El Manicomio Político de China

Cuando el presidente de China, Jiang Zemin, fue al Foro Global de Fortune en Hong Kong, el presidente ejecutivo de la Time-Warner, Gerald Levin, le dió un premio nombrado en honor de Abraham Lincoln. El presidente Jiang regresó hace poco a esa reunión global de líderes de negocios pero, afortunadamente, no recibió el premio de nuevo. Parece que hasta los jefes occidentales que le tienen afecto a China encuentran difícil elogiar a Jiang ahora que reprime al movimiento espiritual del Falun Gong encarcelando a sus miembros o encerrándolos en hospitales psiquiátricos.

El confinamiento forzoso de muchos miembros del Falun Gong en manicomios es parte central de esta campaña. Los grupos de apoyo al Falun Gong en ultramar han documentado más de cien de esos casos. Según las estimaciones, la cantidad de personas que están siendo "tratadas" de esta manera alcanza los 600. Se ha reportado que tres de estas personas enviadas a manicomios han muerto como resultado del "mal trato".

El archipiélago de instituciones Ankang (paz y salud) de China es poco conocido en el mundo. Las veinte o más instituciones de este tipo son administradas por el Ministerio de Seguridad Pública y son departamentos provinciales subordinados. Los disidentes políticos y otros de categorías similares que son presentados ante los psiquiatras forenses del gobierno son con frecuencia tratados como los más "serios y peligrosos" de todos los malhechores que supuestamente sufren de enfermedades mentales, y deben enfrentarse al confinamiento obligatorio en estas misteriosas instituciones.

La psiquiatría forense china a pasado por diversas fases. En los años cincuenta dominaba la influencia soviética (caracterizada por teorías clínicas heréticas según las cuales ciertas formas particulares de disidencia política y religiosa se deben a variedades específicas de enfermedades mentales "peligrosas"). Durante la Revolución Cultural (1966-76), cuando la psicología humana fue repudiada oficialmente y la ideología política "correcta" era equiparada con la salud mental, entre 50% y 70% de las evaluaciones psiquiátricas de los detenidos por cargos criminales en distintas áreas, incluyendo Shanghai, resultaron en casos que fueron categorizados "de naturaleza política".

En la década de 1980 se volvió a los abusos psiquiátricos de bajo nivel del tipo de la etapa anterior a la Revolución Cultural. En un inicio, durante los años 90 la psiquiatría dirigida políticamente disminuyó. En los albores de la masacre de Tiananmen, sin embargo, los disidentes individuales y otros opositores políticos fueron confinados de nuevo en hospitales psiquiátricos especiales, contra su voluntad y por un periodo indefinido.

Un ejemplo es el caso de Xue Jifeng, un activista laboral que fue detenido por la policía en diciembre de 1999 en Zhengzhou, capital de la provincia de Henan, por intentar reunirse con otros activistas laborales, y fue confinado involuntariamente en el Hospital Psiquiátrico Municipal de Xinxiang, en donde permaneció hasta julio del 2000. Según los reportes, al Sr. Xue se le administraron drogas psiquiátricas a la fuerza y se le mantuvo en un cuarto con pacientes psiquiátricos verdaderos que lo mantenían despierto durante la noche y lo acosaban durante el día.

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Más recientemente, otro laborista, Cao Maobing, fue confinado por la policía a un manicomio en la provincia de Jiangsu. Fue arrestado por quejarse con reporteros del extranjero y desde entonces se le han administrado medicinas y se le ha sometido a terapia de choques eléctricos. Un grupo de expertos, dice el director del hospital, descubrió que el Sr. Cao sufre de "psicósis paranóica".

¿Por qué recurrir a medidas tan elaboradas y costozas en contra de oponentes políticos y religiosos cuando hay métodos más simples para neutralizarlos –como la ejecución y el encarcelamiento– a disposición de los dictadores? Una de las razones es que en la China post-Mao, como en la Unión Soviética tras la muerte de Stalin, los líderes reformistas dedicados a reducir los "excesos" pasados dieron fin a la liquidación física de los enemigos políticos.

Pero como el arresto ya no significaba ejecución sino encarcelamiento a largo plazo, los disidentes adquirieron una razonable posibilidad de lograr salir de prisión o de los campos de trabajo. Como resultado, surgieron redes de disidentes tanto en la URSS como en China después de la muerte de Stalin y de Mao. A los sucesores de esos dictadores, sin embargo, les pareció que este cambio representaba una indeseable complicación para sus “deshielos” políticos; era necesario encontrar mecanismos más sofisticados para inducir el miedo en su gente y descubrieron que hay pocos métodos más efectivos contra la actividad disidente que la amenaza de confinamiento en una institución para criminales considerados enfermos mentales.

El resto del mundo no está impedido para luchar en contra del abuso de la psiquiatría en China. En 1983, una prolongada campaña organizada por cuerpos psiquiátricos profesionales de Occidente y organizaciones internacionales pro-derechos humanos logró que la Sociedad de Psiquiatras y Neuropatólogos de la Unión Total Soviética se retirara de la Asociación Mundial de Psiquiatría para evitar ser expulsada. No fue readmitida sino hasta 1989, después de años de perestroika y de haber permitido el acceso directo de delegaciones psiquiátricas occidentales a las instituciones de psiquiatría forense soviéticas.

Como un primer paso, la Asociación Mundial de Psiquiatría y los cuerpos profesionales de cada nación deberían demandar un acceso directo a la red Ankang y a otros lugares de encarcelamiento por razones psiquiátricas. El apoyo de cuerpos psiquiátricos locales e internacionales puede también lograr que los gobiernos occidentales y la Unión Europea incluyan el tema del abuso psiquiátrico por razones políticas en la agenda formal de las seciones periódicas dedicadas a los derechos humanos, las cuales son ahora pivote de las relaciones China-Occidente.

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