WASHINGTON D. C. – El cambio climático inducido por los seres humanos está causando amplias perturbaciones ambientales y afectando las vidas de miles de millones de personas en todo el mundo. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), el planeta enfrentará peligros climáticos inevitables durante las próximas dos décadas. Pero, considerando que las emisiones promedio de gases de efecto invernadero entre 2010 y 2019 fueron las máximas históricas, sencillamente no estamos haciendo lo suficiente para limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
El informe del GIECC publicado en abril recomienda que el mundo reduzca rápidamente la oferta y demanda de combustibles fósiles a partir de ahora hasta 2050: el 95 % en el caso del carbón, el 60 % para el petróleo y el 45 % para el gas natural. Pero, ¿cómo podemos cumplir esas metas tan ambiciosas?
La respuesta es el hidrógeno verde, que se puede producir a partir de todos los tipos de energías renovables, como la solar, eólica, hídrica y geotérmica. El hidrógeno verde es un combustible con emisiones netas nulas (cuando se lo genera mediante la electrólisis, la única «emisión» es agua). Es una solución práctica e implementable que ayudaría a revolucionar la manera en que usamos la energía en el planeta gracias a la democratización de la energía, la descarbonización de la industria pesada y la creación de puestos de trabajo en todo el mundo.
Una aceleración rápida de la transición hacia la energía verde también puede alterar fundamentalmente el panorama geopolítico, ya que los países dejarán de ser poderosos simplemente por el hecho de producir combustibles fósiles. En 2021, el 34 % del petróleo crudo y el 53 % de la hulla que utilizan las usinas y acerías alemanas provino de Rusia. Los gasoductos desde Rusia eran la fuente de importaciones de gas más importante para Alemania en diciembre de 2021 (representaban el 32 % de la oferta). Desde que el presidente ruso Vladímir Putin lanzó la espantosa e injusta guerra contra Ucrania en febrero, las exportaciones de combustibles fósiles a Europa le proporcionaron aproximadamente mil millones de dólares por día.
Pero, desde el inicio de la invasión en febrero, los países de la Unión Europea en particular actuaron rápidamente para reducir su dependencia energética de Rusia y acordaron recientemente la prohibición de todas las importaciones por mar del petróleo ruso. Esas nuevas sanciones contra la máquina de guerra de Putin podrían reducir la cantidad de petróleo que la UE le compra a Rusia en un 90 % este año. Estados Unidos declaró la completa prohibición de las importaciones de petróleo, el gas y carbón rusos, mientras que el Reino Unido está reduciendo gradualmente sus importaciones para eliminarlas a fines de 2022.
Esas políticas dispararon los precios de los combustibles, pero la brusca suba de los precios también resaltó la oportunidad para reducir los costos energéticos a través de la inversión en energías renovables y la producción de hidrógeno verde.
Las nuevas investigaciones sugieren que el hidrógeno verde podrá competir con los combustibles fósiles en la próxima década. Se prevé que el costo del hidrógeno verde disminuirá significativamente para 2025 y caerá a 1 dólar por kilogramo para 2030 en los lugares favorables como Australia. Comparemos eso con el hidrógeno gris, que se produce con gas natural licuado (GNL) —que contamina—, cuyo costo actual es de 2 dólares por kilogramo.
Hay quienes proponen usar GNL para «solucionar» la actual crisis energética y de seguridad, pero el «gas natural» contiene metano y el GIECC dice que debemos reducir su uso en casi un 45 % para 2050. Aumentar su participación en la matriz energética sería un error catastrófico.
Tenemos entonces una carrera mundial hacia la energía verde y, específicamente, el hidrógeno verde. Hay docenas de países con fuentes abundantes de energías renovables que pueden desarrollar su independencia energética a través de la producción a gran escala de hidrógeno verde. Y los importadores de energía no tendrán que depender solo de unos pocos países (como Rusia) que cuenten con combustibles fósiles.
En un informe reciente, la Agencia Internacional de Energías Renovables afirmó que el hidrógeno (verde) puede impulsar la seguridad energética principalmente de tres maneras: reduciría la dependencia de las importaciones, mitigaría la volatilidad de los precios, y aumentaría la flexibilidad y capacidad de recuperación de los sistemas energéticos a través de la diversificación A medida que mejoren las tecnologías, caerá el costo del hidrógeno verde. Debemos hacer todo lo posible para acelerar este proceso.
Las empresas como Fortescue, de cuyo directorio soy parte, están invirtiendo significativamente en el hidrógeno verde y ayudarán a reemplazar los combustibles fósiles rusos con energía verde. Fortescue anunció recientemente un acuerdo con el mayor distribuidor de energía eléctrica de Alemania, E.ON, para proporcionar a Europa 5 millones de toneladas de hidrógeno verde al año para 2030, que equivalen a un tercio del valor calórico de la energía que Alemania importa actualmente desde Rusia.
Pero, aunque los rápidos cambios en los panoramas energéticos y geopolítico presentan una clara oportunidad para combatir las crisis energética y climática simultáneamente a través de la inversión en energía verde, se percibe claramente una injusticia cuando los países desarrollados afirman que las economías en vías de desarrollo con emisiones relativamente bajas deben dejar de usar combustibles fósiles. ¿Por qué habrían de arriesgarse a desacelerar su desarrollo para solucionar un problema que no causaron en modo alguno?
Es una pregunta válida. Los responsables de las políticas tendrán que considerar los intereses de los países en vías de desarrollo durante la transición verde, y ampliar el financiamiento y los incentivos para la incorporación de las energías limpias como base de la industrialización.
El mundo está claramente ante una disyuntiva. Podemos seguir atrapados en un futuro costoso y contaminante, terriblemente ineficiente y que solo empoderará a un puñado de países ricos en combustibles fósiles, o podemos elegir la revolución verde de las energías de bajo costo para todos, que protegerán a nuestro futuro de la contaminación, el calentamiento global y los dictadores. Dado que la energía verde tiene el poder de democratizar la oferta mundial a medida que más países logren su independencia energética, la elección no es difícil.
Traducción al español por Ant-Translation
WASHINGTON D. C. – El cambio climático inducido por los seres humanos está causando amplias perturbaciones ambientales y afectando las vidas de miles de millones de personas en todo el mundo. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), el planeta enfrentará peligros climáticos inevitables durante las próximas dos décadas. Pero, considerando que las emisiones promedio de gases de efecto invernadero entre 2010 y 2019 fueron las máximas históricas, sencillamente no estamos haciendo lo suficiente para limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
El informe del GIECC publicado en abril recomienda que el mundo reduzca rápidamente la oferta y demanda de combustibles fósiles a partir de ahora hasta 2050: el 95 % en el caso del carbón, el 60 % para el petróleo y el 45 % para el gas natural. Pero, ¿cómo podemos cumplir esas metas tan ambiciosas?
La respuesta es el hidrógeno verde, que se puede producir a partir de todos los tipos de energías renovables, como la solar, eólica, hídrica y geotérmica. El hidrógeno verde es un combustible con emisiones netas nulas (cuando se lo genera mediante la electrólisis, la única «emisión» es agua). Es una solución práctica e implementable que ayudaría a revolucionar la manera en que usamos la energía en el planeta gracias a la democratización de la energía, la descarbonización de la industria pesada y la creación de puestos de trabajo en todo el mundo.
Una aceleración rápida de la transición hacia la energía verde también puede alterar fundamentalmente el panorama geopolítico, ya que los países dejarán de ser poderosos simplemente por el hecho de producir combustibles fósiles. En 2021, el 34 % del petróleo crudo y el 53 % de la hulla que utilizan las usinas y acerías alemanas provino de Rusia. Los gasoductos desde Rusia eran la fuente de importaciones de gas más importante para Alemania en diciembre de 2021 (representaban el 32 % de la oferta). Desde que el presidente ruso Vladímir Putin lanzó la espantosa e injusta guerra contra Ucrania en febrero, las exportaciones de combustibles fósiles a Europa le proporcionaron aproximadamente mil millones de dólares por día.
Pero, desde el inicio de la invasión en febrero, los países de la Unión Europea en particular actuaron rápidamente para reducir su dependencia energética de Rusia y acordaron recientemente la prohibición de todas las importaciones por mar del petróleo ruso. Esas nuevas sanciones contra la máquina de guerra de Putin podrían reducir la cantidad de petróleo que la UE le compra a Rusia en un 90 % este año. Estados Unidos declaró la completa prohibición de las importaciones de petróleo, el gas y carbón rusos, mientras que el Reino Unido está reduciendo gradualmente sus importaciones para eliminarlas a fines de 2022.
Esas políticas dispararon los precios de los combustibles, pero la brusca suba de los precios también resaltó la oportunidad para reducir los costos energéticos a través de la inversión en energías renovables y la producción de hidrógeno verde.
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Las nuevas investigaciones sugieren que el hidrógeno verde podrá competir con los combustibles fósiles en la próxima década. Se prevé que el costo del hidrógeno verde disminuirá significativamente para 2025 y caerá a 1 dólar por kilogramo para 2030 en los lugares favorables como Australia. Comparemos eso con el hidrógeno gris, que se produce con gas natural licuado (GNL) —que contamina—, cuyo costo actual es de 2 dólares por kilogramo.
Hay quienes proponen usar GNL para «solucionar» la actual crisis energética y de seguridad, pero el «gas natural» contiene metano y el GIECC dice que debemos reducir su uso en casi un 45 % para 2050. Aumentar su participación en la matriz energética sería un error catastrófico.
Tenemos entonces una carrera mundial hacia la energía verde y, específicamente, el hidrógeno verde. Hay docenas de países con fuentes abundantes de energías renovables que pueden desarrollar su independencia energética a través de la producción a gran escala de hidrógeno verde. Y los importadores de energía no tendrán que depender solo de unos pocos países (como Rusia) que cuenten con combustibles fósiles.
En un informe reciente, la Agencia Internacional de Energías Renovables afirmó que el hidrógeno (verde) puede impulsar la seguridad energética principalmente de tres maneras: reduciría la dependencia de las importaciones, mitigaría la volatilidad de los precios, y aumentaría la flexibilidad y capacidad de recuperación de los sistemas energéticos a través de la diversificación A medida que mejoren las tecnologías, caerá el costo del hidrógeno verde. Debemos hacer todo lo posible para acelerar este proceso.
Las empresas como Fortescue, de cuyo directorio soy parte, están invirtiendo significativamente en el hidrógeno verde y ayudarán a reemplazar los combustibles fósiles rusos con energía verde. Fortescue anunció recientemente un acuerdo con el mayor distribuidor de energía eléctrica de Alemania, E.ON, para proporcionar a Europa 5 millones de toneladas de hidrógeno verde al año para 2030, que equivalen a un tercio del valor calórico de la energía que Alemania importa actualmente desde Rusia.
Pero, aunque los rápidos cambios en los panoramas energéticos y geopolítico presentan una clara oportunidad para combatir las crisis energética y climática simultáneamente a través de la inversión en energía verde, se percibe claramente una injusticia cuando los países desarrollados afirman que las economías en vías de desarrollo con emisiones relativamente bajas deben dejar de usar combustibles fósiles. ¿Por qué habrían de arriesgarse a desacelerar su desarrollo para solucionar un problema que no causaron en modo alguno?
Es una pregunta válida. Los responsables de las políticas tendrán que considerar los intereses de los países en vías de desarrollo durante la transición verde, y ampliar el financiamiento y los incentivos para la incorporación de las energías limpias como base de la industrialización.
El mundo está claramente ante una disyuntiva. Podemos seguir atrapados en un futuro costoso y contaminante, terriblemente ineficiente y que solo empoderará a un puñado de países ricos en combustibles fósiles, o podemos elegir la revolución verde de las energías de bajo costo para todos, que protegerán a nuestro futuro de la contaminación, el calentamiento global y los dictadores. Dado que la energía verde tiene el poder de democratizar la oferta mundial a medida que más países logren su independencia energética, la elección no es difícil.
Traducción al español por Ant-Translation