A general view of the Crimean bridge Mikhail Svetlov/Getty Images

Tiempo de una renovación financiera global

NUEVA YORK – En 2015, los estados miembro de las Naciones Unidas se reunieron y se comprometieron a alcanzar un conjunto integral y universal de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que atraviesan todas las dimensiones de desarrollo económico y social.

La inversión será indispensable para alcanzar los ODS, que apuntan a eliminar la pobreza, terminar con el hambre, combatir el cambio climático, construir infraestructura resiliente y promover el crecimiento económico inclusive y sostenible. Sin embargo, transcurridos tres años, todavía no hemos hecho lo suficiente para apalancar nuestros sistemas financieros en búsqueda de los ODS.

Las Naciones Unidas, en coordinación con casi 60 agencias e instituciones internacionales, recientemente publicaron una evaluación del progreso del mundo en cuanto a una modificación del financiamiento, las políticas y las regulaciones para alcanzar los ODS. El estudio determina que, a pesar de un impulso positivo en materia de inversión sostenible, los objetivos no se cumplirán a menos que viremos todo el sistema financiero hacia horizontes de inversión de largo plazo, y hagamos de la sustentabilidad una preocupación central. Sin una perspectiva de largo plazo, ciertos riesgos, especialmente aquellos asociados con el cambio climático, no serán contemplados en las decisiones de inversión privada.

Los flujos financieros globales son enormes, pero la calidad de la inversión importa. Actualmente, los patrones de inversión de corto plazo están impulsando la volatilidad del mercado de capitales y del tipo de cambio, y elevando significativamente los costos y los riesgos de la inversión sustentable, particularmente para los países en desarrollo. Si creamos incentivos para dirigir el flujo del financiamiento hacia proyectos de infraestructura de largo plazo como puentes, carreteras y sistemas de agua y alcantarillados, estaríamos haciendo un aporte importante tanto al desarrollo como a la estabilidad.

Y esos proyectos de inversión deben ser más sustentables desde un punto de vista ambiental y social. Como las inversiones de hoy, particularmente en sistemas de energía, se utilizarán en sendas de desarrollo en las próximas décadas, se debe hacer mucho más para garantizar que las inversiones hoy, y en el futuro, no minen nuestros esfuerzos por abordar el cambio climático. Es más, como sucede con todas las políticas económicas, la igualdad de género tiene que volverse una consideración central.

Transformar las finanzas no será tarea fácil. Los mercados de capitales de hoy están extremadamente orientados hacia el cortoplacismo, como queda demostrado por la volatilidad del capital circulante y el breve período de tenencia de las acciones en algunos mercados desarrollados, que ha caído de un promedio de ocho años en los años 1960 a ocho meses hoy. Y si bien los inversores institucionales de largo plazo tienen alrededor de 80 billones de dólares en activos -aproximadamente la mitad de los cuales representan  pasivos de largo plazo-, casi el 75% están en instrumentos líquidos, mientras que apenas el 3% están en infraestructura.

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La misma tendencia prevalece en la economía real. En 2016, las empresas del S&P 500 invirtieron más del 100% de sus ganancias en dividendos y recompras de acciones, que impulsan los precios de las acciones en el corto plazo, en lugar de aumentar el valor de largo plazo a través de la inversión. Una encuesta de febrero de 2017 de McKinsey Global Institute determinó que el 87% de los ejecutivos y directores de empresas se sienten "presionados para mostrar un desempeño financiero sólido en el lapso de dos años o menos", mientras que el 65% dice que "la presión de corto plazo se ha incrementado en los últimos cinco años". Es más, el 55% dijo que demoraría las inversiones en proyectos con retornos positivos para alcanzar los objetivos de los balances trimestrales.

Hacer que los inversores pasen de un pensamiento cortoplacista a pensar en el largo plazo es un prerrequisito para alcanzar todos nuestros objetivos económicos, sociales y ambientales. Pero el sector privado no hará esta transición por sí solo. Los responsables de las políticas deben involucrarse y mostrar liderazgo. Los mercados no operan de manera justa y en pos del interés público sin reglas bien sopesadas y bien implementadas fijadas por los gobiernos. Aparte de la inversión pública, ésta es una de las funciones más esenciales del estado.

Específicamente, transformar las finanzas globales requerirá cambios en las regulaciones prudenciales, los requerimientos de capital, la cultura de las empresas de inversión y la compensación de los ejecutivos, lo que a su vez exigirá referencias nuevas y de más largo plazo más apropiadas. Las reformas de las prácticas contables, especialmente para las inversiones ilíquidas, también serán necesarias, por ejemplo, para reducir el sesgo cortoplacista introducido por la contabilidad de valoración a precios de mercado. Y los inversores institucionales deben adoptar una interpretación más amplia de la responsabilidad fiduciaria, que debería centrarse en el largo plazo e incorporar todos los factores que tienen un impacto material en los retornos, ya sean financieros, ambientales, sociales o relacionados con la gobernancia.

Con 12 años por delante, puede parecer que el mundo tiene mucho tiempo para progresar hacia los ODS. Pero las experiencias pasadas de las Naciones Unidas con iniciativas orientadas por objetivos demuestran que es importante emprender una acción decisiva al comienzo del proceso. Para peor, las crecientes tensiones geopolíticas y comerciales amenazan con retrasarnos, en lugar de hacernos avanzar. Estos desacuerdos no deben interponerse en la manera en que alcanzamos los ODS y construimos un futuro sostenible.

Por sobre todas las cosas, ese futuro necesita ser financiado. Aunque muchas instituciones públicas y privadas en varios niveles de las finanzas internacionales ya han comenzado a cambiar, el sistema financiero general todavía tiene que experimentar el tipo de transformación que se necesita. Todos nos hemos puesto de acuerdo en qué tenemos que hacer; ahora debemos hacerlo.

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