GHAZIABAD, UTTAR PRADESH – Una niña de cuatro años recientemente acudió a la sala de guardia donde trabajo como médica residente. Estaba retorciéndose de dolor y tenía convulsiones. Mi equipo y yo actuamos rápidamente para activar el protocolo de convulsiones, aplicar un goteo intravenoso y suministrar todos los medicamentos apropiados. Luego realizamos una prueba: soplé aire en su dirección y colapsó de dolor; le ofrecí agua y su agonía se agudizó profundamente. El diagnóstico era claro: tenía rabia –y ya era demasiado tarde para salvarla.
GHAZIABAD, UTTAR PRADESH – Una niña de cuatro años recientemente acudió a la sala de guardia donde trabajo como médica residente. Estaba retorciéndose de dolor y tenía convulsiones. Mi equipo y yo actuamos rápidamente para activar el protocolo de convulsiones, aplicar un goteo intravenoso y suministrar todos los medicamentos apropiados. Luego realizamos una prueba: soplé aire en su dirección y colapsó de dolor; le ofrecí agua y su agonía se agudizó profundamente. El diagnóstico era claro: tenía rabia –y ya era demasiado tarde para salvarla.