NUEVA YORK – Digamos que es un signo de los tiempos. Casi todos los meses una crisis de agua se convierte en noticia de primera plana en algún lugar del mundo. A principios de agosto, la floración de algas en el Lago Erie, consecuencia de la escorrentía agrícola, contaminó el agua potable en Toledo, Ohio. En septiembre, las represas de la provincia china de Henan se secaron, lo que ocasionó que los cultivos se marchitaran y obligó a algunos residentes a beber agua de los charcos. Avanzado octubre, la ciudad india de Hyderabad se enteró que su suministro de agua podría ser desviado el próximo año para uso agrícola río arriba. Esto dejaría a ocho millones de personas sin saber de dónde abastecerse de los 720 millones de litros de agua que necesitan a diario.
Los funcionarios de las ciudades responden a dichas crisis de suministro mediante mejoras de la infraestructura hídrica, en específico, con la perforación, la construcción de presas y la instalación de tuberías. Diariamente, las 100 ciudades más grandes del mundo transportan 3.2 millones de metros cúbicos de agua a lo largo de más de 5,700 kilómetros para hacer frente a la escasez de agua local o problemas debido a la contaminación. Sin embargo, esta es una solución onerosa que solo las ciudades más ricas pueden pagar. También provoca fricciones entre funcionarios y ecologistas, que hacen campañas para que se restrinja crecimiento urbano a fin de reducir la presión sobre los bosques y las cuencas. Por suerte, no es la única opción.
Así bien, la naturaleza puede tener una influencia importante –que hasta ahora se ha inutilizado– en el suministro y tratamiento del agua. Proteger el agua desde el lugar donde nace puede ser más asequible y más eficaz que tratarla después de que se ha contaminado. En un nuevo informe, mis colegas de The Nature Conservancy, C40 Climate Leadership Group (Grupo de Liderazgo C40 sobre el Clima) y la International Water Association (Asociación de Agua Internacional) muestran que la inversión en medidas de protección de los bosques, la reforestación, la restauración de las riberas de los caudales, mejores prácticas agrícolas y la gestión de los incendios forestales, puede reducir la cantidad de contaminantes que fluyen a las fuentes de suministro de agua potable.
El informe “The Urban Water Blueprint” analiza el estado del suministro de agua en 534 ciudades y 2,000 cuencas a fin de ofrecer una estudio exhaustivo de las soluciones naturales potenciales que se pueden integrar usando infraestructura tradicional. Los resultados son alentadores. Se podría mejorar significativamente la calidad del agua para más de 700 millones de personas mediante la adopción de medidas de conservación en cuencas. Además, al menos una de las cuatro ciudades estudiadas podrá acceder en términos financieros a dichas acciones, tan solo con los ahorros generados por evitar los costos del tratamiento del agua.
En algunos lugares, esas medidas ya se han introducido. Por ejemplo, a los agricultores que tienen tierras cerca de Beijing se les ha pagado para que cambien sus cultivos de arroz a maíz. Los plantíos de arroz deben estar constantemente inundados y, debido a que a menudo están en pendientes pronunciadas, hay escorrentías significativas de fertilizantes y sedimento. Cambiar al cultivo de maíz no solo reduce el consumo de agua, sino que reduce la cantidad de contaminantes que afectan a los habitantes de la ciudad río abajo. La aplicación del programa cuesta aproximadamente 1,330 dólares por hectárea, pero produce beneficios de 2,020 dólares por hectárea.
En Brasil, se está utilizando un fondo de conservación del agua para restablecer la cuenca de Cantareira, que es la fuente del 50% del agua de Sao Paulo. La zona ha perdido el 70% de su cubierta forestal original y los sedimentos de la erosión de los cerros han obstruido la represa de la ciudad, lo que pone en riesgo el suministro de agua a la ciudad más grande de Brasil. En el marco del nuevo programa, se paga a los agricultores y ganaderos 120 dólares por hectárea para que reforesten sus tierras o hagan terrazas en ellas. Hasta ahora, en aproximadamente 3,500 hectáreas se han plantado árboles o se han mejorado las prácticas de manejo del suelo. Mediante la reforestación de 14,200 hectáreas adicionales se podría reducir a la mitad la concentración de sedimentos en la cuenca.
