BEIJING – Atascos portuarios, largas demoras marítimas y costos de transporte siderales son prueba de los estragos que la COVID‑19 sigue haciendo en las cadenas globales de valor (CGV). Las empresas están reconsiderando la ubicación (o reubicación) de la producción, cuánta redundancia necesitan (o no) sus operaciones y los inventarios que deben mantener como protección contra perturbaciones futuras. Los efectos repercuten en toda la economía global, suman incertidumbres y frenan la recuperación. Además, mientras las autoridades se reúnen en Glasgow para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), hay cada vez más presión en el sentido de descarbonizar la producción y el transporte en toda la extensión de las CGV.
BEIJING – Atascos portuarios, largas demoras marítimas y costos de transporte siderales son prueba de los estragos que la COVID‑19 sigue haciendo en las cadenas globales de valor (CGV). Las empresas están reconsiderando la ubicación (o reubicación) de la producción, cuánta redundancia necesitan (o no) sus operaciones y los inventarios que deben mantener como protección contra perturbaciones futuras. Los efectos repercuten en toda la economía global, suman incertidumbres y frenan la recuperación. Además, mientras las autoridades se reúnen en Glasgow para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), hay cada vez más presión en el sentido de descarbonizar la producción y el transporte en toda la extensión de las CGV.