¿Cómo deben los países de la UE enfrentarse al molesto problema de las pensiones que encaran sus miembros? Las proyecciones sobre los costos que representa pagar las pensiones son alarmantes. Dado el envejecimiento de la población europea y sus expectativas de vida cada vez más largas, el porcentaje del PIB que se dedica a las pensiones se duplicará hacia 2030.
Hay tres soluciones disponibles que pueden o no combinarse entre sí. Los países de la UE pueden hacer que quienes tengan empleos paguen los crecientes costos de las pensiones a través de impuestos o contribuciones a la seguridad social más elevados; pueden permitir que el poder adquisitivo relativo de las pensiones obligatorias disminuya; o pueden aumentar la relación entre empleados y no empleados elevando la edad para el retiro y/o permitiendo una mayor inmigración.
Ninguna de estas medidas es suficiente por sí misma; todas tienen sus problemas propios. Por ejemplo, fomentar una mayor inmigración incitaría desórdenes políticos serios y generaría cuestionamientos morales. ¿Sería correcto, digamos, permitir la entrada de extranjeros a la UE tan sólo para que se puedan utilizar sus impuestos con el objeto de ayudar a financiar las pensiones de los ciudadanos de la UE?
Así, Europa se enfrenta a una decisión inexorable: ¿quién debe llevar la carga de la reversión demográfica que se necesita para impedir que las pensiones hagan descarrilar al crecimiento económico, el sector empleado o el desempleado de la población?
En este punto, algunos antecedentes sobre las posiciones relativas de ambos grupos pueden ser útiles. En 1950, la edad de retiro promedio era de 67 años para los hombres y 66 para las mujeres. En 1955, los hombres se retiraban, en promedio, a los 61 y las mujeres a los 58. Durante el mismo periodo, las expectativas de vida aumentaron en 11 años. A pesar de que los retiros se hicieron más largos, las condiciones de vida entre los pensionados mejoraron enormemente.
¿Es acaso probable que un aumento igual en las condiciones de vida se dé entre ahora y el 2040 (cuando habrá dos personas empleadas --en comparación con las cuatro que existen actualmente-- por cada pensionado)? No, porque la solidaridad social ya no es lo que era. Después de la Segunda Guerra Mundial las pensiones eran muy bajas y los costos que le significaban a los trabajadores eran modestos. Dado que las economías estaban creciendo, los trabajadores aceptaron voluntariamente que los impuestos pagados para financiar el sistema de pensiones aumentaran continuamente.
Hoy en día, en todos los países de la UE, los ingresos provenientes de las pensiones son mucho mayores, y en algunos casos, como Francia, más altos que los ingresos que recibe la población que trabaja. Las crecientes erogaciones para las pensiones, aunadas a aumentos continuos a los impuestos y a las contribuciones para la seguridad social, han hecho que la población empleada no esté dispuesta a pagar más para los pensionados.
Esta resistencia ha generado una discusión sobre si se debe o no permitir que los mercados de capitales desempeñen un papel en el financiamiento de los sistemas de pensiones europeos. En los años venideros, el desarrollo de un sistema de pensiones capitalizadas suplementarias será inevitable porque el ahorro privado para el retiro puede ser una defensa para los individuos en contra de niveles decrecientes dentro de los esquemas de pensión obligatoria.
La popularidad creciente del ahorro personal para el retiro también puede ayudar a mejorar la eficiencia de los mercados financieros europeos, cuyas fallas son responsables en parte del crecimiento más lento y del desempleo más alto en Europa. Los países donde están más desarrollados los fondos privados para pensiones (EU, y Gran Bretaña y Holanda) tienen la capitalización más alta en el mercado de valores.
Sin embargo, a fin de evitar que las pensiones privadas pongan en peligro a las obligatorias y socaven así la seguridad social, es necesario que haya tres condiciones:
· Evitar los prejuicios ideológicos. Se debe impulsar el ahorro para el retiro, no un vehículo particular de inversión. Además de los fondos de pensiones, también hay seguros de vida y ahorro mediante reducciones salariales;
· El costo de las reformas que apoyan en mayor medida las formas más modestas de ahorro deben dividirse entre todos los ciudadanos;
· Los trabajadores deben participar en el establecimiento de un sistema de pensiones complementario a las estatales.
Actualmente se está discutiendo una directiva de la Comisión Europea sobre las pensiones profesionales. Al intentar armonizar entre los miembros de la UE las reglas que rigen a las instituciones que tienen que ver con el manejo del ahorro para el retiro, esta propuesta tiene muchos aspectos favorables, sobre todo si facilita la movilidad transfronteriza entre trabajadores (es decir, la oportunidad para que un trabajador que cambie de empleo, aun si se va a otro país, pueda llevarse consigo su programa de pensión).
Europa debe ser más ambiciosa. La UE debe instaurar un marco fiscal común aplicable a todas las formas capitalizadas del ahorro para el retiro: los fondos de pensiones, los seguros de vida o el ahorro vía reducción salarial.
Los asalariados que iniciaran un plan bajo la forma y marco de su preferencia (digamos un fondo de pensiones) deberían tener la oportunidad de deducir del impuesto al ingreso sus contribuciones (hasta un techo fijo) o, si no tienen ingreso gravable, deberían recibir compensaciones fiscales. Además, las contribuciones de los empleados deberían ser igualadas, hasta un límite preestablecido, por los patrones. Este ahorro debería diseñarse de forma tal que permitiera retiros anuales sin excluir (con castigos apropiados) la posibilidad de un retiro único del principal.
Si se quiere que la reforma de las pensiones funcione, las actitudes hacia el ahorro deben cambiar. Los europeos deberían dejar de quejarse de que ahorran demasiado y consumen muy poco. De hecho, Europa necesita invertir más y, por ello, ahorrar más. Las políticas económicas de los países de la UE también deben ajustarse con decisión para promover la inversión, la productividad y el crecimiento. Si el aumento en el ahorro se utiliza para financiar déficits públicos o se invierten en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos (que es con demasiada frecuencia el caso actualmente), el impulso al ahorro puede no valer la pena.
De vez en cuando, Europa debe actuar con firmeza para alcanzar objetivos importantes de política. Ese fue el caso con el establecimiento del euro. Se necesita una visión igual de audaz para asegurar el futuro de los pensionados europeos.
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