PARÍS – Comparar a los demagogos actuales con Adolf Hitler es casi siempre mala idea. Es un alarmismo que tiende a trivializar los horrores reales del régimen nazi, y distrae la atención de nuestros propios problemas políticos. Pero aunque el alarmismo es contraproducente, subsiste una pregunta: ¿en qué momento las democracias están realmente en peligro? Lo que hace pocos años era inimaginable (un presidente estadounidense que insulta a aliados democráticos y elogia a dictadores, que llama a los medios de prensa libres “enemigos del pueblo”, que encierra a refugiados y los separa de sus hijos) se ha vuelto casi normal hoy. ¿Cuándo será demasiado tarde para dar la alarma?
PARÍS – Comparar a los demagogos actuales con Adolf Hitler es casi siempre mala idea. Es un alarmismo que tiende a trivializar los horrores reales del régimen nazi, y distrae la atención de nuestros propios problemas políticos. Pero aunque el alarmismo es contraproducente, subsiste una pregunta: ¿en qué momento las democracias están realmente en peligro? Lo que hace pocos años era inimaginable (un presidente estadounidense que insulta a aliados democráticos y elogia a dictadores, que llama a los medios de prensa libres “enemigos del pueblo”, que encierra a refugiados y los separa de sus hijos) se ha vuelto casi normal hoy. ¿Cuándo será demasiado tarde para dar la alarma?