NUEVA YORK – Mi familia fue asesinada antes de que yo aprendiera a atarme los zapatos. Cuando era un niño pequeño en Sierra Leona, los años de mi infancia que deberían haber sido divertidos y libres de preocupaciones, los pasé luchando en una guerra que no me pertenecía. Para mí, la infancia fue una pesadilla; escapar de dicha pesadilla parecía algo eternamente imposible. Sin embargo, cuando la guerra terminó oficialmente, en el año 2002, comencé a encontrar formas de recuperarme. Una de las más importantes fue una oportunidad que no podría haber imaginado en mi calidad de enojado y analfabeto soldado de nueve años: la escuela.
NUEVA YORK – Mi familia fue asesinada antes de que yo aprendiera a atarme los zapatos. Cuando era un niño pequeño en Sierra Leona, los años de mi infancia que deberían haber sido divertidos y libres de preocupaciones, los pasé luchando en una guerra que no me pertenecía. Para mí, la infancia fue una pesadilla; escapar de dicha pesadilla parecía algo eternamente imposible. Sin embargo, cuando la guerra terminó oficialmente, en el año 2002, comencé a encontrar formas de recuperarme. Una de las más importantes fue una oportunidad que no podría haber imaginado en mi calidad de enojado y analfabeto soldado de nueve años: la escuela.