VARSOVIA – El régimen de Vladimir Putin ha prohibido a los medios rusos referirse a la invasión de Ucrania como una “guerra”. En su lugar, tienen que enmarcarla como “una operación para liberar a Ucrania de los neonazis”.
La agencia noticiosa estatal RIA ha publicado una espeluznante propaganda que plantea que Rusia, “por segunda vez en su historia, asumirá la carga de liberar a Ucrania del nazismo”. Se les dice a los lectores que “hacer ligeras correcciones cosméticas a la esvástica con maquillaje de alta calidad” fue “el principal método para construir en Ucrania el concepto de estado”. Ahora Rusia está realizando una operación de “desnazificación” “en el interés de toda Europa, incluso si Europa no está al tanto de ello”.
Merece la pena diseccionar esto, ya que la propaganda juega un papel importante en sustentar la dictadura de Putin, especialmente en tiempos de crisis. Y sin la dictadura de Putin ciertamente no habría guerra en Ucrania. Mientras más diferencia haya entre expectativa y realidad en la campaña militar rusa, más dependerá el régimen de la propaganda.
A lo largo de los años, Putin le ha dicho al pueblo ruso muchas cosas contradictorias sobre Rusia y Ucrania. En sus dos primeros mandatos como presidente (2000-08), tenía ambiciones de modernizar Rusia y profundizar sus vínculos con Occidente. Pero una vez paladeado el poder, empezó a pensar principalmente en cómo mantenerse en él. La modernización dio paso a la brutalidad de un estado policial y, ahora, pensando en su lugar en la historia, ha llegado a la conclusión de que Rusia no puede ser una potencia mundial sin Ucrania. Y, sin embargo, cuando asumió su mandato actual Ucrania todavía era prorrusa y el Kremlin todavía tenía una influencia significativa en ella. Fue por su anexión de Crimea y la apropiación del 7% del territorio ucraniano en 2014 lo que hizo que los sentimientos y opiniones de los ucranianos cambiaran.
Entre el fracaso en la modernización de Rusia y la alienación de los ucranianos, Putin ha cometido varios errores no forzados que las futuras generaciones de rusos no le perdonarán. Piénsese que, en sus primeros días, Putin consideraba acercar a Rusia a la Unión Europea e incluso a la OTAN. No estaba en su cabeza negar la soberanía a Ucrania. Cuando en mayo de 2002 se le preguntó acerca de la declaración de Ucrania de su voluntad de unirse a la OTAN, contestó:
“En cuanto a la ampliación de la OTAN, nuestra postura es bien conocida. No ha cambiado, pero eso no significa que Ucrania deba permanecer en los márgenes de procesos que apunten a fortalecer la paz y la seguridad de Europa y el planeta en general. Ucrania es un estado soberano y tiene derecho a escoger de manera independiente el camino para garantizar su propia seguridad”.
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Pero cuando los ucranianos se tomaron las calles en la Revolución Naranja de 2004 para protestar contra la corrupción y el fraude electoral, Putin se asustó. ¿Qué pasaría si a los rusos se les ocurriera hacer lo mismo? Para 2008, Putin había adoptado una nueva postura. En un discurso en la reunión de Consejo OTAN-Rusia celebrada en Bucarest, dio una muestra de la lógica que lo llevó a librar esta guerra de agresión contra Ucrania. Si los gobiernos occidentales se lo hubieran tomado en serio, no habrían desperdiciado los últimos tres meses tratando de adivinar sus intenciones, y probablemente hubieran suministrado a Ucrania más armas y dinero. Putin señaló claramente sus intenciones:
“El sur de Ucrania está completamente habitado por rusos. ¿Quién puede decirnos que no tenemos intereses allí?... En Ucrania, en general, un tercio de la población son rusos étnicos. De los 45 millones, según el censo oficial, 17 millones son rusos. Hay regiones habitadas solo por rusos, como Crimea: 90% de rusos. En su forma presente, Ucrania ha recibido territorio de Polonia –después de las Segunda Guerra Mundial-, de Checoeslovaquia, de Rumanía. Recibió enormes territorios de Rusia en el este y el sur del país. Es una creación de estado complicada. Y si a eso se le añade el problema de la OTAN y otros, pueden poner la cuestión del estado en total suspenso”.
Las afirmaciones de los dos censos eran falsas: 17 millones es meramente la cantidad de ucranianos que declararon que el ruso es su primer idioma y los rusos étnicos no formaban más que el 60% de la población de Crimea en ese momento. Pero es punto es que Putin señaló hace 14 años que usaría demandas de revisionismo histórico sobre minorías rusas fuera de las fronteras del país como pretexto para interferir en los asuntos internos. Al hacerlo, seguía los pasos de Adolf Hitler, quien, seis meses antes de invadir Polonia, usó las poblaciones minoritarias germanas al otro lado de la frontera como pretexto para destruir la Checoeslovaquia democrática.
