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¿Vendrán más trabajadores cualificados con Trump?

WASHINGTON, DC – Donald Trump todavía no asumió el cargo y ya se ha abierto una fisura en su coalición política. Empezó cuando Trump eligió a Sriram Krishnan, estadounidense de ascendencia india y aliado de Elon Musk, como alto asesor de la Casa Blanca sobre inteligencia artificial. Krishnan había defendido que se eliminaran los límites al otorgamiento de permisos de residencia (la «green card»), y su nombramiento desencadenó una reacción antiinmigración en las redes sociales.

La disputa gira en torno de la oposición de la facción nativista de la que forman parte Steve Bannon y Laura Loomer a que se incremente la inmigración legal a Estados Unidos, algo de lo que en cambio es partidaria el ala tecnológica de la coalición de Trump, que incluye a Elon Musk y Vivek Ramaswamy.

Trump intervino y expresó su apoyo a la inmigración de trabajadores cualificados; al hacerlo, optó por la prosperidad y competitividad estadounidense a largo plazo frente a la decadencia y a una defectuosa visión de la economía como un juego de suma cero.

Los inmigrantes altamente cualificados impulsan la innovación, motor del crecimiento económico a largo plazo. Generan más patentes que los nativos. Además, está comprobado que entre los innovadores inmigrantes y los nativos se da un proceso de aumento mutuo de la productividad; esto hace pensar que la combinación de fuentes diversas de conocimientos es un componente importante del descubrimiento científico y de la invención.

El aporte emprendedor de los inmigrantes altamente cualificados (fundadores de muchas de las empresas que estimulan el crecimiento del empleo en la economía estadounidense) es crucial para la prosperidad a largo plazo. Un estudio reciente de los economistas Michel Beine, Giovanni Peri y Morgan Raux halló un vínculo positivo entre la proporción de estudiantes de máster nacidos en el extranjero en las universidades estadounidenses y la creación de startups en el país. Más de un tercio de esas startups surgen de la colaboración entre graduados extranjeros y nativos.

Estos resultados benefician a todos los estadounidenses; por eso en un informe reciente del Bipartisan Policy Center, donde se esboza un posible «gran acuerdo» en relación con varias áreas de formulación de políticas, mis coautores y yo defendemos la necesidad de ampliar la inmigración altamente cualificada.

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El Congreso debería modificar el sistema migratorio estadounidense, que hoy está centrado en la reunificación familiar, para dar más importancia a la contratación de trabajadores. En los últimos años, más de la mitad de los permisos de residencia se otorgaron a familiares directos de ciudadanos estadounidenses, y la segunda categoría más numerosa de beneficiarios correspondió a miembros de la familia extendida. Menos de uno de cada seis permisos se otorga con fines laborales; en nuestro informe proponemos duplicar la cantidad anual de estos permisos.

Un paso sencillo en esta dirección sería dejar de repatriar a los graduados de universidades estadounidenses nacidos en el extranjero. En 2023, más de un tercio de todos los doctorados en disciplinas científicas y de ingeniería otorgados en Estados Unidos, incluido el 45% de los doctorados en física, y más de la mitad de los doctorados en informática y economía correspondieron a graduados extranjeros; pero sólo a unos pocos se les permitió quedarse en el país después de graduarse.

Expulsar a estos científicos justo cuando pueden empezar a hacer aportes importantes a la vida social y económica es un acto de autosabotaje económico. Habría que darles el permiso de residencia junto con el diploma, y hay registro de que Trump está de acuerdo con esta idea.

En septiembre, dijo a Marc A. Thiessen, columnista del Washington Post: «Si pasas cuatro años en la universidad [y eres nacido en el extranjero], creo que deberías obtener la green card junto con tu diploma». Y añadió: «En muchos casos estos jóvenes vuelven a la India, o al país de donde vinieron», cuando podrían estar contribuyendo a la economía estadounidense.

Pero hay razones para dudar de que en su segundo mandato Trump aumente la inmigración legal; esto incluye el historial de su primer gobierno, que intentó reducir a la mitad el otorgamiento anual de permisos de residencia, llevó a casi el doble la tasa que se cobra a los titulares de permisos que piden la ciudadanía y denegó visados a inmigrantes que no pudieran demostrar que tenían seguro médico.

Y otros antecedentes de su primer mandato (prohibir la inmigración desde siete países de mayoría musulmana, la retórica xenófoba y la horrible política de separación de familias en la frontera) hacen pensar en una profunda hostilidad hacia los inmigrantes. No quiere decir necesariamente que Trump no esté de acuerdo con que haya más inmigración laboral, pero plantea serias dudas sobre su voluntad de avanzar en esta dirección.

Aun así, no hay que desestimar las declaraciones explícitas de Trump en apoyo del aumento de la inmigración altamente cualificada y de la concesión de permisos de residencia a graduados de universidades estadounidenses nacidos en el extranjero. Tampoco es posible pasar por alto su decisión de alinearse con el ala tecnológica de su coalición en el altercado de diciembre.

Desde un punto de vista económico, otro motivo para el optimismo es que las políticas de inmigración del primer gobierno de Trump pusieron el énfasis en frenar la inmigración ilegal, no la legal. Es verdad que el principal asesor de Trump en la materia, Stephen Miller, también es muy contrario a la inmigración legal. Pero los funcionarios proempresa del primer gobierno de Trump mantuvieron a raya a Miller y sus aliados. Musk se dispone a tener un papel similar en la administración entrante, y es muy posible que gane estas batallas.

Lo que está en juego aquí es mucho más amplio. Trump es menos trumpiano y populista que muchos de sus partidarios nativistas, incluidos algunos funcionarios de su próxima administración. En varias cuestiones económicas importantes (impuestos, defensa de la competencia, innovación y, al parecer, entrada de trabajadores cualificados), las opiniones de Trump son mucho más cercanas a las de los republicanos tradicionales que a las que defienden los nacionalpopulistas predominantes en su movimiento político.

La pregunta clave es sencilla: Cuando el ala nativista choque con los conservadores proempresa o con la comunidad tecnológica, ¿quién ganará? La respuesta es incierta. Pero por ahora, hay que anotar una victoria para los emprendedores tecnológicos y para la prosperidad a largo plazo de los trabajadores y de las familias estadounidenses.

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