BRUSELAS – Ante la acumulación de problemas es frecuente centrar la atención en el último que aparece y descuidar aquellos que, por ser anteriores, parecen menos urgentes. Los europeos llevamos muchos años viendo cómo cada nuevo desafío llega y copa todas las agendas, hasta que aparece otro –como el fallido golpe de Estado en Turquía, unas pocas semanas después del referéndum británico– y parece no darse respuesta a ninguno. Para no caer en el error de la inmediatez, sirven las estrategias. Estudian los desafíos, establecen objetivos a largo plazo y diseñan la acción del grupo para conseguirlos. No son milagrosas ni suponen la desaparición de los problemas, pero proponen iniciativas.
BRUSELAS – Ante la acumulación de problemas es frecuente centrar la atención en el último que aparece y descuidar aquellos que, por ser anteriores, parecen menos urgentes. Los europeos llevamos muchos años viendo cómo cada nuevo desafío llega y copa todas las agendas, hasta que aparece otro –como el fallido golpe de Estado en Turquía, unas pocas semanas después del referéndum británico– y parece no darse respuesta a ninguno. Para no caer en el error de la inmediatez, sirven las estrategias. Estudian los desafíos, establecen objetivos a largo plazo y diseñan la acción del grupo para conseguirlos. No son milagrosas ni suponen la desaparición de los problemas, pero proponen iniciativas.