BRUSELAS – Desde el punto de vista económico, la generación de energía a partir de fuentes renovables mejoró tanto que ya no se la reconoce. El uso de energía solar ya es la forma de producir electricidad más barata de la historia. Más del 90% de la capacidad de generación de energía que se instaló en todo el mundo el año pasado funciona con fuentes renovables. Pero para poder limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, se necesita una transformación mucho más rápida de los sistemas energéticos. Y para eso es necesario que gobiernos y organismos de financiación pública dejen de dar apoyo a los combustibles fósiles y prioricen la financiación de la transición a la energía limpia en todo el mundo.
La evidencia científica es clara. Para alcanzar la meta de 1,5 °C estipulada por el Acuerdo de París sobre el clima (2015), el ritmo de la transición energética global tiene que ser entre cuatro y seis veces más rápido que el actual.Los combustibles fósiles todavía suministran el 84% de la energía usada en el mundo y suponen más del 75% de las emisiones. El plan de la Agencia Internacional de la Energía para alcanzar la emisión neta nula en 2050 muestra que hay que lograr que todos los sistemas energéticos del mundo funcionen sin combustibles fósiles en 2040. Pero desde que se firmó el Acuerdo de París, los gobiernos del G20 proveyeron cada año al menos tres veces más financiación pública a los combustibles fósiles (77 000 millones de dólares) que a las fuentes de energía renovables.
La seguidilla catastrófica de tormentas, inundaciones e incendios forestales de este año muestra por qué la acción climática no puede esperar. Y dado que la prosperidad futura depende de las inversiones en energía limpia, también hay buenos motivos de desarrollo económico para redoblar esfuerzos. Dos de cada tres proyectos de generación solar y eólica en todo el mundo ya son capaces de generar energía más barata que las centrales nuevas a gas o carbón. La enorme reducción de costos de la última década transformó las opciones de generación de energía en todo el mundo, y sobre todo en los países más pobres, donde el uso de minirredes de electricidad basadas en fuentes renovables crea oportunidades reales de dar acceso a la energía y mitigar la pobreza energética.
Aumentar la inversión en fuentes renovables también es esencial para crear empleo, estimular el crecimiento económico y reducir la contaminación del aire. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables, la generalización del uso de fuentes renovables puede ayudar a crear 42 millones de puestos de trabajo en todo el mundo de aquí a 2050; esa creación de empleo será crucial para una recuperación resiliente y ecológica tras la pandemia de COVID‑19, sobre todo en países con poblaciones jóvenes y en expansión.
Pero por supuesto, el abandono de los combustibles fósiles también traerá consigo desaparición de empleos. Por eso tenemos que tomar medidas para que todas las comunidades obtengan beneficios de la transición. Esto demandará políticas muy bien diseñadas que hagan posible un abandono controlado de los viejos métodos de generación de energía. Y en esto será crucial la solidaridad internacional. Tenemos que hacer mucho más en el sentido de proveer a todos los países el necesario acceso a tecnologías, conocimiento, inversiones y estrategias financieras.
Pero felizmente las soluciones ya existen. Es necesario que en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que tendrá lugar en Glasgow en noviembre, gobiernos e instituciones financieras se comprometan a sostener métodos de generación de energía más baratos, ecológicos y seguros, y a dejar de dar apoyo a la generación de energía a partir de combustibles fósiles en todo el mundo. No debería ser difícil, ya que muchas inversiones en formas obsoletas de generar energía están condenadas a convertirse en activos inutilizables.
Ya empiezan a verse avances significativos en esta dirección. En mayo, los estados integrantes del G7 se comprometieron a cesar la financiación internacional de proyectos basados en el carbón a fines de 2021, y a «reducir en forma gradual el apoyo estatal directo a proyectos internacionales de generación de energía a partir de combustibles fósiles con emisión intensiva de carbono». Además, Corea del Sur, Japón y ahora China también se comprometieron a dejar de financiar proyectos basados en el carbón en el extranjero, de los que hoy son los principales financistas.
Igual de importante es el hecho de que más de 85 países (más la Unión Europea) presentaron compromisos climáticos nacionales actualizados según estipula el Acuerdo de París, que muestran una clara tendencia hacia un mayor uso de fuentes de energía renovables y una menor dependencia de los combustibles fósiles en 2030. Pero muchos de estos países necesitarán un alto grado de apoyo técnico y financiero para alcanzar los objetivos que se han fijado.
