación solar (MRS). Los defensores de esa solución tecnológica, altamente especulativa y riesgosa, creen que diseminando partículas reflectantes en la estratósfera o manipulando nubes para «atenuar el sol» pueden tapar algunos de los peores efectos del calentamiento global, al menos temporalmente.
Este enfoque, sin embargo, representa la más falsa de las soluciones: un gran apósito con consecuencias potencialmente desastrosas, entre ellas, la posibilidad de alterar los patrones de las precipitaciones mundiales. Y hay otro problema adicional gigantesco: el carbono permanece en la atmósfera durante miles de años, mientras que las partículas para atenuar al sol en la estratósfera se disiparían en un año o menos, por lo que habría que renovarlas continuamente. Interrumpir la geoingeniería solar podría disparar un «choque de terminación» que llevaría a una suba mundial de las temperaturas tan rápida que ni los humanos ni los ecosistemas podrían adaptarse a ella. En otras palabras, este método requeriría un mantenimiento por tiempo indefinido y gobernanza a escala mundial.
A pesar de todos sus defectos y riesgos, la MRS ya distrae a los responsables de las políticas de la urgente tarea de eliminar paulatinamente los combustibles fósiles. EE. UU. y la Unión Europea están llevando a cabo investigaciones y discutiendo la gobernanza multilateral para ello. Así, una estrategia de intervención climática teórica relegada en gran medida a la ciencia-ficción se convirtió en un peligro real y patente para la acción climática y la justicia ambiental.
El enfoque correcto para esta tecnología de alto riesgo es evitar su desarrollo e implementación, como sugirieron más de 400 líderes académicos de 50 países cuando solicitaron un acuerdo internacional de restricción del uso de la geoingeniería solar en 2022. Los responsables de las políticas deben prestar atención a estas advertencias, rechazar la MRS y dejar de perder tiempo precioso en propuestas que no son soluciones.
Los gobiernos tienen un papel fundamental en la lucha por un clima más seguro y un futuro sostenible para el planeta. En unas semanas, y en los meses subsiguientes, los líderes políticos tendrán la oportunidad de demostrar el verdadero liderazgo climático en eventos claves como la Cumbre sobre la Ambición Climática de las Naciones Unidas —que tendrá lugar en Nueva York el 20 de septiembre— y en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), que se realizará a fines este año en Dubái. Deben aprovechar esas oportunidades para dar pasos significativos en pos de la justicia climática.
En primer lugar, los líderes mundiales deben seguir el ejemplo de países como Vanuatu y Tuvalu —y de numerosas ciudades, instituciones sanitarias, académicos y organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo— y comprometerse con un tratado robusto y claro sobre la no proliferación de los combustibles fósiles. Los responsables de las políticas, garantizando la ausencia de vacíos legales que pueda aprovechar el sector, pueden evitar que los productores de petróleo, gas y carbón pospongan la inevitable caída de la economía basada en los combustibles fósiles.
Además, los gobiernos deben dejar de apoyar a la economía de combustibles sólidos con subsidios a las tecnologías de eliminación de carbono y CAC, que simplemente son una pantalla para que el sector continúe expandiéndose y posiblemente nos condenen a un futuro tóxico. Al mismo tiempo, los líderes políticos deben hacer caso al llamado a un acuerdo internacional que impida el desarrollo y la implementación de la geoingeniería solar, y negarse a normalizar esta peligrosa tecnología experimental, como una opción viable para las políticas climáticas.
Lo más importante es que podemos, y debemos, embarcarnos en una transición rápida y equitativa para abandonar los combustibles fósiles. Es la obligación de nuestros líderes para con los ciudadanos y las generaciones futuras encarar la emergencia climática actual con soluciones reales. Hay que rechazar las distracciones peligrosas que entorpecen las acciones significativas. El mundo arde y no hay tiempo que perder en soluciones ilusorias.
Traducción al español por Ant-Translation
BERLÍN – Mientras el mundo lidia con la confluencia sin precedentes de devastadoras inundaciones, incendios descontrolados y sequías, el debate sobre la manera de encarar la creciente crisis climática se ve cada vez más distorsionado debido a que las grandes empresas difunden falsas soluciones y alientan narrativas engañosas.
El sector de los combustibles fósiles es un claro ejemplo. En un esfuerzo desesperado por desviar la atención de su responsabilidad histórica por el cambio climático, las empresas petroleras y gasíferas han promocionado diversas soluciones tecnológicas especulativas... pero la cruda realidad es que se trata de tácticas para paralizar los cambios y seguir contaminando.
Dada la urgencia de la amenaza del cambio climático, debemos unirnos para apoyar a la única solución real: el abandono paulatino, rápido, equitativo y completo de todos los combustibles fósiles. El carbón, gas y petróleo son los principales impulsores de los problemas climáticos y representan más del 75 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y casi el 90 % de las de dióxido de carbono.
Sin embargo, los daños que causan los combustibles fósiles no se limitan al cambio climático; los combustibles fósiles y los petroquímicos —como los plásticos, fertilizantes y pesticidas— envenenan el aire, el agua y nuestros alimentos, y perpetúan la injusticia ambiental. La contaminación del aire y el agua con combustibles fósiles causa innumerables muertes y enfermedades en todo el mundo, y la crisis de contaminación con plásticos es prueba visible del impacto negativo del sector.
Por eso no alcanza con reducir las emisiones, para mitigar las crisis ambientales multifacéticas que enfrentamos debemos atacar la raíz del problema: los combustibles fósiles. La eliminación gradual y completa del petróleo, el gas y el carbón representa la mayor oportunidad disponible para minimizar esos efectos catastróficos del calentamiento global, limitar el aumento de la temperatura promedio a 1,5 °C y salvaguardar al planeta para las generaciones futuras.
