BASILEA – Cuando se trata de la atención de la salud, todas las partes involucradas –los pacientes y prestadores de servicios, las empresas farmacéuticas y los gobiernos– saben que algo tiene que cambiar. Durante décadas, el gasto en salud ha aumentado en promedio dos puntos porcentuales más rápidamente que el crecimiento económico en los países de la OCDE. Y, a medida que la población envejece y aumenta la incidencia de enfermedades crónicas, el problema solo puede empeorar si no se toman medidas al respecto. Necesitamos nuevos y mejores modelos, y estrategias eficaces para adoptarlos.
Esto es particularmente cierto en los sistemas de salud de los países en vías de desarrollo, que a menudo cuentan con menos recursos que en los países desarrollados. Actualmente, el mayor grupo socioeconómico del mundo, a menudo llamado «la base de la pirámide», está compuesto por tres mil millones de personas que viven con menos de 2,50 dólares por día. Sin embargo, su demanda de atención sanitaria es significativa.
En los países de menores ingresos, nueve millones de personas, niños en su mayoría, mueren cada año por enfermedades infecciosas, incluidas la malaria, la diarrea y el SIDA. Esto es inaceptable, especialmente dada la disponibilidad de tratamientos para ellas. Creo, sin embargo, que los esfuerzos tradicionales de responsabilidad corporativa, como donar medicinas a los pacientes que no pueden solventar la atención sanitaria, ya no bastan. No se ocupan de la raíz del problema, que es mucho más profunda que una cuestión de precios.
Para lograr un impacto duradero sobre la atención de la salud y la calidad de vida en el mundo en vías de desarrollo tenemos que hacer foco en los grandes desafíos sociales que afectan al ecosistema de la atención sanitaria en general. Los más importantes entre estos desafíos son la educación sanitaria, la infraestructura y las redes de distribución.
Para garantizar sistemas de salud sostenibles, tenemos que ayudar a las comunidades a construir capacidades en esas áreas. Y debemos hacerlo en forma tal que no procure sencillamente implementar modelos «universales». Debemos personalizar nuestro enfoque en cada mercado para adaptarlo a las costumbres y las prioridades sanitarias locales.
Por ejemplo, en la India, 830 millones de personas viven en áreas rurales; esto presenta inmensos desafíos para la distribución de medicamentos. Como resultado, se estima que el 65 % de la población no tiene acceso a una atención sanitaria adecuada.
Novartis ha logrado un cierto éxito en estas cuestiones a través de nuestro programa Arogya Parivar (Familia saludable). Arogya Parivar se centra en reclutar y capacitar a los residentes de poblados remotos para que se conviertan en «educadores de la salud», quienes, junto con médicos cualificados, organizan «campamentos de salud»: clínicas móviles que proporcionan acceso a evaluaciones médicas y una robusta cartera de opciones de tratamiento. Esto incluye productos seleccionados de venta libre, que vendemos en paquetes más pequeños y asequibles, para ayudar a los pacientes a mantener sus desembolsos semanales en niveles bajos. Desde que comenzó Arogya Parivar hemos mejorado el acceso a los medicamentos para 42 millones de pacientes en 33 000 poblados.
De manera semejante, en China, a pesar de la rápida urbanización, millones de personas aún viven en comunidades nómades y eso dificulta educar a los pacientes sobre cuestiones críticas para la salud, en especial sobre la prevención de enfermedades. Novartis buscó el canal más eficaz para llegar a esos pacientes y finalmente descubrió que enseñar a los niños sobre la salud y la higiene en las escuelas es lo que mejor funciona. Hemos logrado avances en la remota provincia china de Xinjiang a través de nuestra iniciativa Jian Kang Kuai Che (Salud exprés), que brinda a los profesionales médicos locales acceso a capacitación en hospitales urbanos a través de sesiones educativas y consultas remotas.
