WASHINGTON, DC – En la noche del 14 de marzo, el ciclón tropical Idai azotó las costas del sudeste de África. El mismo día, poco más de 2.700 kilómetros al norte, yo me reunía con líderes globales y expertos en clima en la tercera Cumbre Un Planeta (OPS por su sigla en inglés) en Nairobi, Kenia. Las dos escenas no podrían haber sido más diferentes –o haber estado más estrechamente relacionadas.
La emergencia humanitaria generada por Idai no ha acabado. Beira, Mozambique, con sus más de 500.000 residentes, soportó el peor impacto del ciclón. Pero las consecuencias se extienden mucho más allá, sobre todo porque en Beira se encuentra el principal puerto para algunos de sus vecinos regionales, entre ellos Malawi y Zimbabue que no tienen salida al mar. Un lago interior del tamaño de Luxemburgo hoy está desplazando a cientos de miles de personas en tres continentes.
En un momento en que el cambio climático hace que las catástrofes climáticas se tornen más comunes, Idai representa un claro recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de fomentar la resiliencia, especialmente en las zonas más vulnerables. Después de todo, como deja bien en claro el presupuesto agotado de Beira, los costos de esperar que golpee el desastre son mucho más altos. Según el Índice de Riesgo de las Ciudades de Lloyd’s, hasta en un escenario conservador, los riesgos vinculados con el clima podrían costarles a las ciudades 123.000 millones anuales, en promedio, en pérdidas del PIB.
El desafío se verá agravado en tanto los efectos adversos del cambio climático en la agricultura y otros sustentos rurales aceleren la urbanización que ya es acelerada. En el África subsahariana, la cantidad de pobladores urbanos, que ya excede los 470 millones de personas, va a duplicarse en los próximos 25 años. En 2050, se espera que la región responda por el 20% de los residentes urbanos del mundo.
Pero la rápida urbanización también puede servir como una oportunidad para construir ciudades resilientes al clima. Para aprovechar esta oportunidad hará falta movilizar altos volúmenes de inversión en áreas como la gestión del agua respetuosa del medio ambiente, el transporte limpio y los edificios ecológicos.
La movilización del financiamiento climático fue un tema central en la OPS de este año, y África fue la región principal de interés. Los participantes, entre los que estaban algunos de mis colegas del Grupo Banco Mundial, así como jefes de Estado, organizaciones de la sociedad civil y actores del sector privado, propusieron el Compromiso de África, que contiene un conjunto de compromisos destinados a acelerar una acción climática que sirva a los pueblos del continente.
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
Como parte del Compromiso de África, el Banco Mundial anunció que le entregará a África 22.500 millones de dólares en nuevo financiamiento para el clima entre 2021 y 2025. Este financiamiento, combinado con el Plan de Acción sobre Adaptación y Resiliencia del Grupo Banco Mundial, posiciona mejor a los países africanos para descubrir oportunidades de inversión y gestionar los riesgos de un clima cambiante.
Sin embargo, aún con este tipo de financiamiento de instituciones internacionales, los costos de generar resiliencia climática excederán, en mucho, los presupuestos públicos. Movilizar capital privado será crucial para cerrar la brecha de financiamiento, y aquí el papel de la Corporación Financiera Internacional –la mayor institución de desarrollo global centrada exclusivamente en el sector privado en los países en desarrollo- es esencial. En particular, la CFI, miembro del Grupo del Banco Mundial, ha venido desarrollando e implementando productos de financiamiento innovadores, como los bonos verdes y los créditos de carbono, para permitir que actores del sector privado inviertan en mitigación del clima y esfuerzos de adaptación.
El mercado de bonos verdes por sí solo, después de una década de rápido crecimiento, va camino a superar los 180.000 millones de dólares este año, y la CFI está ansiosa por ayudar al mundo a aprovechar la oportunidad inigualable en el financiamiento climático que representa este mercado. En 2016, la CFI creó el Bono Bosques, un instrumento único que les da a los inversores la opción de un reembolso en efectivo o créditos de carbono que se pueden utilizar para respaldar la conservación forestal. Y el año pasado, la CFI creó el fondo de bonos verdes más grande del mundo dedicado a los mercados emergentes, el fondo Emerging Green One de Amundi Planet, comprometiendo 256 millones de dólares para aumentar la capacidad de los bancos de mercados emergentes de financiar inversiones respetuosas del medio ambiente. Estos esfuerzos le valieron a la CFI el título de Banco de Desarrollo de Bonos Verdes de 2018 en los Premios Pioneros de Bonos Verdes de este año.
Pero inclusive con los instrumentos más innovadores, no habrá inversión privada suficiente en el futuro si los gobiernos no crean las condiciones correctas. Para atraer inversión privada a proyectos respetuosos del clima y generar una cartera de proyectos viables, las ciudades y los países de África debe mejorar su capacidad crediticia e impulsar la comerciabilidad de los proyectos.
Los réditos de estos esfuerzos serían enormes. Un estudio reciente de la CFI, Oportunidades de Inversión en Clima en Ciudades, estima que las ciudades de los mercados emergentes podrían atraer más de 29,4 billones de dólares en inversiones acumulativas relacionadas con el clima para 2030 en seis sectores fundamentales: edificios ecológicos, transporte público, vehículos eléctricos, energía renovable, sistemas de agua respetuosos del medio ambiente e infraestructura y gestión de los residuos.
Por supuesto, la composición específica de las oportunidades de inversión depende de los contextos locales. Por ejemplo, el anfitrión de la OPS de este año, Nairobi, tiene un potencial de inversión de 8.500 millones de dólares, incluidos 5.000 millones de dólares en vehículos eléctricos.
Algunos gobiernos podrían sentirse tentados de canalizar las inversiones hacia otros objetivos de desarrollo que prometen beneficios tangibles de corto plazo, como la erradicación de la pobreza y la educación. Pero si estos logros han de durar, deben garantizarse junto con el progreso en materia de generar resiliencia climática. De lo contrario, los desastres como el ciclón Idai seguirán arrasando la vida, el sustento y el futuro de la gente.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
WASHINGTON, DC – En la noche del 14 de marzo, el ciclón tropical Idai azotó las costas del sudeste de África. El mismo día, poco más de 2.700 kilómetros al norte, yo me reunía con líderes globales y expertos en clima en la tercera Cumbre Un Planeta (OPS por su sigla en inglés) en Nairobi, Kenia. Las dos escenas no podrían haber sido más diferentes –o haber estado más estrechamente relacionadas.
La emergencia humanitaria generada por Idai no ha acabado. Beira, Mozambique, con sus más de 500.000 residentes, soportó el peor impacto del ciclón. Pero las consecuencias se extienden mucho más allá, sobre todo porque en Beira se encuentra el principal puerto para algunos de sus vecinos regionales, entre ellos Malawi y Zimbabue que no tienen salida al mar. Un lago interior del tamaño de Luxemburgo hoy está desplazando a cientos de miles de personas en tres continentes.
En un momento en que el cambio climático hace que las catástrofes climáticas se tornen más comunes, Idai representa un claro recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de fomentar la resiliencia, especialmente en las zonas más vulnerables. Después de todo, como deja bien en claro el presupuesto agotado de Beira, los costos de esperar que golpee el desastre son mucho más altos. Según el Índice de Riesgo de las Ciudades de Lloyd’s, hasta en un escenario conservador, los riesgos vinculados con el clima podrían costarles a las ciudades 123.000 millones anuales, en promedio, en pérdidas del PIB.
El desafío se verá agravado en tanto los efectos adversos del cambio climático en la agricultura y otros sustentos rurales aceleren la urbanización que ya es acelerada. En el África subsahariana, la cantidad de pobladores urbanos, que ya excede los 470 millones de personas, va a duplicarse en los próximos 25 años. En 2050, se espera que la región responda por el 20% de los residentes urbanos del mundo.
Pero la rápida urbanización también puede servir como una oportunidad para construir ciudades resilientes al clima. Para aprovechar esta oportunidad hará falta movilizar altos volúmenes de inversión en áreas como la gestión del agua respetuosa del medio ambiente, el transporte limpio y los edificios ecológicos.
