OSLO/NGERULMUD – El impacto de la crisis del COVID-19 es mundial, afectando a países tan dispares como Jamaica, Palau, Noruega e Indonesia, y las iniciativas de recuperación nacionales se deben enfocar de manera global para aprovechar las oportunidades en común. En ningún ámbito esto es más evidente que en el dominio global que nos une a todos: el océano. Hoy necesitamos cosechar el potencial del 70% del planeta para generar un “impulso azul” a nuestras economías mientras construimos un mundo más resiliente y sostenible.
El océano es crucial para la vida sobre la tierra. Absorbe un cuarto del total de emisiones de dióxido de carbono y captura más del 90% del calor adicional que generan. La economía oceánica equivale a más de $2,5 billones al año, alimenta a más de tres mil millones de personas al día y da sustento a otros tres mil millones. Por sus aguas se transporta cerca del 90% del comercio mundial. Es una fuente de energía y de ingredientes claves para combatir las enfermedades. Para muchos de nosotros, es un lugar de trabajo y un hogar.
Representamos países que cuentan con el océano para sus servicios e insumos esenciales, desde la acuicultura en los fiordos noruegos al turismo y el sector pesquero en Palau. Si nuestros retos son distintos, nos vincula el hecho de que la pandemia ha puesto en riesgo gran parte de ello. La industria global del turismo enfrenta profundos desafíos en 2020 y muchas incertidumbres en el futuro, y toda recuperación que se produzca será lenta y difícil. Por ejemplo, Palau proyecta un declive de un 52% de las llegadas de turistas en 2020 y de un 91% en 2021, causando una reducción del PIB de un 23%. La seguridad alimentaria también está en peligro. Las cadenas de suministro se han visto interrumpidas debido al distanciamiento social y las medidas de cuarentena, y los sectores de la pesca y la marisquería son particularmente vulnerables.
A medida que el mundo se recupere de los efectos de la crisis y se encamine hacia la recuperación, el Panel de Alto Nivel para una Economía Oceánica Sostenible (el Panel de los Océanos, que co-presidimos) está poniendo énfasis en que la naturaleza azul debe tener un lugar central en nuestra concepción de mundo y los planes que nos planteemos. El océano tiene un papel esencial que desempeñar, no solo en términos de salud y medicina, alimentación y seguridad energética, adaptación y mitigación del cambio climático, e investigación científica, sino también –y esto es quizás lo más importante para el futuro post-pandemia- en fortalecer nuestra resiliencia a crisis similares que ocurran en el futuro.
Para asegurarnos de que el océano pueda cumplir esa función, el camino a la recuperación debe cerrar el círculo vicioso de los desechos mediante la aceleración del desarrollo de una economía circular. Piénsese en la contaminación de los plásticos, que ensucia nuestros paisajes, asfixia nuestros mares y daña la salud de los más pobres del planeta. Dos mil millones de personas carecen de acceso a sistemas de gestión de desechos, y es probable que la pandemia empeore la situación. Durante el brote de ébola de 2014-16 en África Occidental, la tasa de generación de residuos infecciosos se estimó en 240 litros por paciente al día.
Es más, la polución de los océanos va más allá de los plásticos, e incluye contaminantes ambientales como los pesticidas, los metales pesados, las sustancias orgánicas y los antibióticos. Estudios encargados por el Panel de los Océanos demuestran que debemos abordar las causas raíces de toda la polución oceánica para asegurar la salud de nuestro planeta y el bienestar humano.
Piénsese en el papel de los océanos en la seguridad alimentaria. Es una parte fundamental de la solución al problema de la interrupción a mediano plazo de los sistemas alimentarios y al desafío de más largo plazo de alimentar a diez mil millones de personas para 2050. Esto cobra especial validez en países como Palau, donde la gente depende del mar para la mayor parte de su dieta. Durante la epidemia de ébola, la industria pesquera de África Occidental ayudó a alimentar a la población cuando las tierras agrícolas quedaron abandonadas. El pescado tuvo un papel central en asegurar el suministro de proteínas para las comunidades costeras y continentales. Los estudios encargados por el Panel de los Océanos indican que, si se mejoran la administración y se innova, el océano podría más que sextuplicar los recursos alimentarios que provee hoy.
Mientras tanto, ya se está dando respuesta a algunas de las vulnerabilidades de las cadenas de suministro marítimo tanto locales como internacionales que la crisis puso al descubierto. Se las está acortando y haciendo más resilientes, gracias a una mayor capacidad de almacenamiento en frío, un papel más importante para la pesca artesanal de pequeña escala y una mayor demanda local.
