NUEVA YORK – La humanidad está en movimiento. Vivimos en una época de movilidad sin precedentes de ideas, dinero y, cada vez más, personas.
El inmenso tamaño de la población humana, combinado con la forma en que consumimos los recursos, está condicionando profundamente a nuestro mundo. Nuestro modelo económico de “consumir y desechar” ha enriquecido a cientos de millones en muchos países, reduciendo de manera importante la pobreza global, pero también ha dejado a demasiada gente atrás. Un asunto crucial es que expone a las futuras generaciones a enormes riesgos sociales, económicos y ambientales. Quizás el riesgo más importante se origine en que estamos llenando la atmósfera con gases de invernadero a una velocidad mayor que en cualquier momento de los últimos 66 millones de años.
Mil millones de personas hoy son migrantes, tras desplazarse dentro o más allá de las fronteras de sus países. Lo han hecho por una variedad de complejas razones, como la presión demográfica, la falta de oportunidades económicas, la degradación ambiental y las nuevas formas de viajar. En su conjunto, estos factores contribuyen al desplazamiento y la migración humanos en condiciones inseguras a una escala que no tiene precedentes y que no hará más que empeorar a medida que los efectos del cambio climático socaven gradualmente las condiciones de vida de millones de personas.
En esencia, el cambio climático está redibujando el mapa de dónde puede vivir la gente. El abastecimiento de alimentos se está interrumpiendo en la región del Sahel en el Norte de África y Centroamérica y el estrés hídrico y la escasez de agua están empeorando en el Norte de África y Oriente Medio. Por ejemplo, en Somalia se están viviendo sequías más frecuentes, e Irak se enfrenta a más olas de calor. Tormentas e inundaciones sin precedentes han asolado al Caribe y el Golfo de México. A medida que se normaliza lo que antes era anormal, se harán más comunes los periodos de escasez, la competencia de suma cero y los desplazamientos en masa.
Pese a todo, hay buenas noticias en dos de estos frentes. Primero, hemos avanzado mucho en la resistencia a condiciones climáticas extremas. En los años 70, Bangladesh perdió cientos de miles de vidas por grandes inundaciones. Hoy las víctimas de situaciones similares, si bien no menos trágicas, son mucho menores en número. Estamos mejorando la manera en que hacemos frente a los desastres.
Segundo, por primera vez en la historia la comunidad internacional está creando un marco para abordar la migración internacional. Las negociaciones entre gobiernos comenzaron en febrero de 2018 con el objetivo de adoptar un Pacto Global para la Migración Segura, Ordenada y Regular (GCM). Y el mes pasado la Asamblea General de las Naciones Unidas cerró los últimos detalles del GCM, que se espera los jefes de estado adopten en una conferencia de alto nivel que se celebrará en Marrakech en diciembre.
El Pacto Global para la Migración promete ser un sólido marco de medidas para la migración causada por el cambio climático, pero ahora debemos asegurarnos de su implementación. Es una oportunidad única de llevar a la práctica un sistema acordado internacionalmente para manejar una migración segura y ordenada. Como tal, tiene el potencial de mejorar las vidas y perspectivas de decenas de millones de personas. Una vez se adopte formalmente, deberemos asegurarnos de que este nuevo marco eleve los beneficios de los viajes e intercambios internacionales y, al mismo tiempo, dé respuesta a las inquietudes que muchos tienen acerca de la migración no regulada.
Finalmente, y esto es lo más importante, tendremos que hacer todo lo posible por reducir radicalmente las emisiones de gases de invernadero. Es la única manera de mantener la temperatura de la Tierra dentro de los 2ºC de los niveles preindustriales, el umbral en el que los ciclos de retroalimentación sin control podrían ocasionar un cambio climático desbocado.
La noticia reciente de que el dióxido de carbono atmosférico hoy supera las 410 partículas por millón debería servir como llamada de atención. Necesitamos con urgencia usar los recursos con mayor eficiencia, adoptando métodos de consumo y producción sostenibles y cambiando radicalmente nuestro modelo económico.
La ventana de oportunidad para actuar se está cerrando rápidamente. El cambio climático y la degradación ambiental generan niveles inaceptables de inseguridad humana. Si manejamos nuestro ambiente de manera sostenible, tendremos mejores oportunidades de garantizar la dignidad, los derechos y las perspectivas de los migrantes.
Estas dos metas son inseparables y las organizaciones que encabezamos están listas para sustentar las iniciativas que emprendan los gobiernos para lograrlas. El año 2018 nos presenta una oportunidad única de pensar y planificar para las décadas futuras, redoblando las medidas sobre migración y medio ambiente.
A medida que pongamos en práctica un marco para una migración segura, regular y ordenada, debemos usar nuestra creatividad para abordar sus causas. Sobre todo, necesitamos líderes visionarios y dispuestos a arreglar un problema que ya está entre nosotros y del que somos enteramente responsables.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
NUEVA YORK – La humanidad está en movimiento. Vivimos en una época de movilidad sin precedentes de ideas, dinero y, cada vez más, personas.
El inmenso tamaño de la población humana, combinado con la forma en que consumimos los recursos, está condicionando profundamente a nuestro mundo. Nuestro modelo económico de “consumir y desechar” ha enriquecido a cientos de millones en muchos países, reduciendo de manera importante la pobreza global, pero también ha dejado a demasiada gente atrás. Un asunto crucial es que expone a las futuras generaciones a enormes riesgos sociales, económicos y ambientales. Quizás el riesgo más importante se origine en que estamos llenando la atmósfera con gases de invernadero a una velocidad mayor que en cualquier momento de los últimos 66 millones de años.
Mil millones de personas hoy son migrantes, tras desplazarse dentro o más allá de las fronteras de sus países. Lo han hecho por una variedad de complejas razones, como la presión demográfica, la falta de oportunidades económicas, la degradación ambiental y las nuevas formas de viajar. En su conjunto, estos factores contribuyen al desplazamiento y la migración humanos en condiciones inseguras a una escala que no tiene precedentes y que no hará más que empeorar a medida que los efectos del cambio climático socaven gradualmente las condiciones de vida de millones de personas.
En esencia, el cambio climático está redibujando el mapa de dónde puede vivir la gente. El abastecimiento de alimentos se está interrumpiendo en la región del Sahel en el Norte de África y Centroamérica y el estrés hídrico y la escasez de agua están empeorando en el Norte de África y Oriente Medio. Por ejemplo, en Somalia se están viviendo sequías más frecuentes, e Irak se enfrenta a más olas de calor. Tormentas e inundaciones sin precedentes han asolado al Caribe y el Golfo de México. A medida que se normaliza lo que antes era anormal, se harán más comunes los periodos de escasez, la competencia de suma cero y los desplazamientos en masa.
Pese a todo, hay buenas noticias en dos de estos frentes. Primero, hemos avanzado mucho en la resistencia a condiciones climáticas extremas. En los años 70, Bangladesh perdió cientos de miles de vidas por grandes inundaciones. Hoy las víctimas de situaciones similares, si bien no menos trágicas, son mucho menores en número. Estamos mejorando la manera en que hacemos frente a los desastres.
Segundo, por primera vez en la historia la comunidad internacional está creando un marco para abordar la migración internacional. Las negociaciones entre gobiernos comenzaron en febrero de 2018 con el objetivo de adoptar un Pacto Global para la Migración Segura, Ordenada y Regular (GCM). Y el mes pasado la Asamblea General de las Naciones Unidas cerró los últimos detalles del GCM, que se espera los jefes de estado adopten en una conferencia de alto nivel que se celebrará en Marrakech en diciembre.
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El Pacto Global para la Migración promete ser un sólido marco de medidas para la migración causada por el cambio climático, pero ahora debemos asegurarnos de su implementación. Es una oportunidad única de llevar a la práctica un sistema acordado internacionalmente para manejar una migración segura y ordenada. Como tal, tiene el potencial de mejorar las vidas y perspectivas de decenas de millones de personas. Una vez se adopte formalmente, deberemos asegurarnos de que este nuevo marco eleve los beneficios de los viajes e intercambios internacionales y, al mismo tiempo, dé respuesta a las inquietudes que muchos tienen acerca de la migración no regulada.
Finalmente, y esto es lo más importante, tendremos que hacer todo lo posible por reducir radicalmente las emisiones de gases de invernadero. Es la única manera de mantener la temperatura de la Tierra dentro de los 2ºC de los niveles preindustriales, el umbral en el que los ciclos de retroalimentación sin control podrían ocasionar un cambio climático desbocado.
La noticia reciente de que el dióxido de carbono atmosférico hoy supera las 410 partículas por millón debería servir como llamada de atención. Necesitamos con urgencia usar los recursos con mayor eficiencia, adoptando métodos de consumo y producción sostenibles y cambiando radicalmente nuestro modelo económico.
La ventana de oportunidad para actuar se está cerrando rápidamente. El cambio climático y la degradación ambiental generan niveles inaceptables de inseguridad humana. Si manejamos nuestro ambiente de manera sostenible, tendremos mejores oportunidades de garantizar la dignidad, los derechos y las perspectivas de los migrantes.
Estas dos metas son inseparables y las organizaciones que encabezamos están listas para sustentar las iniciativas que emprendan los gobiernos para lograrlas. El año 2018 nos presenta una oportunidad única de pensar y planificar para las décadas futuras, redoblando las medidas sobre migración y medio ambiente.
A medida que pongamos en práctica un marco para una migración segura, regular y ordenada, debemos usar nuestra creatividad para abordar sus causas. Sobre todo, necesitamos líderes visionarios y dispuestos a arreglar un problema que ya está entre nosotros y del que somos enteramente responsables.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen