COPENHAGUE – Como George W. Bush y Tony Blair lo entendieron por las malas, el público no tolera que se le engañe sobre la naturaleza de las amenazas potenciales. La revelación posterior a los hechos de que las razones para invadir Irak fueron enormemente exageradas –y en algunos casos completamente inventadas- provocó una violenta reacción que ayudó a sacar a los republicanos del poder en los Estados Unidos en 2008 y puede ocasionar lo mismo con el Partido Laborista de Gran Bretaña este año.
En la opinión pública se está dando un cambio similar con respecto al cambio climático. El proceso cobró impulso el año pasado, después de que algunos piratas informáticos filtraran miles de correos electrónicos de un prestigioso centro de investigación británico que muestran que algunos de los climatólogos más influyentes del mundo habían estado tratando de ocultar errores en su trabajo, bloquear el escrutinio y conspirar juntos para imponer lo que equivale a una línea de partido sobre el cambio climático. Más recientemente, el respetado grupo asesor de las Naciones Unidas, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), ha quedado en una posición embarazosa por las revelaciones de que algunas predicciones alarmantes contenidas en un importante informe que publicó en 2007 tenían muy poco o ningún sustento científico.
Aunque ninguna de estas fallas ofrece razones para dudar que el cambio climático es real, ha sido provocado por el hombre y nos causará problemas, estos desafíos al IPCC están teniendo consecuencias. En efecto, algunas encuestas recientes muestran que el público confía cada vez menos en el consenso científico sobre el calentamiento global.
Los titulares más espectaculares sobre los errores del IPCC tienen que ver con una afirmación que hizo el Grupo sobre el deshielo de los glaciares del Himalaya en su informe de 2007 sobre los impactos probables del cambio climático. El informe señalaba que: “Los glaciares del Himalaya están retrayéndose más rápidamente que en cualquier otra zona del mundo” y añadía que “si se mantiene el ritmo actual, la probabilidad de que desaparezcan completamente para el año 2035 y tal vez antes es muy elevada.” Sucede, sin embargo, que esa predicción no se basó en una investigación científica evaluada por iguales, sino que se copió de un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que repetía una especulación no comprobada de un solo investigador.
Esta falta de bases científicas no impidió que numerosos activistas del calentamiento global citaran la predicción sobre los glaciares en cada oportunidad que se les presentaba. Cuando el gobierno de la India sugirió el año pasado que los glaciares del Himalaya estaban en mejores condiciones de lo que sostenía el IPCC, el presidente del Grupo, Rajendra Pachauri, desestimó las objeciones de la India porque dijo que se basaban en “ciencia vudú”.
Hace unos días, el gobierno de la India reaccionó ante las revelaciones sobre la falta de fundamentos de la afirmación sobre los glaciares anunciando planes para establecer su propio "IPCC indio" con el objetivo de evaluar el impacto del calentamiento global. El ministro de medio ambiente de la India, Jairam Ramesh, declaró: “La línea entre las ciencias ambientales y la evangelización ambiental es muy tenue. Yo estoy a favor de las ciencias ambientales.”
Evangelización ambiental es una descripción acertada de lo que el IPCC ha estado haciendo, puesto que ha exagerado algunas de las ramificaciones del cambio climático para que los políticos tomen nota. Murai Lal, el principal autor y coordinador de la sección del informe del IPCC que contenía el error sobre el Himalaya admitió que él y sus colegas sabían que la dramática predicción de los glaciares no se basaba en ningún procedimiento científico evaluado por iguales. No obstante, explicó, "pensamos que si podíamos hacer que destacara, tendría un impacto sobre los encargados del diseño de políticas y los políticos y los incitaría a tomar medidas concretas."
La medida concreta que tenían en mente era lograr que los gobiernos aplicaran recortes drásticos de las emisiones de dióxido de carbono. Los activistas han estado proponiendo sin éxito este enfoque para encarar el calentamiento global durante casi 20 años; la ocasión más reciente fue en la fallida cumbre ambiental de Copenhague del pasado diciembre. El problema es que es una solución demasiado costosa para que los políticos y el público la acepten fácilmente, por lo que muchos científicos ambientales aparentemente han llegado a la conclusión de que en lugar de basarse en una discusión razonada, valdría la pena aterrorizarnos hasta que perdamos la razón.
Consideremos lo que el IPCC dijo sobre los fenómenos meteorológicos extremos como los huracanes violentos. El costo de esos fenómenos en términos de propiedades destruidas y trastornos económicos ha estado incrementándose de manera sostenida, Todos los estudios evaluados por iguales han mostrado que eso no se debe al aumento de las temperaturas, sino a que más personas viven donde esos fenómenos suceden.
No obstante, en la influyente evaluación sobre el cambio climático que el IPCC realizó en 2007, el Grupo de Trabajo II (encargado de calcular el impacto potencial del calentamiento global) decidió citar un estudio, no publicado en ese entonces, en el que supuestamente se llegó a la conclusión de que el calentamiento global había duplicado el costo de los daños en los últimos 35 años. De hecho, cuando ese estudio finalmente se publicó, en él se establecía categóricamente que no había "pruebas suficientes" para vincular el aumento de las pérdidas con el calentamiento global. Dicho de otro modo, lo que el Grupo de Trabajo II informó era absolutamente incorrecto.
En otra parte de la evaluación de 2007, el Grupo de Trabajo II afirmó que “hasta el 40% de la selva amazónica" estaba en riesgo inminente de destrucción por el calentamiento global. La base de esta afirmación era un solo informe del Fondo Mundial para la Naturaleza que a su vez citaba únicamente un estudio que ni siquiera analizaba el cambio climático, sino más bien el impacto de actividades humanas como la tala y la quema. De manera similar, el Grupo de Trabajo II sostuvo que “para 2020, en algunos países [africanos], el rendimiento de la agricultura de temporal podría reducirse hasta en un 50%”. Resulta que esta alarmante estadística, que se ha citado mucho desde entonces, se había basado en un solo punto, sin referencias, de un informe de un grupo de análisis de temas ambientales.
Hay muchos otros ejemplos de enjuagues similares del Grupo de Trabajo II. Con todo, además de una admisión hecha a regañadientes de que sus predicciones sobre los glaciares del Himalaya no estaban “suficientemente justificadas”, el IPCC aún no reconoce ninguno de los errores –y mucho menos se ha disculpado por ellos.
Para que el IPCC haga su trabajo de manera adecuada, debe aceptar todas sus equivocaciones y poner orden en la casa. Nadie espera que sea infalible, pero tampoco debemos tolerar sus intentos de atemorizar a los encargados del diseño de políticas en lugar de mantenerlos informados.
COPENHAGUE – Como George W. Bush y Tony Blair lo entendieron por las malas, el público no tolera que se le engañe sobre la naturaleza de las amenazas potenciales. La revelación posterior a los hechos de que las razones para invadir Irak fueron enormemente exageradas –y en algunos casos completamente inventadas- provocó una violenta reacción que ayudó a sacar a los republicanos del poder en los Estados Unidos en 2008 y puede ocasionar lo mismo con el Partido Laborista de Gran Bretaña este año.
En la opinión pública se está dando un cambio similar con respecto al cambio climático. El proceso cobró impulso el año pasado, después de que algunos piratas informáticos filtraran miles de correos electrónicos de un prestigioso centro de investigación británico que muestran que algunos de los climatólogos más influyentes del mundo habían estado tratando de ocultar errores en su trabajo, bloquear el escrutinio y conspirar juntos para imponer lo que equivale a una línea de partido sobre el cambio climático. Más recientemente, el respetado grupo asesor de las Naciones Unidas, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), ha quedado en una posición embarazosa por las revelaciones de que algunas predicciones alarmantes contenidas en un importante informe que publicó en 2007 tenían muy poco o ningún sustento científico.
Aunque ninguna de estas fallas ofrece razones para dudar que el cambio climático es real, ha sido provocado por el hombre y nos causará problemas, estos desafíos al IPCC están teniendo consecuencias. En efecto, algunas encuestas recientes muestran que el público confía cada vez menos en el consenso científico sobre el calentamiento global.
Los titulares más espectaculares sobre los errores del IPCC tienen que ver con una afirmación que hizo el Grupo sobre el deshielo de los glaciares del Himalaya en su informe de 2007 sobre los impactos probables del cambio climático. El informe señalaba que: “Los glaciares del Himalaya están retrayéndose más rápidamente que en cualquier otra zona del mundo” y añadía que “si se mantiene el ritmo actual, la probabilidad de que desaparezcan completamente para el año 2035 y tal vez antes es muy elevada.” Sucede, sin embargo, que esa predicción no se basó en una investigación científica evaluada por iguales, sino que se copió de un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que repetía una especulación no comprobada de un solo investigador.
