ESTOCOLMO – Un año después de la muerte del ex canciller alemán Helmut Kohl, el país que él lideró durante 16 años parece estar luchando con la disyuntiva de tener que decidir entre seguir o no su legado.
Para Kohl, la historia de Alemania y su ubicación central en Europa significaba este país nunca debería ir tras el logro de la grandeza nacional, como un fin en sí mismo. En su opinión, el país con más vecinos que cualquier otro en el continente no debía actuar como el poderoso y mandón. Por el contrario, debía sostener la idea de una Europa en la que todos los países, tanto los grandes como los pequeños, sientan seguridad de manera igualitaria.
Sin embargo, desde el comienzo de la crisis de los refugiados en el otoño del año 2015, la visión de Kohl sobre Europa se vio atacada. Mientras que la canciller Ángela Merkel ha seguido ejerciendo presión a favor de la migración cooperativa y las políticas de refugiados dentro de la Unión Europea, un creciente coro de voces dentro de Alemania aboga a favor de tomar acciones unilaterales, mismas que muy probablemente lleguen a expensas de otros Estados miembros de la UE.
En la superficie, el debate que consume a Alemania hoy en día es acerca de si se debe rechazar a los solicitantes de asilo que ya se habían registrado en otros países de la UE, tal como abogó el ministro federal del Interior Horst Seehofer, quien es miembro de la Unión Social Cristiana (CSU). Sin embargo, en un nivel más profundo, la interrogante para Alemania es si debería actuar de manera solitaria o debería continuar en la búsqueda de soluciones europeas comunes.
En esta nueva era de la Política de la Identidad, la disputa sobre la inmigración se ha convertido en una batalla por el alma de Alemania. En septiembre pasado, el partido político Alternative für Deutschland (AfD)se convirtió en el primer partido de extrema derecha que desde la década de 1960 ingresa a la Cámara Baja del Parlamento (Bundestag) de Alemania. Posteriormente, tras la formación del actual gobierno de gran coalición, el AfD se convirtió en el principal partido de oposición. Y, ahora, en el período previo a las elecciones regionales de Bavaria que se celebrarán el próximo mes de octubre, este partido está empujando a la CSU más hacia la derecha.
Esto que se desarrolla en Alemania está en consonancia con las tendencias a lo largo de toda Europa, donde los partidos nacionalistas y populistas han logrado ganancias electorales mediante su rechazo de las soluciones a nivel de la UE y su pedido de cierre de fronteras. En Italia, el partido nacionalista de la Liga Norte parece estar tomando las decisiones dentro de la nueva coalición gobernante que conformó con el partido populista Movimiento Cinco Estrellas (M5S). Y en Austria, el partido de extrema derecha denominado Partido de la Libertad de Austria está ejerciendo influencia sobre las políticas migratorias, actuando en su calidad de miembro de la coalición gobernante.
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Si uno escuchara la retórica de todos estos partidos, uno podría llegar a pensar que los refugiados y migrantes están fluyendo a raudales hacia Europa sin encontrar obstáculos. Pero, si bien los Balcanes en verdad se convirtieron en una autopista para solicitantes de asilo que huyeron desde Siria hacia Alemania y Suecia en los años 2015 y 2016, esa ruta se cerró incuestionablemente cuando Turquía acordó acoger refugiados a cambio de recibir ayuda financiera de la Unión Europea. Y, a pesar de que la situación de los refugiados en el Mediterráneo central sigue ocupando los titulares, el número de migrantes que cruzan desde el norte de África realmente disminuyó de forma pronunciada durante el año pasado.
Incluso así, la inmigración ha permanecido como un tema candente a lo largo de toda Europa, debido al shock que causó la crisis inicial de refugiados, misma que aún reverbera en la mente de los votantes. La política se trata de percepciones, no números crudos. Y, los partidos populistas y nacionalistas han logrado pintar una imagen de una Europa asediada.
