ATENAS – Ahora que la pandemia del coronavirus va quedando atrás en las economías avanzadas, sus bancos centrales se parecen cada vez más al consabido asno que, hambriento y sediento por igual, e incapaz de elegir entre el heno y el agua, muere de hambre y sed. Debatiéndose entre los nervios que les genera la inflación y el miedo a la deflación, los responsables de las políticas están adoptando el criterio, posiblemente costoso, de esperar antes de actuar. Solo podrán planificar un papel socialmente útil para después de la pandemia si reconsideraran sus metas y herramientas.
ATENAS – Ahora que la pandemia del coronavirus va quedando atrás en las economías avanzadas, sus bancos centrales se parecen cada vez más al consabido asno que, hambriento y sediento por igual, e incapaz de elegir entre el heno y el agua, muere de hambre y sed. Debatiéndose entre los nervios que les genera la inflación y el miedo a la deflación, los responsables de las políticas están adoptando el criterio, posiblemente costoso, de esperar antes de actuar. Solo podrán planificar un papel socialmente útil para después de la pandemia si reconsideraran sus metas y herramientas.