Los ahorros generados con estos programas se deben de ver en el contexto de los 90,000 millones de dólares por año que las ciudades gastan para construir plantas de tratamiento del agua, tuberías y otros componentes de la infraestructura para el agua. Los autores del informe, The Urban Water Blueprint estiman que se podrían orientar productivamente más de 18,000 millones de dólares al desarrollo de actividades de conservación, lo que generaría ahorros para las ciudades y crearía un nuevo mercado comparable en tamaño al mercado de tecnologías del agua existentes.
Sin embargo, si estas soluciones se van a adoptar con la magnitud necesaria, los ecologistas y los funcionarios de las ciudades tendrán que ampliar el margen de sus actividades tradicionales. Los ecologistas tendrán que integrar la idea de que la conservación no significa solamente proteger paisajes prístinos. A veces también se necesita mejorar las tierras para la producción. En efecto, estas son las áreas donde puede haber las soluciones más efectivas y rentables. La calidad del agua mejoraría para 600 millones de personas si el uso que se hace de ésta en granjas y ranchos operando alrededor de cuencas se limitara la escorrentía y restauran las riberas de caudales.
Mientras tanto, los funcionarios de las ciudades tienen que pensar más allá de las fronteras de sus municipalidades. Las cien ciudades más importantes del mundo ocupan mucho menos del 1% de la tierra del planeta, pero las cuencas de las que dependen representan un 12%. Visto que muchas ciudades comparten los recursos hídricos, se necesitarán mecanismos financieros entre jurisdicciones y un sentido compartido de compromiso para proteger y restaurar las fuentes naturales de agua limpia. Para el desarrollo de estas asociaciones se requerirá la cooperación de una amplia variedad de grupos de interés, a los que habrá que persuadir a fin de conseguir su respaldo en los esfuerzos encaminados a mejorar el suministro de agua. Los agricultores y rancheros deben ser los primeros que se comprometan a ayudar.
El uso de tierras y la seguridad del agua están relacionados estrechamente. Al integrar infraestructura natural y tradicional hídrica, las ciudades no solo estarán asegurando su suministro futuro de agua, sino que también redefinirán un mejor panorama de nuestro planeta.
Traducción de Kena Nequiz
NUEVA YORK – Digamos que es un signo de los tiempos. Casi todos los meses una crisis de agua se convierte en noticia de primera plana en algún lugar del mundo. A principios de agosto, la floración de algas en el Lago Erie, consecuencia de la escorrentía agrícola, contaminó el agua potable en Toledo, Ohio. En septiembre, las represas de la provincia china de Henan se secaron, lo que ocasionó que los cultivos se marchitaran y obligó a algunos residentes a beber agua de los charcos. Avanzado octubre, la ciudad india de Hyderabad se enteró que su suministro de agua podría ser desviado el próximo año para uso agrícola río arriba. Esto dejaría a ocho millones de personas sin saber de dónde abastecerse de los 720 millones de litros de agua que necesitan a diario.
Los funcionarios de las ciudades responden a dichas crisis de suministro mediante mejoras de la infraestructura hídrica, en específico, con la perforación, la construcción de presas y la instalación de tuberías. Diariamente, las 100 ciudades más grandes del mundo transportan 3.2 millones de metros cúbicos de agua a lo largo de más de 5,700 kilómetros para hacer frente a la escasez de agua local o problemas debido a la contaminación. Sin embargo, esta es una solución onerosa que solo las ciudades más ricas pueden pagar. También provoca fricciones entre funcionarios y ecologistas, que hacen campañas para que se restrinja crecimiento urbano a fin de reducir la presión sobre los bosques y las cuencas. Por suerte, no es la única opción.
Así bien, la naturaleza puede tener una influencia importante –que hasta ahora se ha inutilizado– en el suministro y tratamiento del agua. Proteger el agua desde el lugar donde nace puede ser más asequible y más eficaz que tratarla después de que se ha contaminado. En un nuevo informe, mis colegas de The Nature Conservancy, C40 Climate Leadership Group (Grupo de Liderazgo C40 sobre el Clima) y la International Water Association (Asociación de Agua Internacional) muestran que la inversión en medidas de protección de los bosques, la reforestación, la restauración de las riberas de los caudales, mejores prácticas agrícolas y la gestión de los incendios forestales, puede reducir la cantidad de contaminantes que fluyen a las fuentes de suministro de agua potable.
