BERKELEY – Mi libro sobre la historia económica del siglo XX, publicado el pasado otoño, no incluye un capítulo sobre el futuro o «cómo debemos seguir», porque Stephen S. Cohen, con quien suelo escribir, me convenció de que, sin importar qué escribiera, el texto se quedaría desactualizado y ridículo en seis meses. Tenía razón, es mejor dejar esos argumentos para comentarios como este. Si hubiera escrito un capítulo final con la mirada puesta en el futuro, entonces, ¿qué hubiera dicho?
BERKELEY – Mi libro sobre la historia económica del siglo XX, publicado el pasado otoño, no incluye un capítulo sobre el futuro o «cómo debemos seguir», porque Stephen S. Cohen, con quien suelo escribir, me convenció de que, sin importar qué escribiera, el texto se quedaría desactualizado y ridículo en seis meses. Tenía razón, es mejor dejar esos argumentos para comentarios como este. Si hubiera escrito un capítulo final con la mirada puesta en el futuro, entonces, ¿qué hubiera dicho?