MADRID – Cada febrero, la Conferencia de Seguridad de Múnich ofrece la oportunidad de tomar la temperatura de los asuntos internacionales, especialmente las relaciones transatlánticas. Los resultados de este año distan de ser alentadores. Los discursos y las conversaciones resaltaron, una vez más, la creciente división entre Estados Unidos y Europa, a pesar de la preocupación compartida frente a China. Quizá más indirectamente, resaltaron el regreso del mundo a la competencia de las grandes potencias –y la falta absoluta por parte de Europa de alguna estrategia accionable para transitarla.
MADRID – Cada febrero, la Conferencia de Seguridad de Múnich ofrece la oportunidad de tomar la temperatura de los asuntos internacionales, especialmente las relaciones transatlánticas. Los resultados de este año distan de ser alentadores. Los discursos y las conversaciones resaltaron, una vez más, la creciente división entre Estados Unidos y Europa, a pesar de la preocupación compartida frente a China. Quizá más indirectamente, resaltaron el regreso del mundo a la competencia de las grandes potencias –y la falta absoluta por parte de Europa de alguna estrategia accionable para transitarla.