Es más, al igual que la Alemania nazi, Putin está sumido en una paranoia de traiciones. Con ecos de los nacionalistas alemanes de las décadas de 1920 y 1930, no puede aceptar el hecho de que la Unión Soviética cayera sin perder la batalla contra Occidente. La única explicación es que debe haber sido traicionada por las elites, que acabaron desde dentro con una gran nación.
Aparentemente desconocedor de estos paralelos históricos, Putin ve nazis en acción en todos lados menos en casa. Y, sin embargo, recurre rutinariamente a la ayuda de neonazis como Dmitry Utkin, mercenario del Wagner Group un ejército privado financiado por oligarcas cercanos al Kremlin, que tiene tatuajes de las Waffen-SS en el cuello y el pecho.
Como ocurría con la Alemania nazi, las provocaciones del Kremlin parecen extraordinariamente ineptas. Rusia está violando de manera ostentosa y brutal la ley internacional con la intención de humillar a Ucrania y asustar a un Occidente disoluto. Por eso es que la propaganda del Kremlin ha llegado a extremos tales como calificar al Presidente ucraniano Volodimir Zelensky de drogadicto y neonazi, a pesar de que es un judío cuyo abuelo luchó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que perdió a varios parientes en el Holocausto.
Hasta hace poco, la propaganda rusa ha funcionado no solo en Rusia sino en Occidente. Además de los republicanos estadounidenses que se han puesto abiertamente del lado de Putin, muchos alemanes no han visto que las victimas soviéticas del nazismo no eran todas rusas. De hecho, el nazismo se cobró más víctimas ucranianas, y un soldado ucraniano fue el primero en abrir las puertas de Auschwitz.
Sea lo que sea que ocurra en Ucrania, Moscú ya ha perdido las simpatías del mundo. En todo el planeta, el pueblo ucraniano y sus líderes son vistos como héroes. Y a medida que más bolsas con cuerpos lleguen a Rusia o sean quemadas en crematorios móviles, puede que incluso los partidarios de Putin comiencen a dudar de su liderazgo.
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The economy played a critical role in the 2024 presidential race, creating the conditions not only for Donald Trump to trounce Kamala Harris, but also for a counter-elite to usher in a new power structure. Will the Democrats and “establishment” experts get the message?
explains how and why Democrats failed to connect with US voters’ pocketbook realities.
Kamala Harris lost to Donald Trump because she received around ten million fewer votes than Joe Biden did in 2020. The Democratic Party leadership was, at best, indifferent to the erosion of voting access, negligent in retaining newer voters, and proactive in marginalizing what remained of its left wing.
thinks the party has only itself to blame for losing the 2024 election on low voter turnout.
VARSOVIA – El régimen de Vladimir Putin ha prohibido a los medios rusos referirse a la invasión de Ucrania como una “guerra”. En su lugar, tienen que enmarcarla como “una operación para liberar a Ucrania de los neonazis”.
La agencia noticiosa estatal RIA ha publicado una espeluznante propaganda que plantea que Rusia, “por segunda vez en su historia, asumirá la carga de liberar a Ucrania del nazismo”. Se les dice a los lectores que “hacer ligeras correcciones cosméticas a la esvástica con maquillaje de alta calidad” fue “el principal método para construir en Ucrania el concepto de estado”. Ahora Rusia está realizando una operación de “desnazificación” “en el interés de toda Europa, incluso si Europa no está al tanto de ello”.
Merece la pena diseccionar esto, ya que la propaganda juega un papel importante en sustentar la dictadura de Putin, especialmente en tiempos de crisis. Y sin la dictadura de Putin ciertamente no habría guerra en Ucrania. Mientras más diferencia haya entre expectativa y realidad en la campaña militar rusa, más dependerá el régimen de la propaganda.
A lo largo de los años, Putin le ha dicho al pueblo ruso muchas cosas contradictorias sobre Rusia y Ucrania. En sus dos primeros mandatos como presidente (2000-08), tenía ambiciones de modernizar Rusia y profundizar sus vínculos con Occidente. Pero una vez paladeado el poder, empezó a pensar principalmente en cómo mantenerse en él. La modernización dio paso a la brutalidad de un estado policial y, ahora, pensando en su lugar en la historia, ha llegado a la conclusión de que Rusia no puede ser una potencia mundial sin Ucrania. Y, sin embargo, cuando asumió su mandato actual Ucrania todavía era prorrusa y el Kremlin todavía tenía una influencia significativa en ella. Fue por su anexión de Crimea y la apropiación del 7% del territorio ucraniano en 2014 lo que hizo que los sentimientos y opiniones de los ucranianos cambiaran.