La movilización del financiamiento climático fue un tema central en la OPS de este año, y África fue la región principal de interés. Los participantes, entre los que estaban algunos de mis colegas del Grupo Banco Mundial, así como jefes de Estado, organizaciones de la sociedad civil y actores del sector privado, propusieron el Compromiso de África, que contiene un conjunto de compromisos destinados a acelerar una acción climática que sirva a los pueblos del continente.
HOLIDAY SALE: PS for less than $0.7 per week
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
Como parte del Compromiso de África, el Banco Mundial anunció que le entregará a África 22.500 millones de dólares en nuevo financiamiento para el clima entre 2021 y 2025. Este financiamiento, combinado con el Plan de Acción sobre Adaptación y Resiliencia del Grupo Banco Mundial, posiciona mejor a los países africanos para descubrir oportunidades de inversión y gestionar los riesgos de un clima cambiante.
Sin embargo, aún con este tipo de financiamiento de instituciones internacionales, los costos de generar resiliencia climática excederán, en mucho, los presupuestos públicos. Movilizar capital privado será crucial para cerrar la brecha de financiamiento, y aquí el papel de la Corporación Financiera Internacional –la mayor institución de desarrollo global centrada exclusivamente en el sector privado en los países en desarrollo- es esencial. En particular, la CFI, miembro del Grupo del Banco Mundial, ha venido desarrollando e implementando productos de financiamiento innovadores, como los bonos verdes y los créditos de carbono, para permitir que actores del sector privado inviertan en mitigación del clima y esfuerzos de adaptación.
El mercado de bonos verdes por sí solo, después de una década de rápido crecimiento, va camino a superar los 180.000 millones de dólares este año, y la CFI está ansiosa por ayudar al mundo a aprovechar la oportunidad inigualable en el financiamiento climático que representa este mercado. En 2016, la CFI creó el Bono Bosques, un instrumento único que les da a los inversores la opción de un reembolso en efectivo o créditos de carbono que se pueden utilizar para respaldar la conservación forestal. Y el año pasado, la CFI creó el fondo de bonos verdes más grande del mundo dedicado a los mercados emergentes, el fondo Emerging Green One de Amundi Planet, comprometiendo 256 millones de dólares para aumentar la capacidad de los bancos de mercados emergentes de financiar inversiones respetuosas del medio ambiente. Estos esfuerzos le valieron a la CFI el título de Banco de Desarrollo de Bonos Verdes de 2018 en los Premios Pioneros de Bonos Verdes de este año.
Pero inclusive con los instrumentos más innovadores, no habrá inversión privada suficiente en el futuro si los gobiernos no crean las condiciones correctas. Para atraer inversión privada a proyectos respetuosos del clima y generar una cartera de proyectos viables, las ciudades y los países de África debe mejorar su capacidad crediticia e impulsar la comerciabilidad de los proyectos.
Los réditos de estos esfuerzos serían enormes. Un estudio reciente de la CFI, Oportunidades de Inversión en Clima en Ciudades, estima que las ciudades de los mercados emergentes podrían atraer más de 29,4 billones de dólares en inversiones acumulativas relacionadas con el clima para 2030 en seis sectores fundamentales: edificios ecológicos, transporte público, vehículos eléctricos, energía renovable, sistemas de agua respetuosos del medio ambiente e infraestructura y gestión de los residuos.
Por supuesto, la composición específica de las oportunidades de inversión depende de los contextos locales. Por ejemplo, el anfitrión de la OPS de este año, Nairobi, tiene un potencial de inversión de 8.500 millones de dólares, incluidos 5.000 millones de dólares en vehículos eléctricos.
Algunos gobiernos podrían sentirse tentados de canalizar las inversiones hacia otros objetivos de desarrollo que prometen beneficios tangibles de corto plazo, como la erradicación de la pobreza y la educación. Pero si estos logros han de durar, deben garantizarse junto con el progreso en materia de generar resiliencia climática. De lo contrario, los desastres como el ciclón Idai seguirán arrasando la vida, el sustento y el futuro de la gente.