COPENHAGUE – La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París que tendrá lugar más adelante este mes está siendo anunciada como una oportunidad para salvar al planeta. No lo es. Como demuestro en un nuevo artículo científico con revisión de pares, aún si tiene éxito, el acuerdo que se logre en París solo reduciría las temperaturas para 2100 en 0,05 °C. La suba del nivel del mar solo se reduciría 1,3 centímetros.
Esto puede resultar sorprendente, continuamente escuchamos que todos los países han hecho compromisos importantes para reducir las emisiones de CO2, las llamadas «Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional» o INDC, por su sigla en inglés. Según la jefa climática de la ONU, Christiana Figueres, «las INDC pueden limitar el aumento previsto de la temperatura en 2,7 °C para 2100; de ninguna manera es suficiente, pero sí es mucho menos que los 4, 5 o más grados de calentamiento que muchos proyectaron antes».
Figueres sugirió que el acuerdo de París reducirá el calentamiento en casi 2 °C, de 4,5 °C a 2,7 °C. Aunque formuló su declaración cuidadosamente para no decirlo realmente, eso fue, como era de esperarse, lo que la mayoría de la gente escuchó. Pero la reducción está compuesta casi en su totalidad por números inventados e ilusiones.
La suba esperada de 4,5 °C se basa en la emisión de casi 10 000 gigatoneladas (Gt, miles de millones de toneladas) de CO2 durante este siglo (todos los gases de efecto invernadero restantes fueron convertidos a su equivalente en CO2). Pero nadie cree en realidad en este número –incluso el Programa de la ONU para el Medio Ambiente estima que sin absolutamente ninguna política climática, emitiríamos 7750 Gt, que producirían una suba de 3,8 °C. Así, el aumento adicional de 0,7 °C es sencillamente un invento: la política climática no puede asumir el crédito por su reducción, por qué nunca iba a ocurrir en primer lugar.
Para limitar los aumentos de la temperatura a 2,7 °C sería necesario que el mundo restringiera sus emisiones a cerca de 4700 Gt. Entonces, para cumplir la promesa de Figueres, debiéramos esperar que el acuerdo de París lograra un recorte de aproximadamente 3000 Gt. No lo hará.
La propia organización de Figueres estima que la reducción total prometida entre 2016 y 2030 llegará a 29-33 Gt, o el 1 % de lo necesario para lograr los 2,7 °C. Para lograr el 99 % restante se apoya en la aspiración de que si bien no se hará mucho entre 2016-2030, inmediatamente después los países comenzarán con recortes espectaculares de las emisiones. La historia reciente hace que esto resulte inverosímil.
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Allá por 1997, cuando el mundo firmó el Protocolo de Kioto, casi todos esperaban que constituyera el primer paso de profundas reducciones de las emisiones. Sin embargo, los recortes previstos en París para 2030 son tan solo un tercio mayores que los prometidos en Kioto. Y el tratado de Kioto, que no requería ninguna acción por parte de los países en vías de desarrollo, fue renegociado reiteradamente hasta el punto en que no exigió ningún recorte en absoluto. Estados Unidos lo abandonó y, eventualmente, fue seguido por Canadá, Rusia y Japón. Tan solo 12 años después, grandes expectativas chocaron con un fracaso absoluto en la cumbre climática de 2009 en Copenhague.
Es apenas un poquito menos exagerado esperar que los países no solo cumplan sus promesas de París en 2030, sino que además amplíen esos recortes a lo largo del siglo XXI. Después de todo, no es precisamente eso lo que los gobiernos están ofreciendo. EE. UU., por ejemplo, claramente afirma que su «meta es para un único año: 2025». Podríamos suponer incluso que los países que procuran reducir sus emisiones no recurrirán simplemente a mudar su producción con uso intensivo de energía a otros. (En el caso del protocolo de Kioto, cerca del 40 % de las emisiones se filtraron de esta forma. La totalidad de la reducción de la UE se logró con mayores importaciones tan solo desde China). Podríamos también creer que todos los países cumplirán todas sus promesas.
Sin embargo, incluso con estos heroicos supuestos, la reducción total de la temperatura sería de unos muy modestos 0,17 °C. Un modelo sencillo del aumento del nivel del mar revela que tal vez evitaríamos que suba 2,6 cm. Y, aunque se recortarían las emisiones en más de 500 Gt, aún nos faltarían 2,500 Gt para cumplir la promesa de Figueres.
Muchos defensores del ambiente están indignados por mi análisis científico que muestra cuán limitado será el aporte de París. Su enojo es sorprendente, porque se trata de una matemática sencilla: esperamos 3000 Gt pero solo nos comprometemos a 30 Gt, y la historia sugiere fuertemente que es improbable que incumplamos incluso esas promesas.