Entre el fracaso en la modernización de Rusia y la alienación de los ucranianos, Putin ha cometido varios errores no forzados que las futuras generaciones de rusos no le perdonarán. Piénsese que, en sus primeros días, Putin consideraba acercar a Rusia a la Unión Europea e incluso a la OTAN. No estaba en su cabeza negar la soberanía a Ucrania. Cuando en mayo de 2002 se le preguntó acerca de la declaración de Ucrania de su voluntad de unirse a la OTAN, contestó:
“En cuanto a la ampliación de la OTAN, nuestra postura es bien conocida. No ha cambiado, pero eso no significa que Ucrania deba permanecer en los márgenes de procesos que apunten a fortalecer la paz y la seguridad de Europa y el planeta en general. Ucrania es un estado soberano y tiene derecho a escoger de manera independiente el camino para garantizar su propia seguridad”.
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“El sur de Ucrania está completamente habitado por rusos. ¿Quién puede decirnos que no tenemos intereses allí?... En Ucrania, en general, un tercio de la población son rusos étnicos. De los 45 millones, según el censo oficial, 17 millones son rusos. Hay regiones habitadas solo por rusos, como Crimea: 90% de rusos. En su forma presente, Ucrania ha recibido territorio de Polonia –después de las Segunda Guerra Mundial-, de Checoeslovaquia, de Rumanía. Recibió enormes territorios de Rusia en el este y el sur del país. Es una creación de estado complicada. Y si a eso se le añade el problema de la OTAN y otros, pueden poner la cuestión del estado en total suspenso”.
Las afirmaciones de los dos censos eran falsas: 17 millones es meramente la cantidad de ucranianos que declararon que el ruso es su primer idioma y los rusos étnicos no formaban más que el 60% de la población de Crimea en ese momento. Pero es punto es que Putin señaló hace 14 años que usaría demandas de revisionismo histórico sobre minorías rusas fuera de las fronteras del país como pretexto para interferir en los asuntos internos. Al hacerlo, seguía los pasos de Adolf Hitler, quien, seis meses antes de invadir Polonia, usó las poblaciones minoritarias germanas al otro lado de la frontera como pretexto para destruir la Checoeslovaquia democrática.
Es más, al igual que la Alemania nazi, Putin está sumido en una paranoia de traiciones. Con ecos de los nacionalistas alemanes de las décadas de 1920 y 1930, no puede aceptar el hecho de que la Unión Soviética cayera sin perder la batalla contra Occidente. La única explicación es que debe haber sido traicionada por las elites, que acabaron desde dentro con una gran nación.
Aparentemente desconocedor de estos paralelos históricos, Putin ve nazis en acción en todos lados menos en casa. Y, sin embargo, recurre rutinariamente a la ayuda de neonazis como Dmitry Utkin, mercenario del Wagner Group un ejército privado financiado por oligarcas cercanos al Kremlin, que tiene tatuajes de las Waffen-SS en el cuello y el pecho.
Como ocurría con la Alemania nazi, las provocaciones del Kremlin parecen extraordinariamente ineptas. Rusia está violando de manera ostentosa y brutal la ley internacional con la intención de humillar a Ucrania y asustar a un Occidente disoluto. Por eso es que la propaganda del Kremlin ha llegado a extremos tales como calificar al Presidente ucraniano Volodimir Zelensky de drogadicto y neonazi, a pesar de que es un judío cuyo abuelo luchó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que perdió a varios parientes en el Holocausto.
Hasta hace poco, la propaganda rusa ha funcionado no solo en Rusia sino en Occidente. Además de los republicanos estadounidenses que se han puesto abiertamente del lado de Putin, muchos alemanes no han visto que las victimas soviéticas del nazismo no eran todas rusas. De hecho, el nazismo se cobró más víctimas ucranianas, y un soldado ucraniano fue el primero en abrir las puertas de Auschwitz.
Sea lo que sea que ocurra en Ucrania, Moscú ya ha perdido las simpatías del mundo. En todo el planeta, el pueblo ucraniano y sus líderes son vistos como héroes. Y a medida que más bolsas con cuerpos lleguen a Rusia o sean quemadas en crematorios móviles, puede que incluso los partidarios de Putin comiencen a dudar de su liderazgo.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen