LONDRES – Mientras el mundo tenía la atención puesta en la elección estadounidense, los cada vez más numerosos fenómenos meteorológicos extremos (desde las desastrosas inundaciones en España hasta la peor sequía que haya sufrido África meridional en un siglo) destacan la necesidad de no perder de vista el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las alteraciones del ciclo del agua.
Son crisis relacionadas, y sus síntomas están empeorando. Una sequía que mata cultivos provocará padecimientos a millones de personas; y cuando los extremos del agua (exceso o insuficiencia) afectan a sociedades vulnerables, el resultado será desplazamientos, migraciones y conflictos que pueden afectar a todo el mundo.
Pero nadie está escuchando. La reciente cumbre de biodiversidad (COP16) celebrada en Cali (Colombia) recibió poca atención internacional y no logró producir una hoja de ruta para un aumento de la financiación destinada a la protección de especies. En cambio, los delegados se contentaron con el hecho de que se haya decidido cobrar a las empresas privadas por el uso de información genética derivada de la biodiversidad y crear un nuevo grupo de trabajo para los pueblos indígenas.
Aunque importantes, estos hechos son marginales en relación con la tarea de detener la pérdida de biodiversidad. Peor aún, pueden actuar como una cortina de humo de la inacción global, como hemos visto durante muchos años en las negociaciones mundiales sobre el clima, donde largas sesiones sobre comercio internacional y «pérdidas y daños» han ocultado la falta de acciones hacia la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Aunque el Marco Mundial para la Biodiversidad aprobado en Montreal en 2022 estableció el ambicioso objetivo de llegar a 2030 con el 30% del planeta protegido, todavía hay 158 países que no han presentado planes formales para su concreción.
Esta inacción no puede continuar. Las actividades humanas están poniendo en riesgo la estabilidad del clima y los sistemas naturales de los que depende el bienestar de las personas. Están en juego la seguridad alimentaria, la salud humana y la estabilidad social. Las negociaciones de la COP16 supuestamente continuarán «en una fecha posterior»; pero el mundo no puede dejar pasar la COP16 sin avances significativos hacia la protección de la biodiversidad y de los ecosistemas del planeta.
Sin acciones urgentes, sistémicas y colectivas, los efectos del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y de la crisis del agua se intensificarán. La biodiversidad y la naturaleza son centrales para el mantenimiento de patrones climáticos estables y para el ciclo hidrológico. El funcionamiento eficaz de los humedales y de los bosques, que almacenan enormes cantidades de carbono, depende de la estabilidad de los ciclos del agua y de una biodiversidad floreciente.
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Los ecosistemas terrestres hoy absorben el 25% de las emisiones de dióxido de carbono y ayudan así a evitar que el CO2 atmosférico supere las 420 partes por millón. Pero fenómenos hidrológicos extremos (sequías e inundaciones combinadas con el calor durante el «súper El Niño» de 2023) han provocado importantes daños a ese enorme sumidero de carbono. Es una seria señal de advertencia. La pérdida descontrolada de biodiversidad por sí sola puede impedir que se cumpla el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, con graves consecuencias para las comunidades vulnerables en todo el mundo.
En nuestro informe final para la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua, mostramos hasta qué punto el planeta está interconectado, no sólo a través del agua azul de los ríos y lagos, sino también a través del «agua verde» de la humedad del suelo. Además, todos estamos conectados a través de «ríos atmosféricos» que transportan la humedad del suelo, pasando por plantas y bosques, hasta la atmósfera, donde fluye entre regiones para brindar lluvias esenciales.
La columna vertebral de este proceso es una vegetación saludable, cuya transpiración transfiere a la atmósfera el agua que se convertirá en nubes. Los ríos atmosféricos benefician en forma desproporcionada a algunos países, mientras que otros (por ejemplo la India y Brasil) son importantes exportadores de humedad. Casi la mitad de las precipitaciones globales depende del uso de la tierra en países vecinos, lo que subraya la importancia de preservar la salud de los ecosistemas en todo el mundo.
Los costos de la inacción son enormes. La desestabilización del ciclo hidrológico implica amplios daños económicos. Los cambios en los patrones de lluvia, el aumento de las temperaturas, la pérdida de almacenamiento de agua y el menor acceso a agua limpia presagian una reducción significativa del PIB de los países. Para los de altos ingresos, la contracción promedio en 2050 puede ser del orden del 8%, mientras que los de menores ingresos pueden sufrir caídas de hasta el 15%. En tanto, más de la mitad (55%) de la producción mundial de alimentos se encuentra en áreas donde el suministro de agua dulce está en retroceso.
Todavía es posible revertir la crisis mundial del agua, pero el único modo de hacerlo es proteger y restaurar los ecosistemas en declive. Como señala el informe de la comisión, un buen punto de partida es que los gobiernos adopten un conjunto claro de políticas impulsadas por misiones para «conservar y restaurar hábitats naturales críticos para la protección del agua verde». Se necesitan políticas impulsadas por misiones que reconozcan las interdependencias entre el agua y la biodiversidad para fomentar las respuestas con participación de todas las áreas de gobierno y todos los sectores de la economía que demanda la sostenibilidad del planeta.
Por ejemplo, una misión para «restaurar al menos el 30% de los ecosistemas hídricos terrestres y bosques degradados de todo el mundo en 2030» demandará el trabajo conjunto de sectores tan diversos como la agricultura, la silvicultura, la construcción y las tecnologías de la información y la comunicación (por nombrar algunos). Una misión de restauración de bosques no sería competencia exclusiva del ministerio de medioambiente, sino también de los ministerios de finanzas, agricultura y ciencia y tecnología, entre otros.
Cuando se reanuden las negociaciones de la COP16, los gobiernos tendrán la oportunidad de demostrar este nivel de ambición y hacer un avance significativo. En primer lugar, deben presentar planes formales para el cumplimiento de los objetivos del Marco Mundial para la Biodiversidad. En segundo lugar, las estrategias y planes de acción nacionales para la biodiversidad donde se establezcan prioridades y se dirijan flujos de financiación deben reconocer la importancia del agua verde.
En tercer lugar, los gobiernos deben mejorar el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, custodios de la cuarta parte de la tierra del planeta y de aproximadamente el 40% de los territorios vírgenes que quedan en el mundo. Los delegados de la COP16 acordaron que las empresas deben compensar a las comunidades locales e indígenas por el uso de información genética derivada de la biodiversidad que ayudan a salvaguardar, pero los mínimos de compensación tienen que ser más ambiciosos.
El éxito de una cumbre no se demuestra con actos simbólicos y cortinas de humo. No podemos darnos el lujo de perder una década de acción en biodiversidad. El acceso del mundo al agua dulce depende de que los gobiernos incrementen sus esfuerzos ya mismo.
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The Norwegian finance ministry recently revealed just how much the country has benefited from Russia's invasion of Ukraine, estimating its windfall natural-gas revenues for 2022-23 to be around $111 billion. Yet rather than transferring these gains to those on the front line, the government is hoarding them.
argue that the country should give its windfall gains from gas exports to those on the front lines.
LONDRES – Mientras el mundo tenía la atención puesta en la elección estadounidense, los cada vez más numerosos fenómenos meteorológicos extremos (desde las desastrosas inundaciones en España hasta la peor sequía que haya sufrido África meridional en un siglo) destacan la necesidad de no perder de vista el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las alteraciones del ciclo del agua.
Son crisis relacionadas, y sus síntomas están empeorando. Una sequía que mata cultivos provocará padecimientos a millones de personas; y cuando los extremos del agua (exceso o insuficiencia) afectan a sociedades vulnerables, el resultado será desplazamientos, migraciones y conflictos que pueden afectar a todo el mundo.
Pero nadie está escuchando. La reciente cumbre de biodiversidad (COP16) celebrada en Cali (Colombia) recibió poca atención internacional y no logró producir una hoja de ruta para un aumento de la financiación destinada a la protección de especies. En cambio, los delegados se contentaron con el hecho de que se haya decidido cobrar a las empresas privadas por el uso de información genética derivada de la biodiversidad y crear un nuevo grupo de trabajo para los pueblos indígenas.
Aunque importantes, estos hechos son marginales en relación con la tarea de detener la pérdida de biodiversidad. Peor aún, pueden actuar como una cortina de humo de la inacción global, como hemos visto durante muchos años en las negociaciones mundiales sobre el clima, donde largas sesiones sobre comercio internacional y «pérdidas y daños» han ocultado la falta de acciones hacia la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Aunque el Marco Mundial para la Biodiversidad aprobado en Montreal en 2022 estableció el ambicioso objetivo de llegar a 2030 con el 30% del planeta protegido, todavía hay 158 países que no han presentado planes formales para su concreción.
Esta inacción no puede continuar. Las actividades humanas están poniendo en riesgo la estabilidad del clima y los sistemas naturales de los que depende el bienestar de las personas. Están en juego la seguridad alimentaria, la salud humana y la estabilidad social. Las negociaciones de la COP16 supuestamente continuarán «en una fecha posterior»; pero el mundo no puede dejar pasar la COP16 sin avances significativos hacia la protección de la biodiversidad y de los ecosistemas del planeta.
Sin acciones urgentes, sistémicas y colectivas, los efectos del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y de la crisis del agua se intensificarán. La biodiversidad y la naturaleza son centrales para el mantenimiento de patrones climáticos estables y para el ciclo hidrológico. El funcionamiento eficaz de los humedales y de los bosques, que almacenan enormes cantidades de carbono, depende de la estabilidad de los ciclos del agua y de una biodiversidad floreciente.
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Los ecosistemas terrestres hoy absorben el 25% de las emisiones de dióxido de carbono y ayudan así a evitar que el CO2 atmosférico supere las 420 partes por millón. Pero fenómenos hidrológicos extremos (sequías e inundaciones combinadas con el calor durante el «súper El Niño» de 2023) han provocado importantes daños a ese enorme sumidero de carbono. Es una seria señal de advertencia. La pérdida descontrolada de biodiversidad por sí sola puede impedir que se cumpla el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 °C, con graves consecuencias para las comunidades vulnerables en todo el mundo.
En nuestro informe final para la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua, mostramos hasta qué punto el planeta está interconectado, no sólo a través del agua azul de los ríos y lagos, sino también a través del «agua verde» de la humedad del suelo. Además, todos estamos conectados a través de «ríos atmosféricos» que transportan la humedad del suelo, pasando por plantas y bosques, hasta la atmósfera, donde fluye entre regiones para brindar lluvias esenciales.
La columna vertebral de este proceso es una vegetación saludable, cuya transpiración transfiere a la atmósfera el agua que se convertirá en nubes. Los ríos atmosféricos benefician en forma desproporcionada a algunos países, mientras que otros (por ejemplo la India y Brasil) son importantes exportadores de humedad. Casi la mitad de las precipitaciones globales depende del uso de la tierra en países vecinos, lo que subraya la importancia de preservar la salud de los ecosistemas en todo el mundo.
Los costos de la inacción son enormes. La desestabilización del ciclo hidrológico implica amplios daños económicos. Los cambios en los patrones de lluvia, el aumento de las temperaturas, la pérdida de almacenamiento de agua y el menor acceso a agua limpia presagian una reducción significativa del PIB de los países. Para los de altos ingresos, la contracción promedio en 2050 puede ser del orden del 8%, mientras que los de menores ingresos pueden sufrir caídas de hasta el 15%. En tanto, más de la mitad (55%) de la producción mundial de alimentos se encuentra en áreas donde el suministro de agua dulce está en retroceso.
Todavía es posible revertir la crisis mundial del agua, pero el único modo de hacerlo es proteger y restaurar los ecosistemas en declive. Como señala el informe de la comisión, un buen punto de partida es que los gobiernos adopten un conjunto claro de políticas impulsadas por misiones para «conservar y restaurar hábitats naturales críticos para la protección del agua verde». Se necesitan políticas impulsadas por misiones que reconozcan las interdependencias entre el agua y la biodiversidad para fomentar las respuestas con participación de todas las áreas de gobierno y todos los sectores de la economía que demanda la sostenibilidad del planeta.
Por ejemplo, una misión para «restaurar al menos el 30% de los ecosistemas hídricos terrestres y bosques degradados de todo el mundo en 2030» demandará el trabajo conjunto de sectores tan diversos como la agricultura, la silvicultura, la construcción y las tecnologías de la información y la comunicación (por nombrar algunos). Una misión de restauración de bosques no sería competencia exclusiva del ministerio de medioambiente, sino también de los ministerios de finanzas, agricultura y ciencia y tecnología, entre otros.
Cuando se reanuden las negociaciones de la COP16, los gobiernos tendrán la oportunidad de demostrar este nivel de ambición y hacer un avance significativo. En primer lugar, deben presentar planes formales para el cumplimiento de los objetivos del Marco Mundial para la Biodiversidad. En segundo lugar, las estrategias y planes de acción nacionales para la biodiversidad donde se establezcan prioridades y se dirijan flujos de financiación deben reconocer la importancia del agua verde.
En tercer lugar, los gobiernos deben mejorar el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, custodios de la cuarta parte de la tierra del planeta y de aproximadamente el 40% de los territorios vírgenes que quedan en el mundo. Los delegados de la COP16 acordaron que las empresas deben compensar a las comunidades locales e indígenas por el uso de información genética derivada de la biodiversidad que ayudan a salvaguardar, pero los mínimos de compensación tienen que ser más ambiciosos.
El éxito de una cumbre no se demuestra con actos simbólicos y cortinas de humo. No podemos darnos el lujo de perder una década de acción en biodiversidad. El acceso del mundo al agua dulce depende de que los gobiernos incrementen sus esfuerzos ya mismo.
Traducción: Esteban Flamini