Los líderes europeos deben abordar con seriedad el problema de la cocaína en Europa. La "dama blanca" está seduciendo a una creciente cantidad de europeos, y seguir negando el problema no hará más que empeorar las consecuencias.
Tradicionalmente, la cocaína era un problema de Estados Unidos, hasta el punto que este país inició una gran campaña contra los vendedores y consumidores de cocaína crack en las ciudades del país, los narcotraficantes y los proveedores en los Andes. Sin embargo, hoy la demanda de cocaína en la mayor parte del mundo es estable o va en disminución. El cultivo de coca se ha reducido en un cuarto en los últimos cinco años, y los decomisos de cocaína casi se han duplicado. En el año 2005 se decomisó un impresionante 42% de toda la cocaína mundial.
Sólo Europa da la nota disonante. El consumo de cocaína va en aumento, especialmente en España, Gran Bretaña e Italia. Hay abundancia de evidencia circunstancial de trazas de cocaína encontradas en billetes y en la red de aguas.
Los siguientes son algunos datos más preocupantes. Por primera vez, el nivel de consumo de cocaína en España -3% de la población entre 15 y 64 años- supera al de EE.UU. Y el Reino Unido no va muy a la zaga. En 2005, un 2,4% de la población británica consumió cocaína al menos una vez, lo que significa un gran aumento con respecto al 0,6% de una década atrás.
Considérese otro revelador indicador. Hace diez años, un 20% de las personas que ingresaban a tratamiento por abuso de drogas en Holanda eran adictas a la cocaína. Ahora es un 40%. En España, la proporción ha llegado al 42% en 2002, desde apenas un 7% en 1995, e indudablemente ha seguido aumentando desde entonces.
El creciente problema de la cocaína en Europa se debe a varios factores. En primer lugar, los usuarios de drogas europeos están pasando de la heroína a la cocaína. La cocaína está de moda porque es atractiva: blanca, no oscura; se aspira, no se inyecta; se consume en una sala de estar o en un sofisticado club nocturno, no en callejones oscuros. Es vista como una droga para ganadores, no para perdedores. Para muchos es un símbolo de éxito, hasta que terminan en un hospital o un centro de tratamiento. Ciertamente, no ayuda mucho el consumo de cocaína por parte de artistas televisivos, ejecutivos, modelos y miembros del jet set que hacen alarde de su hábito de consumir drogas ilícitas. Tampoco lo es la difusión acrítica de estas historias por parte de los medios de comunicación.
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Pareciera que es necesario recordar a una buena cantidad de europeos que la cocaína es perjudicial y altamente adictiva. Por eso es una sustancia controlada. Si bien los adictos pueden negarse a ver la realidad, pensando que pueden controlar su “consumo recreativo”, la cocaína "no miente", para citar la famosa canción de J.J. Cale.
En segundo lugar, demasiados gobiernos -especialmente en los países ricos- no invierten capital político en la prevención y el tratamiento del abuso de esta droga. No están bien equipados para enfrentar el problema, de manera que sus sociedades sufren el problema de drogas que se merecen.
Esto plantea un problema de credibilidad básico: ¿cómo puede Europa presionar a Colombia y Perú para que reduzcan la oferta cuando es su propio consumo el que impulsa el cultivo?
La solución es atacar el problema en su origen, enfrentando tanto la oferta como la demanda. Es necesario reemplazar los cultivos de coca en América Latina por cultivos agrícolas, y se debe reducir el consumo de cocaína en la opulenta Europa. Solucionar el problema de la cocaína es una responsabilidad compartida.
Por el lado de la oferta, debe haber más apoyo para los campesinos pobres en los países productores de la droga, con el fin de darles alternativas viables al cultivo de la coca. La mayoría de quienes cultivan coca ilegal son extremadamente pobres. La erradicación de los cultivos no funcionará en el largo plazo si no se genera una economía legal para reemplazar las drogas. En consecuencia, el control de las drogas y la ayuda para el desarrollo deben ir de la mano.
La protección medio ambiental también es un tema. Los agricultores y productores de coca talan y queman bosques, contaminando los cursos de agua con sustancias químicas tóxicas y dañando ecosistemas frágiles. La región andina tiene menos del 1% de los suelos mundiales, pero más del 15% de su vida vegetal. Se están destruyendo vastas áreas de vegetación para producir líneas de polvo blanco. En tiempos de una creciente inquietud acerca del cambio climático, los europeos deben sensibilizarse sobre la destrucción de largo plazo que se inflige a un hábitat frágil y único, sólo para disfrutar de una “subida” momentánea.
Sin embargo, controlar la oferta no es suficiente. Si todos los campesinos de Colombia dejaran de cultivar coca mañana, la demanda incontrolada de los 13 millones de consumidores mundiales de cocaína generaría rápidamente un nivel equivalente de cultivos en otras áreas del planeta.
Es claro que el mayor desafío es prevenir el abuso de drogas y tratar y rehabilitar con éxito a los consumidores. Suecia es un buen ejemplo de cómo hacerlo de manera correcta. El consumo de drogas allí es un tercio del promedio europeo y es el resultado de décadas de políticas constantes y coherentes (independientes de los cambios en el gobierno) que combinan severos castigos a los traficantes con un tratamiento comprensivo hacia los consumidores.
Mientras más se haga para prevenir que las personas se conviertan en adictas a la cocaína, menos daño sufrirán ellas mismas y sus familias, menos dinero entrará en los bolsillos de los criminales, insurgentes y terroristas, y menor será el daño que sufra el medio ambiente.
Pero nada se hará hasta que Europa despierte y enfrente su pandemia.
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Not only did Donald Trump win last week’s US presidential election decisively – winning some three million more votes than his opponent, Vice President Kamala Harris – but the Republican Party he now controls gained majorities in both houses on Congress. Given the far-reaching implications of this result – for both US democracy and global stability – understanding how it came about is essential.
By voting for Republican candidates, working-class voters effectively get to have their cake and eat it, expressing conservative moral preferences while relying on Democrats to fight for their basic economic security. The best strategy for Democrats now will be to permit voters to face the consequences of their choice.
urges the party to adopt a long-term strategy aimed at discrediting the MAGA ideology once and for all.
Los líderes europeos deben abordar con seriedad el problema de la cocaína en Europa. La "dama blanca" está seduciendo a una creciente cantidad de europeos, y seguir negando el problema no hará más que empeorar las consecuencias.
Tradicionalmente, la cocaína era un problema de Estados Unidos, hasta el punto que este país inició una gran campaña contra los vendedores y consumidores de cocaína crack en las ciudades del país, los narcotraficantes y los proveedores en los Andes. Sin embargo, hoy la demanda de cocaína en la mayor parte del mundo es estable o va en disminución. El cultivo de coca se ha reducido en un cuarto en los últimos cinco años, y los decomisos de cocaína casi se han duplicado. En el año 2005 se decomisó un impresionante 42% de toda la cocaína mundial.
Sólo Europa da la nota disonante. El consumo de cocaína va en aumento, especialmente en España, Gran Bretaña e Italia. Hay abundancia de evidencia circunstancial de trazas de cocaína encontradas en billetes y en la red de aguas.
Los siguientes son algunos datos más preocupantes. Por primera vez, el nivel de consumo de cocaína en España -3% de la población entre 15 y 64 años- supera al de EE.UU. Y el Reino Unido no va muy a la zaga. En 2005, un 2,4% de la población británica consumió cocaína al menos una vez, lo que significa un gran aumento con respecto al 0,6% de una década atrás.
Considérese otro revelador indicador. Hace diez años, un 20% de las personas que ingresaban a tratamiento por abuso de drogas en Holanda eran adictas a la cocaína. Ahora es un 40%. En España, la proporción ha llegado al 42% en 2002, desde apenas un 7% en 1995, e indudablemente ha seguido aumentando desde entonces.
El creciente problema de la cocaína en Europa se debe a varios factores. En primer lugar, los usuarios de drogas europeos están pasando de la heroína a la cocaína. La cocaína está de moda porque es atractiva: blanca, no oscura; se aspira, no se inyecta; se consume en una sala de estar o en un sofisticado club nocturno, no en callejones oscuros. Es vista como una droga para ganadores, no para perdedores. Para muchos es un símbolo de éxito, hasta que terminan en un hospital o un centro de tratamiento. Ciertamente, no ayuda mucho el consumo de cocaína por parte de artistas televisivos, ejecutivos, modelos y miembros del jet set que hacen alarde de su hábito de consumir drogas ilícitas. Tampoco lo es la difusión acrítica de estas historias por parte de los medios de comunicación.
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En segundo lugar, demasiados gobiernos -especialmente en los países ricos- no invierten capital político en la prevención y el tratamiento del abuso de esta droga. No están bien equipados para enfrentar el problema, de manera que sus sociedades sufren el problema de drogas que se merecen.
Esto plantea un problema de credibilidad básico: ¿cómo puede Europa presionar a Colombia y Perú para que reduzcan la oferta cuando es su propio consumo el que impulsa el cultivo?
La solución es atacar el problema en su origen, enfrentando tanto la oferta como la demanda. Es necesario reemplazar los cultivos de coca en América Latina por cultivos agrícolas, y se debe reducir el consumo de cocaína en la opulenta Europa. Solucionar el problema de la cocaína es una responsabilidad compartida.
Por el lado de la oferta, debe haber más apoyo para los campesinos pobres en los países productores de la droga, con el fin de darles alternativas viables al cultivo de la coca. La mayoría de quienes cultivan coca ilegal son extremadamente pobres. La erradicación de los cultivos no funcionará en el largo plazo si no se genera una economía legal para reemplazar las drogas. En consecuencia, el control de las drogas y la ayuda para el desarrollo deben ir de la mano.
La protección medio ambiental también es un tema. Los agricultores y productores de coca talan y queman bosques, contaminando los cursos de agua con sustancias químicas tóxicas y dañando ecosistemas frágiles. La región andina tiene menos del 1% de los suelos mundiales, pero más del 15% de su vida vegetal. Se están destruyendo vastas áreas de vegetación para producir líneas de polvo blanco. En tiempos de una creciente inquietud acerca del cambio climático, los europeos deben sensibilizarse sobre la destrucción de largo plazo que se inflige a un hábitat frágil y único, sólo para disfrutar de una “subida” momentánea.
Sin embargo, controlar la oferta no es suficiente. Si todos los campesinos de Colombia dejaran de cultivar coca mañana, la demanda incontrolada de los 13 millones de consumidores mundiales de cocaína generaría rápidamente un nivel equivalente de cultivos en otras áreas del planeta.
Es claro que el mayor desafío es prevenir el abuso de drogas y tratar y rehabilitar con éxito a los consumidores. Suecia es un buen ejemplo de cómo hacerlo de manera correcta. El consumo de drogas allí es un tercio del promedio europeo y es el resultado de décadas de políticas constantes y coherentes (independientes de los cambios en el gobierno) que combinan severos castigos a los traficantes con un tratamiento comprensivo hacia los consumidores.
Mientras más se haga para prevenir que las personas se conviertan en adictas a la cocaína, menos daño sufrirán ellas mismas y sus familias, menos dinero entrará en los bolsillos de los criminales, insurgentes y terroristas, y menor será el daño que sufra el medio ambiente.
Pero nada se hará hasta que Europa despierte y enfrente su pandemia.