Con ese fin, una creciente coalición de gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, comunidades indígenas y ciudadanos preocupados por el tema en todo el mundo se está congregando para apoyar al Tratado sobre la no proliferación de los combustibles fósiles. Su propuesta representa una solución factible a la crisis climática y nos orientaría hacia un futuro sostenible eliminando la posibilidad de que las empresas petroleras y gasíferas continúen con sus actividades irresponsables.
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El sector de los combustibles fósiles no se rendirá sin dar pelea. Esto resulta evidente en su táctica de demora y ecoimpostura más reciente: sugieren que podemos reducir las emisiones mediante tecnologías como la captura y almacenamiento de carbono (CAC), y la captura y utilización del carbono. Pero actualmente la CAC captura menos del 0,1 % de las emisiones globales, desde hace décadas promete más de lo que logra, es ineficiente y costosa, y no acelera en modo alguno el abandono de los combustibles fósiles. Más aún, las tecnologías de eliminación del carbono que dependen de la CAC —como la bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (BECCS, por su sigla en inglés) y la captura directa del aire— generan riesgos significativos, implican una incertidumbre elevada y podrían obstaculizar medidas de corto plazo más eficaces.
Pero quienes se benefician gracias a que las cosas sigan como antes cuentan con otras armas poderosas en su arsenal. Una nueva táctica de distracción que está ganando adeptos —principalmente en Estados Unidos y otros de los principales países contaminantes— es la geoingeniería solar, también conocida como modificación de la radiación solar (MRS). Los defensores de esa solución tecnológica, altamente especulativa y riesgosa, creen que diseminando partículas reflectantes en la estratósfera o manipulando nubes para «atenuar el sol» pueden tapar algunos de los peores efectos del calentamiento global, al menos temporalmente.
Este enfoque, sin embargo, representa la más falsa de las soluciones: un gran apósito con consecuencias potencialmente desastrosas, entre ellas, la posibilidad de alterar los patrones de las precipitaciones mundiales. Y hay otro problema adicional gigantesco: el carbono permanece en la atmósfera durante miles de años, mientras que las partículas para atenuar al sol en la estratósfera se disiparían en un año o menos, por lo que habría que renovarlas continuamente. Interrumpir la geoingeniería solar podría disparar un «choque de terminación» que llevaría a una suba mundial de las temperaturas tan rápida que ni los humanos ni los ecosistemas podrían adaptarse a ella. En otras palabras, este método requeriría un mantenimiento por tiempo indefinido y gobernanza a escala mundial.
A pesar de todos sus defectos y riesgos, la MRS ya distrae a los responsables de las políticas de la urgente tarea de eliminar paulatinamente los combustibles fósiles. EE. UU. y la Unión Europea están llevando a cabo investigaciones y discutiendo la gobernanza multilateral para ello. Así, una estrategia de intervención climática teórica relegada en gran medida a la ciencia-ficción se convirtió en un peligro real y patente para la acción climática y la justicia ambiental.
El enfoque correcto para esta tecnología de alto riesgo es evitar su desarrollo e implementación, como sugirieron más de 400 líderes académicos de 50 países cuando solicitaron un acuerdo internacional de restricción del uso de la geoingeniería solar en 2022. Los responsables de las políticas deben prestar atención a estas advertencias, rechazar la MRS y dejar de perder tiempo precioso en propuestas que no son soluciones.
Los gobiernos tienen un papel fundamental en la lucha por un clima más seguro y un futuro sostenible para el planeta. En unas semanas, y en los meses subsiguientes, los líderes políticos tendrán la oportunidad de demostrar el verdadero liderazgo climático en eventos claves como la Cumbre sobre la Ambición Climática de las Naciones Unidas —que tendrá lugar en Nueva York el 20 de septiembre— y en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), que se realizará a fines este año en Dubái. Deben aprovechar esas oportunidades para dar pasos significativos en pos de la justicia climática.
En primer lugar, los líderes mundiales deben seguir el ejemplo de países como Vanuatu y Tuvalu —y de numerosas ciudades, instituciones sanitarias, académicos y organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo— y comprometerse con un tratado robusto y claro sobre la no proliferación de los combustibles fósiles. Los responsables de las políticas, garantizando la ausencia de vacíos legales que pueda aprovechar el sector, pueden evitar que los productores de petróleo, gas y carbón pospongan la inevitable caída de la economía basada en los combustibles fósiles.
Además, los gobiernos deben dejar de apoyar a la economía de combustibles sólidos con subsidios a las tecnologías de eliminación de carbono y CAC, que simplemente son una pantalla para que el sector continúe expandiéndose y posiblemente nos condenen a un futuro tóxico. Al mismo tiempo, los líderes políticos deben hacer caso al llamado a un acuerdo internacional que impida el desarrollo y la implementación de la geoingeniería solar, y negarse a normalizar esta peligrosa tecnología experimental, como una opción viable para las políticas climáticas.
Lo más importante es que podemos, y debemos, embarcarnos en una transición rápida y equitativa para abandonar los combustibles fósiles. Es la obligación de nuestros líderes para con los ciudadanos y las generaciones futuras encarar la emergencia climática actual con soluciones reales. Hay que rechazar las distracciones peligrosas que entorpecen las acciones significativas. El mundo arde y no hay tiempo que perder en soluciones ilusorias.
Traducción al español por Ant-Translation