La resiliencia debe ser un objetivo de todas nuestras políticas. Después de todo, la crisis global causada por el COVID-19 no transforma en obsoletos nuestros desafíos oceánicos y climáticos de largo plazo; por el contrario, nos vuelve más vulnerables a ellos. Tampoco nos arrebata las oportunidades que nos ofrece una economía oceánica sostenible. Por ejemplo, las inversiones para la recuperación económica de Noruega en transporte marítimo verde, que incluyen nuevas embarcaciones impulsadas por fuentes energéticas con cero emisiones como hidrógeno y baterías, reducirán la polución y crearán empleos.
Esta es una excelente oportunidad para desarrollar una economía oceánica sana y sostenible. La inversión en acciones oceánicas claves como la descarbonización del transporte marítimo, la conservación y restauración de los manglares, la producción sostenible de productos del mar y el desarrollo de energías renovables nos beneficia a todos. No solo con beneficios financieros, sino una mejor salud para los consumidores, una mayor riqueza de biodiversidad y empleos más seguros, entre otras cosas. Un océano sostenible se debe ver no solo como un imperativo conservacionista, sino como una prioridad para el futuro de nuestras economías, nuestros ecosistemas y nuestra sociedad.
El extraordinario carácter global de la crisis del COVID-19 significa que debemos trabajar en conjunto para lograr el futuro sostenible que nos imaginamos. Dentro del próximo año, el Panel de los Océanos anunciará una agenda de medidas que establezca un plan que combine una protección efectiva, una producción sostenible y una prosperidad equitativa para mejorar la resiliencia a los desastres económicos, las crisis sanitarias y los desórdenes sociales resultantes. Entretanto, estamos colaborando con nuestros pares del Panel de los Océanos, compartiendo desafíos y experiencias, hallazgos y conocimientos, e invitando a otros a que se nos unan.
Si tomamos los pasos ahora para responder, restablecer y reconstruir a través de una recuperación azul, nos aseguraremos de mantener la salud y la riqueza del océano, estimularemos nuestras economías y crearemos un futuro más resiliente, sostenible y próspero para todos nosotros.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
OSLO/NGERULMUD – El impacto de la crisis del COVID-19 es mundial, afectando a países tan dispares como Jamaica, Palau, Noruega e Indonesia, y las iniciativas de recuperación nacionales se deben enfocar de manera global para aprovechar las oportunidades en común. En ningún ámbito esto es más evidente que en el dominio global que nos une a todos: el océano. Hoy necesitamos cosechar el potencial del 70% del planeta para generar un “impulso azul” a nuestras economías mientras construimos un mundo más resiliente y sostenible.
El océano es crucial para la vida sobre la tierra. Absorbe un cuarto del total de emisiones de dióxido de carbono y captura más del 90% del calor adicional que generan. La economía oceánica equivale a más de $2,5 billones al año, alimenta a más de tres mil millones de personas al día y da sustento a otros tres mil millones. Por sus aguas se transporta cerca del 90% del comercio mundial. Es una fuente de energía y de ingredientes claves para combatir las enfermedades. Para muchos de nosotros, es un lugar de trabajo y un hogar.
Representamos países que cuentan con el océano para sus servicios e insumos esenciales, desde la acuicultura en los fiordos noruegos al turismo y el sector pesquero en Palau. Si nuestros retos son distintos, nos vincula el hecho de que la pandemia ha puesto en riesgo gran parte de ello. La industria global del turismo enfrenta profundos desafíos en 2020 y muchas incertidumbres en el futuro, y toda recuperación que se produzca será lenta y difícil. Por ejemplo, Palau proyecta un declive de un 52% de las llegadas de turistas en 2020 y de un 91% en 2021, causando una reducción del PIB de un 23%. La seguridad alimentaria también está en peligro. Las cadenas de suministro se han visto interrumpidas debido al distanciamiento social y las medidas de cuarentena, y los sectores de la pesca y la marisquería son particularmente vulnerables.
A medida que el mundo se recupere de los efectos de la crisis y se encamine hacia la recuperación, el Panel de Alto Nivel para una Economía Oceánica Sostenible (el Panel de los Océanos, que co-presidimos) está poniendo énfasis en que la naturaleza azul debe tener un lugar central en nuestra concepción de mundo y los planes que nos planteemos. El océano tiene un papel esencial que desempeñar, no solo en términos de salud y medicina, alimentación y seguridad energética, adaptación y mitigación del cambio climático, e investigación científica, sino también –y esto es quizás lo más importante para el futuro post-pandemia- en fortalecer nuestra resiliencia a crisis similares que ocurran en el futuro.
