La imagen en la pantalla del ordenador es impactante: un hombre acostado en una cama de hospital, con la cabeza vendada y largos hilos de sangre que corren desde la parte superior de su cuero cabelludo. El hombre, ahora sentado junto a mí, explica con algo de reticencia: "Por supuesto que debo continuar teniendo fe en el sistema legal chino, aunque debo admitir que este incidente ha aminorado un poco mi optimismo".
La imagen en la pantalla del ordenador es impactante: un hombre acostado en una cama de hospital, con la cabeza vendada y largos hilos de sangre que corren desde la parte superior de su cuero cabelludo. El hombre, ahora sentado junto a mí, explica con algo de reticencia: "Por supuesto que debo continuar teniendo fe en el sistema legal chino, aunque debo admitir que este incidente ha aminorado un poco mi optimismo".