Pero, junto con gran parte de la clase dirigente de las políticas climáticas, los defensores ambientales han invertido dos décadas en impulsar el proceso de Kioto-Copenhague-París, que hasta el momento tan poco ha logrado. Parece que mantener las ilusiones es más fácil que reconocer los errores en su enfoque.
Igual que como vimos en el caso de Kioto, muchos sostienen que los países irán mucho más allá de sus promesas en las próximas décadas. EE. UU. ha sugerido que puede llegar a recortar las emisiones en un 80 % para 2050. Sin embargo, el promedio de todos los mejores modelos energético-económicos sugiere que un recorte de ese tipo costaría más de un billón de dólares actuales al año, y una estimación más realista se acercaría a los 2,5 billones.
De manera similar, la UE ha prometido un recorte de al menos el 80 % para 2050 pero, nuevamente, el costo estimado por siete modelos se acerca a los 3-6 billones de euros al año, lo que representaría probablemente un cuarto del PIB europeo. Esos costos indican que, con las expectativas tecnológicas actuales, las reducciones propuestas son no son otra cosa que puras ilusiones.
Mucho se ha dicho de la promesa china de alcanzar un máximo de emisiones alrededor de 2030. No incluí esta promesa en mis cálculos porque por el momento se trata en su mayor parte de un pavoneo político, al menos a 5-20 años de lograr cualquier tipo de impacto en el mundo real. Sí incluí la promesa china de recortar aproximadamente 2 Gt para 2030, que costará aproximadamente 200 000 millones de dólares al año.
Los modelos indican que lograr el máximo de emisiones en 2030 podría llegar a costar a China entre 500 000 millones y un billón de dólares actuales por año para 2050. Como es poco probable que la UE y EE. UU. se perjudiquen económicamente a sí mismos para alcanzar unas metas que carecen de fundamento después de 2030, suponer que China lo hará es forzar la credibilidad. Sin embargo, el máximo chino no constituye el santo grial, ya que solo reducirá las emisiones en unas 300 GT, o poco más de 0,1 °C para fin de siglo.
Nuestro enfoque del cambio climático no funciona. El acuerdo de París probablemente costará al mundo al menos un billón de dólares anuales y sin embargo solo generará una mínima reducción en la temperatura para fin de siglo. Debemos aceptar que no funcionará intentar que los combustibles fósiles resulten demasiado caros como para usarlos. En lugar de ello, debiéramos lograr que las energías verdes sean tan baratas que nadie pueda resistirse a ellas.
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COPENHAGUE – La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París que tendrá lugar más adelante este mes está siendo anunciada como una oportunidad para salvar al planeta. No lo es. Como demuestro en un nuevo artículo científico con revisión de pares, aún si tiene éxito, el acuerdo que se logre en París solo reduciría las temperaturas para 2100 en 0,05 °C. La suba del nivel del mar solo se reduciría 1,3 centímetros.
Esto puede resultar sorprendente, continuamente escuchamos que todos los países han hecho compromisos importantes para reducir las emisiones de CO2, las llamadas «Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional» o INDC, por su sigla en inglés. Según la jefa climática de la ONU, Christiana Figueres, «las INDC pueden limitar el aumento previsto de la temperatura en 2,7 °C para 2100; de ninguna manera es suficiente, pero sí es mucho menos que los 4, 5 o más grados de calentamiento que muchos proyectaron antes».
Figueres sugirió que el acuerdo de París reducirá el calentamiento en casi 2 °C, de 4,5 °C a 2,7 °C. Aunque formuló su declaración cuidadosamente para no decirlo realmente, eso fue, como era de esperarse, lo que la mayoría de la gente escuchó. Pero la reducción está compuesta casi en su totalidad por números inventados e ilusiones.
La suba esperada de 4,5 °C se basa en la emisión de casi 10 000 gigatoneladas (Gt, miles de millones de toneladas) de CO2 durante este siglo (todos los gases de efecto invernadero restantes fueron convertidos a su equivalente en CO2). Pero nadie cree en realidad en este número –incluso el Programa de la ONU para el Medio Ambiente estima que sin absolutamente ninguna política climática, emitiríamos 7750 Gt, que producirían una suba de 3,8 °C. Así, el aumento adicional de 0,7 °C es sencillamente un invento: la política climática no puede asumir el crédito por su reducción, por qué nunca iba a ocurrir en primer lugar.
Para limitar los aumentos de la temperatura a 2,7 °C sería necesario que el mundo restringiera sus emisiones a cerca de 4700 Gt. Entonces, para cumplir la promesa de Figueres, debiéramos esperar que el acuerdo de París lograra un recorte de aproximadamente 3000 Gt. No lo hará.
La propia organización de Figueres estima que la reducción total prometida entre 2016 y 2030 llegará a 29-33 Gt, o el 1 % de lo necesario para lograr los 2,7 °C. Para lograr el 99 % restante se apoya en la aspiración de que si bien no se hará mucho entre 2016-2030, inmediatamente después los países comenzarán con recortes espectaculares de las emisiones. La historia reciente hace que esto resulte inverosímil.