Para asegurarnos de que el océano pueda cumplir esa función, el camino a la recuperación debe cerrar el círculo vicioso de los desechos mediante la aceleración del desarrollo de una economía circular. Piénsese en la contaminación de los plásticos, que ensucia nuestros paisajes, asfixia nuestros mares y daña la salud de los más pobres del planeta. Dos mil millones de personas carecen de acceso a sistemas de gestión de desechos, y es probable que la pandemia empeore la situación. Durante el brote de ébola de 2014-16 en África Occidental, la tasa de generación de residuos infecciosos se estimó en 240 litros por paciente al día.
Es más, la polución de los océanos va más allá de los plásticos, e incluye contaminantes ambientales como los pesticidas, los metales pesados, las sustancias orgánicas y los antibióticos. Estudios encargados por el Panel de los Océanos demuestran que debemos abordar las causas raíces de toda la polución oceánica para asegurar la salud de nuestro planeta y el bienestar humano.
BLACK FRIDAY SALE: Subscribe for as little as $34.99
Subscribe now to gain access to insights and analyses from the world’s leading thinkers – starting at just $34.99 for your first year.
Subscribe Now
Piénsese en el papel de los océanos en la seguridad alimentaria. Es una parte fundamental de la solución al problema de la interrupción a mediano plazo de los sistemas alimentarios y al desafío de más largo plazo de alimentar a diez mil millones de personas para 2050. Esto cobra especial validez en países como Palau, donde la gente depende del mar para la mayor parte de su dieta. Durante la epidemia de ébola, la industria pesquera de África Occidental ayudó a alimentar a la población cuando las tierras agrícolas quedaron abandonadas. El pescado tuvo un papel central en asegurar el suministro de proteínas para las comunidades costeras y continentales. Los estudios encargados por el Panel de los Océanos indican que, si se mejoran la administración y se innova, el océano podría más que sextuplicar los recursos alimentarios que provee hoy.
Mientras tanto, ya se está dando respuesta a algunas de las vulnerabilidades de las cadenas de suministro marítimo tanto locales como internacionales que la crisis puso al descubierto. Se las está acortando y haciendo más resilientes, gracias a una mayor capacidad de almacenamiento en frío, un papel más importante para la pesca artesanal de pequeña escala y una mayor demanda local.
La resiliencia debe ser un objetivo de todas nuestras políticas. Después de todo, la crisis global causada por el COVID-19 no transforma en obsoletos nuestros desafíos oceánicos y climáticos de largo plazo; por el contrario, nos vuelve más vulnerables a ellos. Tampoco nos arrebata las oportunidades que nos ofrece una economía oceánica sostenible. Por ejemplo, las inversiones para la recuperación económica de Noruega en transporte marítimo verde, que incluyen nuevas embarcaciones impulsadas por fuentes energéticas con cero emisiones como hidrógeno y baterías, reducirán la polución y crearán empleos.
Esta es una excelente oportunidad para desarrollar una economía oceánica sana y sostenible. La inversión en acciones oceánicas claves como la descarbonización del transporte marítimo, la conservación y restauración de los manglares, la producción sostenible de productos del mar y el desarrollo de energías renovables nos beneficia a todos. No solo con beneficios financieros, sino una mejor salud para los consumidores, una mayor riqueza de biodiversidad y empleos más seguros, entre otras cosas. Un océano sostenible se debe ver no solo como un imperativo conservacionista, sino como una prioridad para el futuro de nuestras economías, nuestros ecosistemas y nuestra sociedad.
El extraordinario carácter global de la crisis del COVID-19 significa que debemos trabajar en conjunto para lograr el futuro sostenible que nos imaginamos. Dentro del próximo año, el Panel de los Océanos anunciará una agenda de medidas que establezca un plan que combine una protección efectiva, una producción sostenible y una prosperidad equitativa para mejorar la resiliencia a los desastres económicos, las crisis sanitarias y los desórdenes sociales resultantes. Entretanto, estamos colaborando con nuestros pares del Panel de los Océanos, compartiendo desafíos y experiencias, hallazgos y conocimientos, e invitando a otros a que se nos unan.
Si tomamos los pasos ahora para responder, restablecer y reconstruir a través de una recuperación azul, nos aseguraremos de mantener la salud y la riqueza del océano, estimularemos nuestras economías y crearemos un futuro más resiliente, sostenible y próspero para todos nosotros.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen