BEIJING – El mundo enfrenta hoy una triple crisis: una pandemia, una emergencia climática y amenazas inmediatas a biodiversidad. Sin embargo, en lugar de un sentido de solidaridad más sólido, hay una creciente desconfianza entre países y al interior de instituciones internacionales, debido al catastrófico fracaso del proyecto de vacunar al planeta contra el COVID-19, la intensificación de la rivalidad de superpotencias entre Estados Unidos y China, y el surgimiento de nuevas amenazas a la seguridad físicas y en línea.
En ningún ámbito esta falta de confianza es más patente que en el de las políticas climáticas. Afortunadamente, hay elementos para ir reconstruyéndola.
Tanto el acuerdo climático de París de 2015 como el Pacto Climático de Glasgow de 2021 dependen en lo fundamental de la presión de pares para su implementación. Pero esta es una herramienta mucho más débil si abundan la duda y la sospecha. Las autoridades climáticas chinas plantean que, con independencia de sus intenciones, sus iniciáticas se ven invalidadas por razones ideológicas. Y muchos gobiernos de Asia se preguntan si alguna administración estadounidense puede hacer promesas creíbles de largo plazo dada la polarización a que ha llegado su clima político interno.
La brecha de confianza es mutua. Muchos en Europa y América del Norte vieron el anuncio del Presidente chino Xi Jinping ante las Naciones Unidas en 2020 de que su país apunta a la carboneutralidad para 2060 como una cortina de humo para desviar la atención frente a la continua inversión china en plantas energéticas a carbón. La negativa de China a hacer compromisos climáticos adicionales en el período previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Glasgow en noviembre pasado, se vio como una evidencia más de las verdaderas intenciones chinas.
Esta creciente carencia de confianza no se limita al clima. También lo ha visto en la subinversión en otros bienes públicos globales como la preparación y respuesta a la pandemia. En consecuencia, muchos han comparado las tensiones de hoy con los retos de lograr una cooperación internacional durante la Guerra Fría. Y si bien estas analogías suelen ser superficiales y engañosas, es posible que la competencia de superpotencias entre EE.UU. y la Unión Soviética nos ofrezca lecciones importantes sobre cómo establecer el nivel de confianza necesario que se precisa en la actualidad.
La lección más relevante se encarna en la máxima de algunos de los logros conjuntos más significativos entre las dos superpotencias. En palabras del ex Presidente Ronald Reagan en el contexto de las negociaciones de control de armas: “Confiar, pero verificar”. Es decir, cada parte debe confiar en la otra, pero también verificar su adherencia a los compromisos mutuos a los que se llegó con criterios mutuamente acordados.
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
A fin de cuentas, el cambio climático gira en torno a salvar el planeta, de manera muy similar al deseo de evitar la destrucción mutua que subyacía al control de armas en la Guerra Fría Contamos con un índice en común –las emisiones de gases de causan el efecto invernadero- y un creciente cuerpo de evidencia científica acerca de los niveles críticos y los puntos de inflexión.
Al centro de la transición al nivel neto cero está la transparencia. Si han de cumplir sus compromisos declarados, todos los países deberán ser más proactivos acerca de las emisiones que generan sus economías. La planificación y los mecanismos de determinación de precios dependen de la transparencia y capacidad de verificación de las huellas de carbono, especialmente cuando se canalizan a través del sistema financiero. Las entidades de regulación financiera y las juntas corporativas deben tener la capacidad de comprobar información para medir los avances de las empresas en la consecución de sus objetivos de cero emisiones netas.
Pero, ¿dónde comenzar? El anuncio sorpresa de China y EE.UU. en Glasgow de que cooperarán para reducir emisiones podría ser señal de algo nuevo y esperanzador. Aunque la declaración conjunta notablemente carece de compromisos concretos y verificables, anuncia claramente la ambición de ambos estados de trabajar juntos para enfrentar la crisis climática.
El siguiente paso podría ser el que EE.UU. y China acuerden mecanismos significativos de verificación y cuándo usarlos. La promesa de China de detener el ascenso de las emisiones de CO2 antes de 2030 podría ser uno de esos hitos, pero el proceso de verificación exige objetivos más inmediatos. El énfasis se debería poner en la transición planificada china a las cero emisiones netas para 2060, en vez de su objetivo de emisiones para 2030. A cambio, EE.UU. debería hacer compromisos similares en lapsos de tiempo parecidos.
Además, la creación de un proceso de verificación de emisiones así podría marcar el inicio de un proceso de reconstrucción de la confianza entre mercados emergentes y países en desarrollo. Sus habitantes son las personas más afectadas por la gobernanza global disfuncional. Ellas son quienes migran a las ciudades debido a los efectos del cambio climático y siguen sin vacunar contra el COVID-19 porque los países ricos acaparan dosis de vacunas. Únicamente cuando las relaciones sino-estadounidenses muestren signos verificables de avance podremos esperar que otros países comiencen también a confiar en las instituciones globales.
Los bancos de desarrollo multilaterales pueden desempeñar un papel importante en la reconstrucción de la confianza en todo el planeta. Con su experiencia en la puesta en práctica en el terreno, estas instituciones pueden ayudar a verificar los avances de los países y asegurar que el resultado sea justo e inclusivo, especialmente para gente vulnerable en economías emergentes y en desarrollo. Así, la verificación fidedigna de los avances en la transición hacia las cero emisiones netas puede ayudar a renovar la confianza en soluciones multilaterales a otros problemas –como la pandemia, el cambio climático, el lavado de dinero y los ciberataques- que ningún país puede solucionar por sí solo.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
BEIJING – El mundo enfrenta hoy una triple crisis: una pandemia, una emergencia climática y amenazas inmediatas a biodiversidad. Sin embargo, en lugar de un sentido de solidaridad más sólido, hay una creciente desconfianza entre países y al interior de instituciones internacionales, debido al catastrófico fracaso del proyecto de vacunar al planeta contra el COVID-19, la intensificación de la rivalidad de superpotencias entre Estados Unidos y China, y el surgimiento de nuevas amenazas a la seguridad físicas y en línea.
En ningún ámbito esta falta de confianza es más patente que en el de las políticas climáticas. Afortunadamente, hay elementos para ir reconstruyéndola.
Tanto el acuerdo climático de París de 2015 como el Pacto Climático de Glasgow de 2021 dependen en lo fundamental de la presión de pares para su implementación. Pero esta es una herramienta mucho más débil si abundan la duda y la sospecha. Las autoridades climáticas chinas plantean que, con independencia de sus intenciones, sus iniciáticas se ven invalidadas por razones ideológicas. Y muchos gobiernos de Asia se preguntan si alguna administración estadounidense puede hacer promesas creíbles de largo plazo dada la polarización a que ha llegado su clima político interno.
La brecha de confianza es mutua. Muchos en Europa y América del Norte vieron el anuncio del Presidente chino Xi Jinping ante las Naciones Unidas en 2020 de que su país apunta a la carboneutralidad para 2060 como una cortina de humo para desviar la atención frente a la continua inversión china en plantas energéticas a carbón. La negativa de China a hacer compromisos climáticos adicionales en el período previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Glasgow en noviembre pasado, se vio como una evidencia más de las verdaderas intenciones chinas.
Esta creciente carencia de confianza no se limita al clima. También lo ha visto en la subinversión en otros bienes públicos globales como la preparación y respuesta a la pandemia. En consecuencia, muchos han comparado las tensiones de hoy con los retos de lograr una cooperación internacional durante la Guerra Fría. Y si bien estas analogías suelen ser superficiales y engañosas, es posible que la competencia de superpotencias entre EE.UU. y la Unión Soviética nos ofrezca lecciones importantes sobre cómo establecer el nivel de confianza necesario que se precisa en la actualidad.
La lección más relevante se encarna en la máxima de algunos de los logros conjuntos más significativos entre las dos superpotencias. En palabras del ex Presidente Ronald Reagan en el contexto de las negociaciones de control de armas: “Confiar, pero verificar”. Es decir, cada parte debe confiar en la otra, pero también verificar su adherencia a los compromisos mutuos a los que se llegó con criterios mutuamente acordados.
HOLIDAY SALE: PS for less than $0.7 per week
At a time when democracy is under threat, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided. Subscribe now and save $50 on a new subscription.
Subscribe Now
A fin de cuentas, el cambio climático gira en torno a salvar el planeta, de manera muy similar al deseo de evitar la destrucción mutua que subyacía al control de armas en la Guerra Fría Contamos con un índice en común –las emisiones de gases de causan el efecto invernadero- y un creciente cuerpo de evidencia científica acerca de los niveles críticos y los puntos de inflexión.
Al centro de la transición al nivel neto cero está la transparencia. Si han de cumplir sus compromisos declarados, todos los países deberán ser más proactivos acerca de las emisiones que generan sus economías. La planificación y los mecanismos de determinación de precios dependen de la transparencia y capacidad de verificación de las huellas de carbono, especialmente cuando se canalizan a través del sistema financiero. Las entidades de regulación financiera y las juntas corporativas deben tener la capacidad de comprobar información para medir los avances de las empresas en la consecución de sus objetivos de cero emisiones netas.
Pero, ¿dónde comenzar? El anuncio sorpresa de China y EE.UU. en Glasgow de que cooperarán para reducir emisiones podría ser señal de algo nuevo y esperanzador. Aunque la declaración conjunta notablemente carece de compromisos concretos y verificables, anuncia claramente la ambición de ambos estados de trabajar juntos para enfrentar la crisis climática.
El siguiente paso podría ser el que EE.UU. y China acuerden mecanismos significativos de verificación y cuándo usarlos. La promesa de China de detener el ascenso de las emisiones de CO2 antes de 2030 podría ser uno de esos hitos, pero el proceso de verificación exige objetivos más inmediatos. El énfasis se debería poner en la transición planificada china a las cero emisiones netas para 2060, en vez de su objetivo de emisiones para 2030. A cambio, EE.UU. debería hacer compromisos similares en lapsos de tiempo parecidos.
Además, la creación de un proceso de verificación de emisiones así podría marcar el inicio de un proceso de reconstrucción de la confianza entre mercados emergentes y países en desarrollo. Sus habitantes son las personas más afectadas por la gobernanza global disfuncional. Ellas son quienes migran a las ciudades debido a los efectos del cambio climático y siguen sin vacunar contra el COVID-19 porque los países ricos acaparan dosis de vacunas. Únicamente cuando las relaciones sino-estadounidenses muestren signos verificables de avance podremos esperar que otros países comiencen también a confiar en las instituciones globales.
Los bancos de desarrollo multilaterales pueden desempeñar un papel importante en la reconstrucción de la confianza en todo el planeta. Con su experiencia en la puesta en práctica en el terreno, estas instituciones pueden ayudar a verificar los avances de los países y asegurar que el resultado sea justo e inclusivo, especialmente para gente vulnerable en economías emergentes y en desarrollo. Así, la verificación fidedigna de los avances en la transición hacia las cero emisiones netas puede ayudar a renovar la confianza en soluciones multilaterales a otros problemas –como la pandemia, el cambio climático, el lavado de dinero y los ciberataques- que ningún país puede solucionar por sí solo.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen