Corregir la cadena alimentaria

COPENHAGUE – El sistema alimentario global está en problemas. Hace cuatro años, una tendencia global de 30 años de precios de los alimentos a la baja cambió de dirección rápidamente.  Los precios de los cereales se han más que duplicado desde 2004, y los precios de la mayoría de los demás alimentos han aumentado de manera importante. Si se añade una gestión no sustentable de los recursos naturales, los efectos negativos del cambo climático que están haciéndose cada vez más evidentes y el drástico aumento de los precios de los fertilizantes y la energía, y nos enfrentamos a la crisis alimentaria global más seria desde principios de los años 70.

Los notables aumentos de los precios reflejan varios factores: condiciones climáticas adversas en áreas clave para la producción de alimentos, la reducción de las existencias de alimentos, un mayor uso de productos básicos alimentarios para destinarlos a la producción de biocombustibles y la falta de inversión en infraestructura, investigación y tecnología para las áreas rurales, además de otros bienes públicos necesarios para facilitar el crecimiento agrícola en los países en desarrollo. El costo de los alimentos, que se ha ido a las nubes, ha causado mayores hambrunas entre los pobres, un menor poder de compra entre los que no son pobres, y disturbios relacionados con los alimentos en más de 30 países.

La lección clave que aprender es que la insuficiencia de inversiones en ciencias y políticas gubernamentales inadecuadas produce crisis alimentarias. Para evitar estos problemas en el futuro, es necesario ayudar a los agricultores y procesadores de alimentos del mundo a satisfacer la creciente demanda impulsada por el crecimiento de la población global y sus ingresos. Más aún, deben producir más con menos terreno y agua, a precios razonables, y sin dañar los recursos naturales ni empeorar el cambio climático.

Sin embargo, ¿están recibiendo el mensaje los gobiernos? Creo que sí. El hambre no es un fenómeno nuevo, pero mientras los pobres de las áreas rurales la soporten en silencio, como lo han hecho por largo tiempo, los gobiernos pueden pasarla por alto con comodidad. Por otra parte, los disturbios relacionados con los alimentos en las áreas urbanas amenazan lo que más les importa a los gobiernos: su legitimidad.

Los países en desarrollo invierten poco más de un 0,05% del valor de su producción agrícola en investigación agrícola, lo que cual es enormemente inadecuado. Es necesario un aumento del 2%, lo que aún sería menor de lo que los países de altos ingresos destinan a tales fines.

La ciencia moderna debería centrarse en aumentos sostenibles de la productividad de la tierra y el agua, la gestión de los riesgos a la producción causados por las sequías, inundaciones, pestes y la mitigación del cambio climático y la adaptación a él. Las variedades de cultivos resistentes a las pestes y tolerantes a las sequías, el ganado resistente a enfermedades y los sistemas de producción agrícola de alto rendimiento que usan menos agua y captan nitrógeno del aire son apenas unos pocos ejemplos del tipo de tecnología que se necesita.

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También se necesita más investigación para mejorar la calidad nutricional de los alimentos básicos fortaleciéndolos con hierro, vitamina A y zinc para ayudar a solucionar las deficiencias generalizadas de micronutrientes. Además,  debemos fortalecer la seguridad de los alimentos desde la producción al consumo, lo que incluye mejorar nuestra comprensión de la interacción entre el sistema alimentario y la salud humana, especialmente las enfermedades zoonóticas y los efectos de los pesticidas. La investigación para identificar fuentes de energía alternativas con el fin de detener la conversión del maíz, la soya, la palma aceitera y otros alimentos en biocombustibles debería convertirse en otra importante prioridad.

La mayoría de las personas en riesgo de sufrir hambre y desnutrición vive en áreas rurales. Necesitan acceso a caminos, mercados, instituciones y tecnología apropiadas, atención de salud primaria y educación para escapar de la pobreza y el hambre, y producir más alimentos para una población mundial que no para de crecer. Para proporcionar tal acceso son necesarias inversiones tanto públicas como privadas

La acción de los gobiernos es necesaria en los países en desarrollo y para dar a los agricultores y los agentes del mercado acceso a tecnología y conocimientos adecuados. Lamentablemente, la rápida caída de los precios de los alimentos durante el periodo de 30 años transcurrido desde la crisis alimentaria de principios de los 70 dio a los gobiernos una excusa conveniente para hacer poco o nada.

Son necesarias políticas públicas en muchas otras áreas, lo que incluye legislación para incorporar los costes ambientales a los precios de los alimentos, estimulando la producción sostenible, así como incentivos y normativas para promover el uso eficiente del agua. Deberían implementarse regímenes de bioseguridad a niveles nacional e internacional para guiar el desarrollo, la aplicación y el comercio de tecnología moderna y alimentos modificados genéticamente. Hay que poner fin, asimismo, a los subsidios gubernamentales que aumentan el uso de alimentos básicos como el maíz, la soya y el aceite de palma para producir biocombustibles.

Es necesario contar con instituciones internacionales que regulen la globalización y garanticen la competencia comercial. Hay que eliminar las políticas agrícolas que distorsionan el comercio, incluidas las de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. Si bien la reducción de la pobreza es la mejor manera de reducir los índices de fertilidad, el acceso a atención de salud reproductiva es de importancia fundamental para ayudar a que las familias limiten la cantidad de niños que tienen y tengan los que realmente desean.

Los recursos naturales del mundo son suficientes para producir los alimentos que se necesitarán en el futuro previsible, pero sólo si los gobiernos siguen políticas sensatas y se hace trabajar a la ciencia en beneficio del sistema alimentario.

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