NUEVA YORK – Los líderes mundiales se reunieron en las Naciones Unidas en Nueva York esta semana para hacer un balance de la lucha global contra el cambio climático, y para presentar nuevos compromisos con la reducción de emisiones. Dada la magnitud de la crisis climática, no estamos avanzando todo lo rápido que deberíamos. Estamos atascados en segunda marcha desde hace demasiado tiempo. Acelerar el ritmo del cambio exigirá una combinación de esfuerzos de todos los actores, públicos y privados.
Afortunadamente, ya existe una creciente coalición del sector privado dedicada a combatir el cambio climático, a través del trabajo de la Iniciativa de Liderazgo de Financiamiento Climático (CFLI por su sigla en inglés). Liderada por Michael Bloomberg, enviado especial de las Naciones Unidas para la Acción Climática, la CFLI fue creada para movilizar capital privado a nivel global en respuesta a esta cuestión crítica. Este mes, la CFLI difundió un nuevo informe, Financiar el futuro con baja emisión de carbono (Financing the Low Carbon Future), que traza las maneras en que se pueden incrementar las finanzas verdes a fin de respaldar una transición ordenada hacia una economía de baja emisión de carbono, e identifica oportunidades para alianzas público-privadas con la meta de cumplir con los objetivos del acuerdo climático de París de 2015.
El BEI es el mayor inversor multilateral en proyectos relacionados con el clima en el mundo. Pero ahora, en respuesta al llamado de los jefes de Estado europeos y de Ursula von der Leyen, presidenta electa de la Comisión Europea, pretendemos escalar nuestras ambiciones y fortalecer el rol del BEI como el banco climático dedicado de la Unión Europea. Al incorporar consideraciones climáticas y apuntar a inversiones de bajas emisiones de carbono, el BEI podrá canalizar al menos 1 billón de euros (1,1 billón de dólares) hacia proyectos de bajo consumo de carbono en los próximos diez años.
Para lograrlo, por lo menos el 50% de las finanzas del BEI estarán dedicadas a la acción climática y a la sustentabilidad ambiental en 2025. Y, a fines de 2020, habremos alineado todas nuestras actividades de financiamiento con los objetivos del acuerdo climático de París. Como un primer paso importante, iremos eliminando gradualmente los proyectos de energía que dependen de combustibles fósiles. Y posicionaremos al BEI como una incubadora para que las finanzas verdes y la experiencia movilicen a otros, ayudando a todas las economías a hacer la transición a un futuro bajo en emisiones de carbono.
En nuestra calidad de banco de la UE, nuestra misión es invertir en el futuro de Europa, y ninguna cuestión es más importante que el cambio climático. La fortaleza de nuestra determinación refleja la urgencia de la crisis climática. Este verano, los países de Europa sufrieron temperaturas récord y redujeron los rendimientos de los cultivos, debido a la sequía del año pasado. Y muchos países en desarrollo han tenido experiencias similares. Las inundaciones y otros fenómenos producidos por el clima hoy les cuestan a las ciudades miles de millones de dólares cada año, además de poner vidas en peligro. Pero la crisis climática también representa una oportunidad, porque el financiamiento de nueva infraestructura verde creará empleos, fomentará el crecimiento económico y reducirá la contaminación ambiental que está asfixiando a las ciudades del mundo.
Cambiar los patrones de inversión acelerará un descarte de los combustibles fósiles que ya está en marcha. Las fuerzas de mercado cada vez más favorecen la energía limpia por sobre los combustibles fósiles. Más de la mitad de las centrales eléctricas alimentadas a carbón en Estados Unidos se han cerrado desde 2011, y en el país hoy hay 3,3 millones de empleos en energía limpia, comparado con menos de 100.000 en minería de carbón. Es más, son cada vez más las ciudades y estados norteamericanos que se han comprometido a alcanzar emisiones netas de carbono cero en 2050. Contarán con el respaldo de Beyond Carbon, una iniciativa lanzada por Bloomberg Philanthropies el año pasado para defender la total decarbonización de la economía estadounidense.
Como comunidad internacional, no sólo debemos aumentar la inversión en energía limpia, sino también recortar la financiación de energía sucia. Tal como están las cosas, estamos esencialmente pagando para promover el cambio climático y la contaminación ambiental a través de subsidios a los combustibles fósiles. Estos fondos públicos tienen que ser redirigidos hacia inversiones en vehículos eléctricos y otras tecnologías innovadoras que impulsen la transición verde. Esas inversiones tendrán retornos de amplio alcance, sobre todo al reducir las enormes consecuencias de la contaminación ambiental en la salud pública.