En el entorno político actual, si Alemania enviaría a los refugiados de vuelta a Austria, entonces Austria casi con seguridad los enviaría de retorno a Italia. Pero, eso llevaría a la UE a la misma situación anterior, cuando los solicitantes de asilo no estaban siendo registrados a su llegada a Italia, y cuando era aún más difícil rechazarlos en otras fronteras. Inevitablemente, la situación degeneraría en un desastre volátil, en el que los Estados miembros de la UE estarían enfrentados entre sí, y los populistas comandarían la situación de manera protagónica, ubicándose en el centro del escenario.
La Alemania de Kohl, por el contrario, consideraría la dimensión europea de sus políticas y las conformaría en consonancia con dichas consideraciones. Simplemente, no arrojaría sus problemas nacionales a sus vecinos más pequeños, porque reconocería que la seguridad de dichos países es sinónima de la suya propia.
El ataque a la visión de Kohl por parte de las fuerzas nacionalistas podría tener ramificaciones que lleguen mucho más allá del debate sobre la inmigración. Lo que está en juego no es únicamente el papel de Alemania en Europa, sino también el futuro de la integración europea. Una Alemania que abandone el legado de Kohl se convertiría repentinamente en una fuente de profunda incertidumbre, en lugar de ser un bastión de estabilidad en el centro de Europa. Debido a que el Occidente ya está bajo asedio de personas como ser el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Donald Trump, lo antedicho es lo último que Europa necesita.
Sin duda, la crisis inmediata muy probablemente será resuelva a través de una serie de acuerdos imperfectos – tanto a nivel de la UE como dentro de la coalición gobernante de Alemania. Al fin y al cabo, esa es la forma como funciona a menudo la UE, tal como ocurrió durante la crisis de la deuda soberana griega.
Es poco probable que el asunto termine allí. La dubitación alemana sobre el legado de Kohl es una tendencia que es más grande que cualquier tema individual. Pero, la forma cómo se desarrollará el debate sobre los refugiados en las próximas semanas revelará mucho acerca del rumbo futuro que tomará Alemania – y sobre el propio futuro de Europa.
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US President Donald Trump’s import tariffs have triggered a wave of retaliatory measures, setting off a trade war with key partners and raising fears of a global downturn. But while Trump’s protectionism and erratic policy shifts could have far-reaching implications, the greatest victim is likely to be the United States itself.
warns that the new administration’s protectionism resembles the strategy many developing countries once tried.
It took a pandemic and the threat of war to get Germany to dispense with the two taboos – against debt and monetary financing of budgets – that have strangled its governments for decades. Now, it must join the rest of Europe in offering a positive vision of self-sufficiency and an “anti-fascist economic policy.”
welcomes the apparent departure from two policy taboos that have strangled the country's investment.
ESTOCOLMO – Un año después de la muerte del ex canciller alemán Helmut Kohl, el país que él lideró durante 16 años parece estar luchando con la disyuntiva de tener que decidir entre seguir o no su legado.
Para Kohl, la historia de Alemania y su ubicación central en Europa significaba este país nunca debería ir tras el logro de la grandeza nacional, como un fin en sí mismo. En su opinión, el país con más vecinos que cualquier otro en el continente no debía actuar como el poderoso y mandón. Por el contrario, debía sostener la idea de una Europa en la que todos los países, tanto los grandes como los pequeños, sientan seguridad de manera igualitaria.
Sin embargo, desde el comienzo de la crisis de los refugiados en el otoño del año 2015, la visión de Kohl sobre Europa se vio atacada. Mientras que la canciller Ángela Merkel ha seguido ejerciendo presión a favor de la migración cooperativa y las políticas de refugiados dentro de la Unión Europea, un creciente coro de voces dentro de Alemania aboga a favor de tomar acciones unilaterales, mismas que muy probablemente lleguen a expensas de otros Estados miembros de la UE.