El informe “The Urban Water Blueprint” analiza el estado del suministro de agua en 534 ciudades y 2,000 cuencas a fin de ofrecer una estudio exhaustivo de las soluciones naturales potenciales que se pueden integrar usando infraestructura tradicional. Los resultados son alentadores. Se podría mejorar significativamente la calidad del agua para más de 700 millones de personas mediante la adopción de medidas de conservación en cuencas. Además, al menos una de las cuatro ciudades estudiadas podrá acceder en términos financieros a dichas acciones, tan solo con los ahorros generados por evitar los costos del tratamiento del agua.
En algunos lugares, esas medidas ya se han introducido. Por ejemplo, a los agricultores que tienen tierras cerca de Beijing se les ha pagado para que cambien sus cultivos de arroz a maíz. Los plantíos de arroz deben estar constantemente inundados y, debido a que a menudo están en pendientes pronunciadas, hay escorrentías significativas de fertilizantes y sedimento. Cambiar al cultivo de maíz no solo reduce el consumo de agua, sino que reduce la cantidad de contaminantes que afectan a los habitantes de la ciudad río abajo. La aplicación del programa cuesta aproximadamente 1,330 dólares por hectárea, pero produce beneficios de 2,020 dólares por hectárea.
En Brasil, se está utilizando un fondo de conservación del agua para restablecer la cuenca de Cantareira, que es la fuente del 50% del agua de Sao Paulo. La zona ha perdido el 70% de su cubierta forestal original y los sedimentos de la erosión de los cerros han obstruido la represa de la ciudad, lo que pone en riesgo el suministro de agua a la ciudad más grande de Brasil. En el marco del nuevo programa, se paga a los agricultores y ganaderos 120 dólares por hectárea para que reforesten sus tierras o hagan terrazas en ellas. Hasta ahora, en aproximadamente 3,500 hectáreas se han plantado árboles o se han mejorado las prácticas de manejo del suelo. Mediante la reforestación de 14,200 hectáreas adicionales se podría reducir a la mitad la concentración de sedimentos en la cuenca.
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Los ahorros generados con estos programas se deben de ver en el contexto de los 90,000 millones de dólares por año que las ciudades gastan para construir plantas de tratamiento del agua, tuberías y otros componentes de la infraestructura para el agua. Los autores del informe, The Urban Water Blueprint estiman que se podrían orientar productivamente más de 18,000 millones de dólares al desarrollo de actividades de conservación, lo que generaría ahorros para las ciudades y crearía un nuevo mercado comparable en tamaño al mercado de tecnologías del agua existentes.
Sin embargo, si estas soluciones se van a adoptar con la magnitud necesaria, los ecologistas y los funcionarios de las ciudades tendrán que ampliar el margen de sus actividades tradicionales. Los ecologistas tendrán que integrar la idea de que la conservación no significa solamente proteger paisajes prístinos. A veces también se necesita mejorar las tierras para la producción. En efecto, estas son las áreas donde puede haber las soluciones más efectivas y rentables. La calidad del agua mejoraría para 600 millones de personas si el uso que se hace de ésta en granjas y ranchos operando alrededor de cuencas se limitara la escorrentía y restauran las riberas de caudales.
Mientras tanto, los funcionarios de las ciudades tienen que pensar más allá de las fronteras de sus municipalidades. Las cien ciudades más importantes del mundo ocupan mucho menos del 1% de la tierra del planeta, pero las cuencas de las que dependen representan un 12%. Visto que muchas ciudades comparten los recursos hídricos, se necesitarán mecanismos financieros entre jurisdicciones y un sentido compartido de compromiso para proteger y restaurar las fuentes naturales de agua limpia. Para el desarrollo de estas asociaciones se requerirá la cooperación de una amplia variedad de grupos de interés, a los que habrá que persuadir a fin de conseguir su respaldo en los esfuerzos encaminados a mejorar el suministro de agua. Los agricultores y rancheros deben ser los primeros que se comprometan a ayudar.
El uso de tierras y la seguridad del agua están relacionados estrechamente. Al integrar infraestructura natural y tradicional hídrica, las ciudades no solo estarán asegurando su suministro futuro de agua, sino que también redefinirán un mejor panorama de nuestro planeta.
Traducción de Kena Nequiz