Esta falta de bases científicas no impidió que numerosos activistas del calentamiento global citaran la predicción sobre los glaciares en cada oportunidad que se les presentaba. Cuando el gobierno de la India sugirió el año pasado que los glaciares del Himalaya estaban en mejores condiciones de lo que sostenía el IPCC, el presidente del Grupo, Rajendra Pachauri, desestimó las objeciones de la India porque dijo que se basaban en “ciencia vudú”.
Hace unos días, el gobierno de la India reaccionó ante las revelaciones sobre la falta de fundamentos de la afirmación sobre los glaciares anunciando planes para establecer su propio "IPCC indio" con el objetivo de evaluar el impacto del calentamiento global. El ministro de medio ambiente de la India, Jairam Ramesh, declaró: “La línea entre las ciencias ambientales y la evangelización ambiental es muy tenue. Yo estoy a favor de las ciencias ambientales.”
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Evangelización ambiental es una descripción acertada de lo que el IPCC ha estado haciendo, puesto que ha exagerado algunas de las ramificaciones del cambio climático para que los políticos tomen nota. Murai Lal, el principal autor y coordinador de la sección del informe del IPCC que contenía el error sobre el Himalaya admitió que él y sus colegas sabían que la dramática predicción de los glaciares no se basaba en ningún procedimiento científico evaluado por iguales. No obstante, explicó, "pensamos que si podíamos hacer que destacara, tendría un impacto sobre los encargados del diseño de políticas y los políticos y los incitaría a tomar medidas concretas."
La medida concreta que tenían en mente era lograr que los gobiernos aplicaran recortes drásticos de las emisiones de dióxido de carbono. Los activistas han estado proponiendo sin éxito este enfoque para encarar el calentamiento global durante casi 20 años; la ocasión más reciente fue en la fallida cumbre ambiental de Copenhague del pasado diciembre. El problema es que es una solución demasiado costosa para que los políticos y el público la acepten fácilmente, por lo que muchos científicos ambientales aparentemente han llegado a la conclusión de que en lugar de basarse en una discusión razonada, valdría la pena aterrorizarnos hasta que perdamos la razón.
Consideremos lo que el IPCC dijo sobre los fenómenos meteorológicos extremos como los huracanes violentos. El costo de esos fenómenos en términos de propiedades destruidas y trastornos económicos ha estado incrementándose de manera sostenida, Todos los estudios evaluados por iguales han mostrado que eso no se debe al aumento de las temperaturas, sino a que más personas viven donde esos fenómenos suceden.
No obstante, en la influyente evaluación sobre el cambio climático que el IPCC realizó en 2007, el Grupo de Trabajo II (encargado de calcular el impacto potencial del calentamiento global) decidió citar un estudio, no publicado en ese entonces, en el que supuestamente se llegó a la conclusión de que el calentamiento global había duplicado el costo de los daños en los últimos 35 años. De hecho, cuando ese estudio finalmente se publicó, en él se establecía categóricamente que no había "pruebas suficientes" para vincular el aumento de las pérdidas con el calentamiento global. Dicho de otro modo, lo que el Grupo de Trabajo II informó era absolutamente incorrecto.
En otra parte de la evaluación de 2007, el Grupo de Trabajo II afirmó que “hasta el 40% de la selva amazónica" estaba en riesgo inminente de destrucción por el calentamiento global. La base de esta afirmación era un solo informe del Fondo Mundial para la Naturaleza que a su vez citaba únicamente un estudio que ni siquiera analizaba el cambio climático, sino más bien el impacto de actividades humanas como la tala y la quema. De manera similar, el Grupo de Trabajo II sostuvo que “para 2020, en algunos países [africanos], el rendimiento de la agricultura de temporal podría reducirse hasta en un 50%”. Resulta que esta alarmante estadística, que se ha citado mucho desde entonces, se había basado en un solo punto, sin referencias, de un informe de un grupo de análisis de temas ambientales.
Hay muchos otros ejemplos de enjuagues similares del Grupo de Trabajo II. Con todo, además de una admisión hecha a regañadientes de que sus predicciones sobre los glaciares del Himalaya no estaban “suficientemente justificadas”, el IPCC aún no reconoce ninguno de los errores –y mucho menos se ha disculpado por ellos.
Para que el IPCC haga su trabajo de manera adecuada, debe aceptar todas sus equivocaciones y poner orden en la casa. Nadie espera que sea infalible, pero tampoco debemos tolerar sus intentos de atemorizar a los encargados del diseño de políticas en lugar de mantenerlos informados.