El Reino Unido y el Banco Europeo de Inversiones se comprometieron a priorizar el apoyo internacional a la transición a la generación limpia de energía. En 2019, el BEI se convirtió en el primer banco multilateral que anunció el cese de la financiación a cualquier proyecto de generación de energía a partir de combustibles fósiles (con plazo en 2021). El banco ha estado aumentando sus inversiones en energía limpia, lo que incluye apoyar la transición en los países en desarrollo. En Kenia, las inversiones del BEI ayudaron a construir el mayor parque eólico de África, que proveerá energía limpia y barata a la región.
En tanto, en marzo el gobierno del RU anunció el cese inmediato de la financiación pública a nuevos proyectos internacionales de generación de energía a partir de combustibles fósiles en el extranjero y la total reorientación de la inversión hacia las fuentes renovables. Esta decisión ya empezó a generar importantes oportunidades, sobre la base del apoyo a la energía limpia que ya venía proveyendo el organismo británico de financiación de las exportaciones, UK Export Finance. Un ejemplo son los más de 140 millones de libras (189 millones de dólares) destinados a financiar exportaciones británicas a Ghana que ayudarán a este país a ejecutar importantes proyectos de infraestructura nacionales, entre ellos una iniciativa para la provisión de agua potable basada en energía solar que beneficiará a más de 225 000 personas.
Tenemos que aprovechar la tendencia para garantizar el éxito de la COP26. Se necesitan más compromisos que permitan una plena alineación de la financiación pública internacional con los objetivos de París. Un modo de conseguir la solidaridad necesaria es unir a gobiernos y organismos de financiación pública en una declaración conjunta de apoyo a la energía limpia y al abandono gradual de los combustibles fósiles.
Por eso invitamos a gobiernos e instancias directivas de los organismos de financiación pública a acompañarnos en el apoyo a esta declaración. El costo de la inacción climática sería catastrófico. Hemos llegado a una encrucijada planetaria crítica. La COP26 tiene que pasar a la historia como el momento en que tomamos medidas decisivas para proteger nuestro futuro compartido.
BRUSELAS – Desde el punto de vista económico, la generación de energía a partir de fuentes renovables mejoró tanto que ya no se la reconoce. El uso de energía solar ya es la forma de producir electricidad más barata de la historia. Más del 90% de la capacidad de generación de energía que se instaló en todo el mundo el año pasado funciona con fuentes renovables. Pero para poder limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, se necesita una transformación mucho más rápida de los sistemas energéticos. Y para eso es necesario que gobiernos y organismos de financiación pública dejen de dar apoyo a los combustibles fósiles y prioricen la financiación de la transición a la energía limpia en todo el mundo.
La evidencia científica es clara. Para alcanzar la meta de 1,5 °C estipulada por el Acuerdo de París sobre el clima (2015), el ritmo de la transición energética global tiene que ser entre cuatro y seis veces más rápido que el actual.Los combustibles fósiles todavía suministran el 84% de la energía usada en el mundo y suponen más del 75% de las emisiones. El plan de la Agencia Internacional de la Energía para alcanzar la emisión neta nula en 2050 muestra que hay que lograr que todos los sistemas energéticos del mundo funcionen sin combustibles fósiles en 2040. Pero desde que se firmó el Acuerdo de París, los gobiernos del G20 proveyeron cada año al menos tres veces más financiación pública a los combustibles fósiles (77 000 millones de dólares) que a las fuentes de energía renovables.
La seguidilla catastrófica de tormentas, inundaciones e incendios forestales de este año muestra por qué la acción climática no puede esperar. Y dado que la prosperidad futura depende de las inversiones en energía limpia, también hay buenos motivos de desarrollo económico para redoblar esfuerzos. Dos de cada tres proyectos de generación solar y eólica en todo el mundo ya son capaces de generar energía más barata que las centrales nuevas a gas o carbón. La enorme reducción de costos de la última década transformó las opciones de generación de energía en todo el mundo, y sobre todo en los países más pobres, donde el uso de minirredes de electricidad basadas en fuentes renovables crea oportunidades reales de dar acceso a la energía y mitigar la pobreza energética.
Aumentar la inversión en fuentes renovables también es esencial para crear empleo, estimular el crecimiento económico y reducir la contaminación del aire. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables, la generalización del uso de fuentes renovables puede ayudar a crear 42 millones de puestos de trabajo en todo el mundo de aquí a 2050; esa creación de empleo será crucial para una recuperación resiliente y ecológica tras la pandemia de COVID‑19, sobre todo en países con poblaciones jóvenes y en expansión.
Pero por supuesto, el abandono de los combustibles fósiles también traerá consigo desaparición de empleos. Por eso tenemos que tomar medidas para que todas las comunidades obtengan beneficios de la transición. Esto demandará políticas muy bien diseñadas que hagan posible un abandono controlado de los viejos métodos de generación de energía. Y en esto será crucial la solidaridad internacional. Tenemos que hacer mucho más en el sentido de proveer a todos los países el necesario acceso a tecnologías, conocimiento, inversiones y estrategias financieras.
Pero felizmente las soluciones ya existen. Es necesario que en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que tendrá lugar en Glasgow en noviembre, gobiernos e instituciones financieras se comprometan a sostener métodos de generación de energía más baratos, ecológicos y seguros, y a dejar de dar apoyo a la generación de energía a partir de combustibles fósiles en todo el mundo. No debería ser difícil, ya que muchas inversiones en formas obsoletas de generar energía están condenadas a convertirse en activos inutilizables.
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Ya empiezan a verse avances significativos en esta dirección. En mayo, los estados integrantes del G7 se comprometieron a cesar la financiación internacional de proyectos basados en el carbón a fines de 2021, y a «reducir en forma gradual el apoyo estatal directo a proyectos internacionales de generación de energía a partir de combustibles fósiles con emisión intensiva de carbono». Además, Corea del Sur, Japón y ahora China también se comprometieron a dejar de financiar proyectos basados en el carbón en el extranjero, de los que hoy son los principales financistas.
Igual de importante es el hecho de que más de 85 países (más la Unión Europea) presentaron compromisos climáticos nacionales actualizados según estipula el Acuerdo de París, que muestran una clara tendencia hacia un mayor uso de fuentes de energía renovables y una menor dependencia de los combustibles fósiles en 2030. Pero muchos de estos países necesitarán un alto grado de apoyo técnico y financiero para alcanzar los objetivos que se han fijado.
El Reino Unido y el Banco Europeo de Inversiones se comprometieron a priorizar el apoyo internacional a la transición a la generación limpia de energía. En 2019, el BEI se convirtió en el primer banco multilateral que anunció el cese de la financiación a cualquier proyecto de generación de energía a partir de combustibles fósiles (con plazo en 2021). El banco ha estado aumentando sus inversiones en energía limpia, lo que incluye apoyar la transición en los países en desarrollo. En Kenia, las inversiones del BEI ayudaron a construir el mayor parque eólico de África, que proveerá energía limpia y barata a la región.
En tanto, en marzo el gobierno del RU anunció el cese inmediato de la financiación pública a nuevos proyectos internacionales de generación de energía a partir de combustibles fósiles en el extranjero y la total reorientación de la inversión hacia las fuentes renovables. Esta decisión ya empezó a generar importantes oportunidades, sobre la base del apoyo a la energía limpia que ya venía proveyendo el organismo británico de financiación de las exportaciones, UK Export Finance. Un ejemplo son los más de 140 millones de libras (189 millones de dólares) destinados a financiar exportaciones británicas a Ghana que ayudarán a este país a ejecutar importantes proyectos de infraestructura nacionales, entre ellos una iniciativa para la provisión de agua potable basada en energía solar que beneficiará a más de 225 000 personas.
Tenemos que aprovechar la tendencia para garantizar el éxito de la COP26. Se necesitan más compromisos que permitan una plena alineación de la financiación pública internacional con los objetivos de París. Un modo de conseguir la solidaridad necesaria es unir a gobiernos y organismos de financiación pública en una declaración conjunta de apoyo a la energía limpia y al abandono gradual de los combustibles fósiles.
Por eso invitamos a gobiernos e instancias directivas de los organismos de financiación pública a acompañarnos en el apoyo a esta declaración. El costo de la inacción climática sería catastrófico. Hemos llegado a una encrucijada planetaria crítica. La COP26 tiene que pasar a la historia como el momento en que tomamos medidas decisivas para proteger nuestro futuro compartido.