Más allá de eso, existe una cantidad de pasos adicionales que podemos tomar para organizar la financiación necesaria. Primero, debemos mejorar los datos y las normas de revelación. Como las empresas y los inversores estuvieron mucho tiempo en la oscuridad respecto de los riesgos relacionados con el clima, no consideraron apropiado reducir las emisiones de carbono o proteger activos de un clima extremo. Eso está empezando a cambiar. Las recomendaciones del Equipo de Trabajo sobre Declaraciones Financieras relacionadas con el Clima están ayudando a las empresas a asignar capital de manera más sostenible, y les permiten a los inversores recompensar a las empresas que se toman el cambio climático en serio.
Segundo, debemos aclarar los riesgos de inversión asociado con las finanzas verdes. Las ciudades son responsables de más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono, pero sólo unas pocas en el mundo en desarrollo tienen una calificación crediticia. Como resultado de ello, la inversión general en transporte público ecológico, edificios eficientes en materia de consumo de energía y otros proyectos para reducir las emisiones se ha visto afectada. Los gobiernos y los bancos públicos pueden hacer mucho más para ayudar a las ciudades a atraer capital para estos proyectos a través de iniciativas como el Pacto Global de los Alcaldes por el Clima y la Energía, que está respaldado por el BEI y co-liderado por Bloomberg Philanthropies.
Tercero, necesitamos modernizar la red eléctrica. Los incentivos como bonificaciones y créditos impositivos permitieron que se expandiera la energía eólica y solar, al reducir los costos para las empresas y los consumidores. Ahora deberíamos introducir programas similares para acelerar el uso de los almacenamientos de baterías y otras tecnologías prometedoras pensadas para superar el problema de la intermitencia. Es más, una mejor conectividad por red les permitiría a las regiones con excedentes de energía eólica y solar suministrársela a aquellas regiones que tienen más demanda que oferta. Los gobiernos pueden asumir el liderazgo en ambas áreas para alentar una mayor inversión privada en energía limpia.
Finalmente, debemos seguir expandiendo el mercado para las inversiones verdes. Desde 2007, cuando el BEI lanzó los primeros bonos verdes del mundo en la Bolsa de Luxemburgo, el mercado de bonos verdes ha crecido a más de 136.000 millones de dólares. Pero eso es apenas una gota en el océano del mercado global de bonos de 100 billones de dólares. Por lo tanto, el BEI está ayudando a la UE a desarrollar una taxonomía estándar para las finanzas sostenibles, de manera que los inversores puedan comparar manzanas con manzanas, como en el caso de cualquier bono estándar. Más y mejor información sobre la huella de carbono de una inversión permitirá a los inversores tomar decisiones informadas, impulsando así una mayor inversión privada en proyectos de bajo consumo de carbono. Es así como financiamos la transición verde.
NUEVA YORK – Los líderes mundiales se reunieron en las Naciones Unidas en Nueva York esta semana para hacer un balance de la lucha global contra el cambio climático, y para presentar nuevos compromisos con la reducción de emisiones. Dada la magnitud de la crisis climática, no estamos avanzando todo lo rápido que deberíamos. Estamos atascados en segunda marcha desde hace demasiado tiempo. Acelerar el ritmo del cambio exigirá una combinación de esfuerzos de todos los actores, públicos y privados.
Afortunadamente, ya existe una creciente coalición del sector privado dedicada a combatir el cambio climático, a través del trabajo de la Iniciativa de Liderazgo de Financiamiento Climático (CFLI por su sigla en inglés). Liderada por Michael Bloomberg, enviado especial de las Naciones Unidas para la Acción Climática, la CFLI fue creada para movilizar capital privado a nivel global en respuesta a esta cuestión crítica. Este mes, la CFLI difundió un nuevo informe, Financiar el futuro con baja emisión de carbono (Financing the Low Carbon Future), que traza las maneras en que se pueden incrementar las finanzas verdes a fin de respaldar una transición ordenada hacia una economía de baja emisión de carbono, e identifica oportunidades para alianzas público-privadas con la meta de cumplir con los objetivos del acuerdo climático de París de 2015.
El BEI es el mayor inversor multilateral en proyectos relacionados con el clima en el mundo. Pero ahora, en respuesta al llamado de los jefes de Estado europeos y de Ursula von der Leyen, presidenta electa de la Comisión Europea, pretendemos escalar nuestras ambiciones y fortalecer el rol del BEI como el banco climático dedicado de la Unión Europea. Al incorporar consideraciones climáticas y apuntar a inversiones de bajas emisiones de carbono, el BEI podrá canalizar al menos 1 billón de euros (1,1 billón de dólares) hacia proyectos de bajo consumo de carbono en los próximos diez años.
Para lograrlo, por lo menos el 50% de las finanzas del BEI estarán dedicadas a la acción climática y a la sustentabilidad ambiental en 2025. Y, a fines de 2020, habremos alineado todas nuestras actividades de financiamiento con los objetivos del acuerdo climático de París. Como un primer paso importante, iremos eliminando gradualmente los proyectos de energía que dependen de combustibles fósiles. Y posicionaremos al BEI como una incubadora para que las finanzas verdes y la experiencia movilicen a otros, ayudando a todas las economías a hacer la transición a un futuro bajo en emisiones de carbono.
