GINEBRA – Casi todo el mundo coincide en que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud de las personas. Un aumento de 2 °C en las temperaturas globales (umbral que probablemente cruzaremos a fines de este siglo) puede cobrarse hasta mil millones de vidas, con causas de muerte que incluirán fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor, sequías, inundaciones, brotes de enfermedades infecciosas y escasez de alimentos. Pero la situación puede terminar siendo peor, porque los pronósticos actuales no tienen en cuenta el inevitable aumento de la resistencia a antibióticos (RA).
El cambio climático puede tener un profundo efecto sobre la RA; hay cada vez más pruebas de que un clima adverso y el aumento de temperaturas pueden facilitar la aparición y difusión de patógenos resistentes a fármacos. Pero los modelos que se usan para medir los efectos sanitarios del cambio climático (lo mismo que las políticas oficiales en respuesta al calentamiento global) pasan por alto el creciente riesgo de dicha resistencia, y este descuido inmenso hará más difícil tratar infecciones y mantener la salud de la población.
Aunque un planeta más cálido supone mayor riesgo de extinción para casi 11 000 especies, también puede ofrecer condiciones más favorables a bacterias y hongos. Temperaturas más altas se asocian con mayores tasas de crecimiento bacterial e infección, y también pueden generar presión evolutiva sobre los microbios, llevándolos a mutar y desarrollar RA. Un estudio reciente en China halló que a cada grado Celsius de aumento de la temperatura del aire le corresponde un 14% de aumento de infecciones con Klebsiella pneumoniae resistente a fármacos y un 6% de aumento de infecciones con Pseudomonas aeruginosa resistente a fármacos.
Asimismo, los fenómenos meteorológicos extremos, en particular las inundaciones y las sequías, aumentarán la difusión a través del agua de enfermedades infecciosas como el cólera y la fiebre tifoidea, además de la resistencia a fármacos. Estos fenómenos suelen interrumpir el acceso a saneamiento y agua potable, con lo que dificultan la prevención y el control de infecciones. Además, la densidad urbana tiende a acelerar la transmisión de patógenos. Según algunas estimaciones, la crisis climática puede provocar el desplazamiento de 1200 millones de personas de aquí a 2050; el resultado probable será un hacinamiento creciente en las ciudades.
La RA es una crisis global en aumento. En 2019 se relacionó con casi cinco millones de muertes, lo que la convierte en uno de los principales asesinos mundiales. La Organización Mundial de la Salud señala que la RA es, junto con el cambio climático, una de las diez principales amenazas sanitarias globales; y la dirigencia internacional está decidida a hacerle frente: en septiembre, en paralelo con la Asamblea General de Naciones Unidas, se celebrará una reunión de alto nivel sobre el tema.
Pero muchos todavía piensan en la RA y el calentamiento global como hechos separados. Por ejemplo, el último informe Countdown de la revista Lancet sobre salud y cambio climático no habla de RA, resistencia a fármacos o antibióticos. Del mismo modo, la secretaría cuatripartita de la iniciativa One Health (formada por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, la OMS y la Organización Mundial de Sanidad Animal) no ha estudiado la relación entre el calentamiento global y la RA (por no hablar del efecto de esta última sobre los riesgos sanitarios del cambio climático).
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La comunidad internacional no está prestando la debida atención al impacto del cambio climático sobre la salud de la gente y las posibilidades terapéuticas. En preparación para la creciente crisis de RA, tenemos que dar cada vez más importancia a la prevención y el control de infecciones y, sobre todo, asegurar un uso razonable de los antibióticos eficaces. Esto demandará el desarrollo de nuevos antibióticos (algo que a menudo no resulta atractivo para las empresas farmacéuticas), además de hacer las inversiones correctas y crear los incentivos correctos para que los antibióticos que ya existen lleguen a las personas que los necesitan.
Con este fin, organizaciones como la que represento (la Alianza Mundial para la Investigación y el Desarrollo de Antibióticos) alientan la creación de nuevos fármacos y trabajan para mejorar el acceso (en particular en los países de bajos ingresos) a antibióticos esenciales que ya están en el mercado. Usar y distribuir los antibióticos en forma equitativa se volverá cada vez más importante, porque lo mismo que con el cambio climático, las comunidades más pobres suelen ser las más afectadas por la RA.
Pero eso no bastará. Los gobiernos de todo el mundo tienen que aumentar en forma sustancial los fondos destinados a la investigación de la RA, para poder dar respuesta a nuevas formas de resistencia a fármacos causadas directa o indirectamente por el calentamiento global. Para ello es necesario incluir la RA entre las contingencias del cambio climático y, sobre todo, verla como un problema conectado con el aumento de temperaturas, no separado; y esto debe comenzar en la reunión de alto nivel de la ONU sobre RA de septiembre y en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP29) de este año en Bakú. De lo contrario, la eficacia de los fármacos que ya existen empezará a fallar justo cuando más los necesitamos.
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Israeli Prime Minister Binyamin Netanyahu's decision to fire the country's internal security chief has raised suspicions, given that the move comes just after the launch of an investigation into a new scandal involving his own aides. Israelis are right to worry that they could now be heading for a constitutional crisis.
explains the latest scandal to hit Israel's increasingly illiberal, norm-breaking government.
The Global South is increasingly at risk of growing old before becoming rich, which implies huge social and economic costs. To avert this outcome, the Hevolution Foundation, a nonprofit backed by the Saudi royal family, has begun to support research focused on lengthening healthspans – the period of life spent in good health.
explains why increasing “healthspans” to match lifespans is a moral and economic imperative.
GINEBRA – Casi todo el mundo coincide en que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud de las personas. Un aumento de 2 °C en las temperaturas globales (umbral que probablemente cruzaremos a fines de este siglo) puede cobrarse hasta mil millones de vidas, con causas de muerte que incluirán fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor, sequías, inundaciones, brotes de enfermedades infecciosas y escasez de alimentos. Pero la situación puede terminar siendo peor, porque los pronósticos actuales no tienen en cuenta el inevitable aumento de la resistencia a antibióticos (RA).
El cambio climático puede tener un profundo efecto sobre la RA; hay cada vez más pruebas de que un clima adverso y el aumento de temperaturas pueden facilitar la aparición y difusión de patógenos resistentes a fármacos. Pero los modelos que se usan para medir los efectos sanitarios del cambio climático (lo mismo que las políticas oficiales en respuesta al calentamiento global) pasan por alto el creciente riesgo de dicha resistencia, y este descuido inmenso hará más difícil tratar infecciones y mantener la salud de la población.
Aunque un planeta más cálido supone mayor riesgo de extinción para casi 11 000 especies, también puede ofrecer condiciones más favorables a bacterias y hongos. Temperaturas más altas se asocian con mayores tasas de crecimiento bacterial e infección, y también pueden generar presión evolutiva sobre los microbios, llevándolos a mutar y desarrollar RA. Un estudio reciente en China halló que a cada grado Celsius de aumento de la temperatura del aire le corresponde un 14% de aumento de infecciones con Klebsiella pneumoniae resistente a fármacos y un 6% de aumento de infecciones con Pseudomonas aeruginosa resistente a fármacos.
Asimismo, los fenómenos meteorológicos extremos, en particular las inundaciones y las sequías, aumentarán la difusión a través del agua de enfermedades infecciosas como el cólera y la fiebre tifoidea, además de la resistencia a fármacos. Estos fenómenos suelen interrumpir el acceso a saneamiento y agua potable, con lo que dificultan la prevención y el control de infecciones. Además, la densidad urbana tiende a acelerar la transmisión de patógenos. Según algunas estimaciones, la crisis climática puede provocar el desplazamiento de 1200 millones de personas de aquí a 2050; el resultado probable será un hacinamiento creciente en las ciudades.
La RA es una crisis global en aumento. En 2019 se relacionó con casi cinco millones de muertes, lo que la convierte en uno de los principales asesinos mundiales. La Organización Mundial de la Salud señala que la RA es, junto con el cambio climático, una de las diez principales amenazas sanitarias globales; y la dirigencia internacional está decidida a hacerle frente: en septiembre, en paralelo con la Asamblea General de Naciones Unidas, se celebrará una reunión de alto nivel sobre el tema.
Pero muchos todavía piensan en la RA y el calentamiento global como hechos separados. Por ejemplo, el último informe Countdown de la revista Lancet sobre salud y cambio climático no habla de RA, resistencia a fármacos o antibióticos. Del mismo modo, la secretaría cuatripartita de la iniciativa One Health (formada por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, la OMS y la Organización Mundial de Sanidad Animal) no ha estudiado la relación entre el calentamiento global y la RA (por no hablar del efecto de esta última sobre los riesgos sanitarios del cambio climático).
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Con este fin, organizaciones como la que represento (la Alianza Mundial para la Investigación y el Desarrollo de Antibióticos) alientan la creación de nuevos fármacos y trabajan para mejorar el acceso (en particular en los países de bajos ingresos) a antibióticos esenciales que ya están en el mercado. Usar y distribuir los antibióticos en forma equitativa se volverá cada vez más importante, porque lo mismo que con el cambio climático, las comunidades más pobres suelen ser las más afectadas por la RA.
Pero eso no bastará. Los gobiernos de todo el mundo tienen que aumentar en forma sustancial los fondos destinados a la investigación de la RA, para poder dar respuesta a nuevas formas de resistencia a fármacos causadas directa o indirectamente por el calentamiento global. Para ello es necesario incluir la RA entre las contingencias del cambio climático y, sobre todo, verla como un problema conectado con el aumento de temperaturas, no separado; y esto debe comenzar en la reunión de alto nivel de la ONU sobre RA de septiembre y en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP29) de este año en Bakú. De lo contrario, la eficacia de los fármacos que ya existen empezará a fallar justo cuando más los necesitamos.
Traducción: Esteban Flamini