Finalmente, en África, aún hay países como Zambia, donde más de tres quintos de la población vive en áreas rurales, y muchos deben caminar o conducir largas distancias para ser atendidos. Además, la calidad de los medicamentos disponibles en las instalaciones de salud varía mucho y el aprovisionamiento no es confiable. Por eso hemos forjado una asociación con el gobierno zambiano para ampliar un sistema de farmacias en todo el país que provea medicamentos básicos a poblados remotos y construir la infraestructura de atención sanitaria del país.
También podemos esperar que la atención sanitaria móvil tenga un impacto positivo sobre la gestión de la cadena de aprovisionamiento, la educación y la conformidad en sitios como África. Mediante el programa SMS for Life (SMS para la vida), una innovadora asociación público-privada liderada por Novartis, usamos tecnología común, incluidos teléfonos móviles, mensajes de texto y tecnología de mapeado electrónico para el seguimiento semanal de las existencias de medicamentos contra la malaria en las instalaciones públicas de salud. Esto nos ha ayudado a mantener las existencias en niveles adecuados, ampliar el acceso a medicamentos esenciales y, esperamos, a reducir la cantidad de muertes por malaria en las zonas rurales de los países en vías de desarrollo.
Cada uno de estos programas o, como los llamamos, «empresas sociales», brinda beneficios sociales que van más allá de mejorar el acceso a la atención sanitaria o simplemente donar medicinas. Fortalecen la infraestructura local, mejoran la educación, generan empleo e impulsan el crecimiento económico.
Este es el tipo de cambio que necesitamos para crear un impacto duradero sobre los sistemas de atención sanitaria en el mundo. Tenemos que pensar en otras cosas además del precio de los medicamentos y las donaciones, y considerar cómo podemos ayudar a las comunidades a mantener una elevada calidad de vida una vez que la ayuda desaparece. Esto implica un cambio sustancial en nuestros modos de pensar, creo que debemos adoptarlo por el bien de la salud de nuestro mundo en el largo plazo.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
BASILEA – Cuando se trata de la atención de la salud, todas las partes involucradas –los pacientes y prestadores de servicios, las empresas farmacéuticas y los gobiernos– saben que algo tiene que cambiar. Durante décadas, el gasto en salud ha aumentado en promedio dos puntos porcentuales más rápidamente que el crecimiento económico en los países de la OCDE. Y, a medida que la población envejece y aumenta la incidencia de enfermedades crónicas, el problema solo puede empeorar si no se toman medidas al respecto. Necesitamos nuevos y mejores modelos, y estrategias eficaces para adoptarlos.
Esto es particularmente cierto en los sistemas de salud de los países en vías de desarrollo, que a menudo cuentan con menos recursos que en los países desarrollados. Actualmente, el mayor grupo socioeconómico del mundo, a menudo llamado «la base de la pirámide», está compuesto por tres mil millones de personas que viven con menos de 2,50 dólares por día. Sin embargo, su demanda de atención sanitaria es significativa.
En los países de menores ingresos, nueve millones de personas, niños en su mayoría, mueren cada año por enfermedades infecciosas, incluidas la malaria, la diarrea y el SIDA. Esto es inaceptable, especialmente dada la disponibilidad de tratamientos para ellas. Creo, sin embargo, que los esfuerzos tradicionales de responsabilidad corporativa, como donar medicinas a los pacientes que no pueden solventar la atención sanitaria, ya no bastan. No se ocupan de la raíz del problema, que es mucho más profunda que una cuestión de precios.
Para lograr un impacto duradero sobre la atención de la salud y la calidad de vida en el mundo en vías de desarrollo tenemos que hacer foco en los grandes desafíos sociales que afectan al ecosistema de la atención sanitaria en general. Los más importantes entre estos desafíos son la educación sanitaria, la infraestructura y las redes de distribución.