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Allá por 1997, cuando el mundo firmó el Protocolo de Kioto, casi todos esperaban que constituyera el primer paso de profundas reducciones de las emisiones. Sin embargo, los recortes previstos en París para 2030 son tan solo un tercio mayores que los prometidos en Kioto. Y el tratado de Kioto, que no requería ninguna acción por parte de los países en vías de desarrollo, fue renegociado reiteradamente hasta el punto en que no exigió ningún recorte en absoluto. Estados Unidos lo abandonó y, eventualmente, fue seguido por Canadá, Rusia y Japón. Tan solo 12 años después, grandes expectativas chocaron con un fracaso absoluto en la cumbre climática de 2009 en Copenhague.
Es apenas un poquito menos exagerado esperar que los países no solo cumplan sus promesas de París en 2030, sino que además amplíen esos recortes a lo largo del siglo XXI. Después de todo, no es precisamente eso lo que los gobiernos están ofreciendo. EE. UU., por ejemplo, claramente afirma que su «meta es para un único año: 2025». Podríamos suponer incluso que los países que procuran reducir sus emisiones no recurrirán simplemente a mudar su producción con uso intensivo de energía a otros. (En el caso del protocolo de Kioto, cerca del 40 % de las emisiones se filtraron de esta forma. La totalidad de la reducción de la UE se logró con mayores importaciones tan solo desde China). Podríamos también creer que todos los países cumplirán todas sus promesas.
Sin embargo, incluso con estos heroicos supuestos, la reducción total de la temperatura sería de unos muy modestos 0,17 °C. Un modelo sencillo del aumento del nivel del mar revela que tal vez evitaríamos que suba 2,6 cm. Y, aunque se recortarían las emisiones en más de 500 Gt, aún nos faltarían 2,500 Gt para cumplir la promesa de Figueres.
Muchos defensores del ambiente están indignados por mi análisis científico que muestra cuán limitado será el aporte de París. Su enojo es sorprendente, porque se trata de una matemática sencilla: esperamos 3000 Gt pero solo nos comprometemos a 30 Gt, y la historia sugiere fuertemente que es improbable que incumplamos incluso esas promesas.
Pero, junto con gran parte de la clase dirigente de las políticas climáticas, los defensores ambientales han invertido dos décadas en impulsar el proceso de Kioto-Copenhague-París, que hasta el momento tan poco ha logrado. Parece que mantener las ilusiones es más fácil que reconocer los errores en su enfoque.
Igual que como vimos en el caso de Kioto, muchos sostienen que los países irán mucho más allá de sus promesas en las próximas décadas. EE. UU. ha sugerido que puede llegar a recortar las emisiones en un 80 % para 2050. Sin embargo, el promedio de todos los mejores modelos energético-económicos sugiere que un recorte de ese tipo costaría más de un billón de dólares actuales al año, y una estimación más realista se acercaría a los 2,5 billones.
De manera similar, la UE ha prometido un recorte de al menos el 80 % para 2050 pero, nuevamente, el costo estimado por siete modelos se acerca a los 3-6 billones de euros al año, lo que representaría probablemente un cuarto del PIB europeo. Esos costos indican que, con las expectativas tecnológicas actuales, las reducciones propuestas son no son otra cosa que puras ilusiones.
Mucho se ha dicho de la promesa china de alcanzar un máximo de emisiones alrededor de 2030. No incluí esta promesa en mis cálculos porque por el momento se trata en su mayor parte de un pavoneo político, al menos a 5-20 años de lograr cualquier tipo de impacto en el mundo real. Sí incluí la promesa china de recortar aproximadamente 2 Gt para 2030, que costará aproximadamente 200 000 millones de dólares al año.
Los modelos indican que lograr el máximo de emisiones en 2030 podría llegar a costar a China entre 500 000 millones y un billón de dólares actuales por año para 2050. Como es poco probable que la UE y EE. UU. se perjudiquen económicamente a sí mismos para alcanzar unas metas que carecen de fundamento después de 2030, suponer que China lo hará es forzar la credibilidad. Sin embargo, el máximo chino no constituye el santo grial, ya que solo reducirá las emisiones en unas 300 GT, o poco más de 0,1 °C para fin de siglo.
Nuestro enfoque del cambio climático no funciona. El acuerdo de París probablemente costará al mundo al menos un billón de dólares anuales y sin embargo solo generará una mínima reducción en la temperatura para fin de siglo. Debemos aceptar que no funcionará intentar que los combustibles fósiles resulten demasiado caros como para usarlos. En lugar de ello, debiéramos lograr que las energías verdes sean tan baratas que nadie pueda resistirse a ellas.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.