En nuestra calidad de banco de la UE, nuestra misión es invertir en el futuro de Europa, y ninguna cuestión es más importante que el cambio climático. La fortaleza de nuestra determinación refleja la urgencia de la crisis climática. Este verano, los países de Europa sufrieron temperaturas récord y redujeron los rendimientos de los cultivos, debido a la sequía del año pasado. Y muchos países en desarrollo han tenido experiencias similares. Las inundaciones y otros fenómenos producidos por el clima hoy les cuestan a las ciudades miles de millones de dólares cada año, además de poner vidas en peligro. Pero la crisis climática también representa una oportunidad, porque el financiamiento de nueva infraestructura verde creará empleos, fomentará el crecimiento económico y reducirá la contaminación ambiental que está asfixiando a las ciudades del mundo.
Cambiar los patrones de inversión acelerará un descarte de los combustibles fósiles que ya está en marcha. Las fuerzas de mercado cada vez más favorecen la energía limpia por sobre los combustibles fósiles. Más de la mitad de las centrales eléctricas alimentadas a carbón en Estados Unidos se han cerrado desde 2011, y en el país hoy hay 3,3 millones de empleos en energía limpia, comparado con menos de 100.000 en minería de carbón. Es más, son cada vez más las ciudades y estados norteamericanos que se han comprometido a alcanzar emisiones netas de carbono cero en 2050. Contarán con el respaldo de Beyond Carbon, una iniciativa lanzada por Bloomberg Philanthropies el año pasado para defender la total decarbonización de la economía estadounidense.
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Como comunidad internacional, no sólo debemos aumentar la inversión en energía limpia, sino también recortar la financiación de energía sucia. Tal como están las cosas, estamos esencialmente pagando para promover el cambio climático y la contaminación ambiental a través de subsidios a los combustibles fósiles. Estos fondos públicos tienen que ser redirigidos hacia inversiones en vehículos eléctricos y otras tecnologías innovadoras que impulsen la transición verde. Esas inversiones tendrán retornos de amplio alcance, sobre todo al reducir las enormes consecuencias de la contaminación ambiental en la salud pública.
Más allá de eso, existe una cantidad de pasos adicionales que podemos tomar para organizar la financiación necesaria. Primero, debemos mejorar los datos y las normas de revelación. Como las empresas y los inversores estuvieron mucho tiempo en la oscuridad respecto de los riesgos relacionados con el clima, no consideraron apropiado reducir las emisiones de carbono o proteger activos de un clima extremo. Eso está empezando a cambiar. Las recomendaciones del Equipo de Trabajo sobre Declaraciones Financieras relacionadas con el Clima están ayudando a las empresas a asignar capital de manera más sostenible, y les permiten a los inversores recompensar a las empresas que se toman el cambio climático en serio.
Segundo, debemos aclarar los riesgos de inversión asociado con las finanzas verdes. Las ciudades son responsables de más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono, pero sólo unas pocas en el mundo en desarrollo tienen una calificación crediticia. Como resultado de ello, la inversión general en transporte público ecológico, edificios eficientes en materia de consumo de energía y otros proyectos para reducir las emisiones se ha visto afectada. Los gobiernos y los bancos públicos pueden hacer mucho más para ayudar a las ciudades a atraer capital para estos proyectos a través de iniciativas como el Pacto Global de los Alcaldes por el Clima y la Energía, que está respaldado por el BEI y co-liderado por Bloomberg Philanthropies.
Tercero, necesitamos modernizar la red eléctrica. Los incentivos como bonificaciones y créditos impositivos permitieron que se expandiera la energía eólica y solar, al reducir los costos para las empresas y los consumidores. Ahora deberíamos introducir programas similares para acelerar el uso de los almacenamientos de baterías y otras tecnologías prometedoras pensadas para superar el problema de la intermitencia. Es más, una mejor conectividad por red les permitiría a las regiones con excedentes de energía eólica y solar suministrársela a aquellas regiones que tienen más demanda que oferta. Los gobiernos pueden asumir el liderazgo en ambas áreas para alentar una mayor inversión privada en energía limpia.
Finalmente, debemos seguir expandiendo el mercado para las inversiones verdes. Desde 2007, cuando el BEI lanzó los primeros bonos verdes del mundo en la Bolsa de Luxemburgo, el mercado de bonos verdes ha crecido a más de 136.000 millones de dólares. Pero eso es apenas una gota en el océano del mercado global de bonos de 100 billones de dólares. Por lo tanto, el BEI está ayudando a la UE a desarrollar una taxonomía estándar para las finanzas sostenibles, de manera que los inversores puedan comparar manzanas con manzanas, como en el caso de cualquier bono estándar. Más y mejor información sobre la huella de carbono de una inversión permitirá a los inversores tomar decisiones informadas, impulsando así una mayor inversión privada en proyectos de bajo consumo de carbono. Es así como financiamos la transición verde.