Para garantizar sistemas de salud sostenibles, tenemos que ayudar a las comunidades a construir capacidades en esas áreas. Y debemos hacerlo en forma tal que no procure sencillamente implementar modelos «universales». Debemos personalizar nuestro enfoque en cada mercado para adaptarlo a las costumbres y las prioridades sanitarias locales.
Por ejemplo, en la India, 830 millones de personas viven en áreas rurales; esto presenta inmensos desafíos para la distribución de medicamentos. Como resultado, se estima que el 65 % de la población no tiene acceso a una atención sanitaria adecuada.
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Novartis ha logrado un cierto éxito en estas cuestiones a través de nuestro programa Arogya Parivar (Familia saludable). Arogya Parivar se centra en reclutar y capacitar a los residentes de poblados remotos para que se conviertan en «educadores de la salud», quienes, junto con médicos cualificados, organizan «campamentos de salud»: clínicas móviles que proporcionan acceso a evaluaciones médicas y una robusta cartera de opciones de tratamiento. Esto incluye productos seleccionados de venta libre, que vendemos en paquetes más pequeños y asequibles, para ayudar a los pacientes a mantener sus desembolsos semanales en niveles bajos. Desde que comenzó Arogya Parivar hemos mejorado el acceso a los medicamentos para 42 millones de pacientes en 33 000 poblados.
De manera semejante, en China, a pesar de la rápida urbanización, millones de personas aún viven en comunidades nómades y eso dificulta educar a los pacientes sobre cuestiones críticas para la salud, en especial sobre la prevención de enfermedades. Novartis buscó el canal más eficaz para llegar a esos pacientes y finalmente descubrió que enseñar a los niños sobre la salud y la higiene en las escuelas es lo que mejor funciona. Hemos logrado avances en la remota provincia china de Xinjiang a través de nuestra iniciativa Jian Kang Kuai Che (Salud exprés), que brinda a los profesionales médicos locales acceso a capacitación en hospitales urbanos a través de sesiones educativas y consultas remotas.
Finalmente, en África, aún hay países como Zambia, donde más de tres quintos de la población vive en áreas rurales, y muchos deben caminar o conducir largas distancias para ser atendidos. Además, la calidad de los medicamentos disponibles en las instalaciones de salud varía mucho y el aprovisionamiento no es confiable. Por eso hemos forjado una asociación con el gobierno zambiano para ampliar un sistema de farmacias en todo el país que provea medicamentos básicos a poblados remotos y construir la infraestructura de atención sanitaria del país.
También podemos esperar que la atención sanitaria móvil tenga un impacto positivo sobre la gestión de la cadena de aprovisionamiento, la educación y la conformidad en sitios como África. Mediante el programa SMS for Life (SMS para la vida), una innovadora asociación público-privada liderada por Novartis, usamos tecnología común, incluidos teléfonos móviles, mensajes de texto y tecnología de mapeado electrónico para el seguimiento semanal de las existencias de medicamentos contra la malaria en las instalaciones públicas de salud. Esto nos ha ayudado a mantener las existencias en niveles adecuados, ampliar el acceso a medicamentos esenciales y, esperamos, a reducir la cantidad de muertes por malaria en las zonas rurales de los países en vías de desarrollo.
Cada uno de estos programas o, como los llamamos, «empresas sociales», brinda beneficios sociales que van más allá de mejorar el acceso a la atención sanitaria o simplemente donar medicinas. Fortalecen la infraestructura local, mejoran la educación, generan empleo e impulsan el crecimiento económico.
Este es el tipo de cambio que necesitamos para crear un impacto duradero sobre los sistemas de atención sanitaria en el mundo. Tenemos que pensar en otras cosas además del precio de los medicamentos y las donaciones, y considerar cómo podemos ayudar a las comunidades a mantener una elevada calidad de vida una vez que la ayuda desaparece. Esto implica un cambio sustancial en nuestros modos de pensar, creo que debemos adoptarlo por el bien de la salud de nuestro mundo en el largo plazo.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.