En la superficie, el debate que consume a Alemania hoy en día es acerca de si se debe rechazar a los solicitantes de asilo que ya se habían registrado en otros países de la UE, tal como abogó el ministro federal del Interior Horst Seehofer, quien es miembro de la Unión Social Cristiana (CSU). Sin embargo, en un nivel más profundo, la interrogante para Alemania es si debería actuar de manera solitaria o debería continuar en la búsqueda de soluciones europeas comunes.
En esta nueva era de la Política de la Identidad, la disputa sobre la inmigración se ha convertido en una batalla por el alma de Alemania. En septiembre pasado, el partido político Alternative für Deutschland (AfD)se convirtió en el primer partido de extrema derecha que desde la década de 1960 ingresa a la Cámara Baja del Parlamento (Bundestag) de Alemania. Posteriormente, tras la formación del actual gobierno de gran coalición, el AfD se convirtió en el principal partido de oposición. Y, ahora, en el período previo a las elecciones regionales de Bavaria que se celebrarán el próximo mes de octubre, este partido está empujando a la CSU más hacia la derecha.
Esto que se desarrolla en Alemania está en consonancia con las tendencias a lo largo de toda Europa, donde los partidos nacionalistas y populistas han logrado ganancias electorales mediante su rechazo de las soluciones a nivel de la UE y su pedido de cierre de fronteras. En Italia, el partido nacionalista de la Liga Norte parece estar tomando las decisiones dentro de la nueva coalición gobernante que conformó con el partido populista Movimiento Cinco Estrellas (M5S). Y en Austria, el partido de extrema derecha denominado Partido de la Libertad de Austria está ejerciendo influencia sobre las políticas migratorias, actuando en su calidad de miembro de la coalición gobernante.
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Incluso así, la inmigración ha permanecido como un tema candente a lo largo de toda Europa, debido al shock que causó la crisis inicial de refugiados, misma que aún reverbera en la mente de los votantes. La política se trata de percepciones, no números crudos. Y, los partidos populistas y nacionalistas han logrado pintar una imagen de una Europa asediada.
En el entorno político actual, si Alemania enviaría a los refugiados de vuelta a Austria, entonces Austria casi con seguridad los enviaría de retorno a Italia. Pero, eso llevaría a la UE a la misma situación anterior, cuando los solicitantes de asilo no estaban siendo registrados a su llegada a Italia, y cuando era aún más difícil rechazarlos en otras fronteras. Inevitablemente, la situación degeneraría en un desastre volátil, en el que los Estados miembros de la UE estarían enfrentados entre sí, y los populistas comandarían la situación de manera protagónica, ubicándose en el centro del escenario.
La Alemania de Kohl, por el contrario, consideraría la dimensión europea de sus políticas y las conformaría en consonancia con dichas consideraciones. Simplemente, no arrojaría sus problemas nacionales a sus vecinos más pequeños, porque reconocería que la seguridad de dichos países es sinónima de la suya propia.
El ataque a la visión de Kohl por parte de las fuerzas nacionalistas podría tener ramificaciones que lleguen mucho más allá del debate sobre la inmigración. Lo que está en juego no es únicamente el papel de Alemania en Europa, sino también el futuro de la integración europea. Una Alemania que abandone el legado de Kohl se convertiría repentinamente en una fuente de profunda incertidumbre, en lugar de ser un bastión de estabilidad en el centro de Europa. Debido a que el Occidente ya está bajo asedio de personas como ser el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Donald Trump, lo antedicho es lo último que Europa necesita.
Sin duda, la crisis inmediata muy probablemente será resuelva a través de una serie de acuerdos imperfectos – tanto a nivel de la UE como dentro de la coalición gobernante de Alemania. Al fin y al cabo, esa es la forma como funciona a menudo la UE, tal como ocurrió durante la crisis de la deuda soberana griega.
Es poco probable que el asunto termine allí. La dubitación alemana sobre el legado de Kohl es una tendencia que es más grande que cualquier tema individual. Pero, la forma cómo se desarrollará el debate sobre los refugiados en las próximas semanas revelará mucho acerca del rumbo futuro que tomará Alemania – y sobre el propio futuro de Europa.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.