HONG KONG – En la lucha para limitar el calentamiento global, no existe ningún país con la importancia de China, que depende de manera masiva del carbón y es responsable del 30 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Afortunadamente, está procurando mejorar su situación ambiental. Pero, ¿hace lo suficiente?
Si China solo pudiera elegir una meta, debiera ser la de limitar su dependencia de la energía producida con carbón. El país aloja a un sexto de la población del mundo, pero su consumo de carbón representa casi la mitad del mundial. Si China no reduce su participación y limita sus emisiones de gases de efecto invernadero, controlar el calentamiento global será imposible.
La buena noticia es que el uso del carbón en China parece haber caído ligeramente el año pasado y se espera que esa tendencia continúe. El Institute for Energy Economics and Financial Analysis estima que la participación de la electricidad generada con carbón en China caerá del 72,5 % en 2014 al 60 % en 2020. Aunque la disminución del año pasado en el uso del carbón puede haber sido una cuestión técnica, se espera que el consumo chino de carbón alcance su punto máximo muy pronto, tal vez el año que viene.
Eso significa que las emisiones de CO2 –el mayor componente de las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global– también comenzarán a caer y eso permitirá a China cumplir su promesa, efectuada en noviembre pasado como parte del acuerdo climático «histórico» con Estados Unidos, de que sus emisiones alcanzan su punto máximo alrededor de 2030. De hecho, si los líderes chinos actúan audazmente, se podría llegar a ese punto aún antes, a principios de la década de 2020.
Con la disminución del uso del carbón en China, su sector de energías renovables está creciendo rápidamente. El año pasado, China gastó la impresionante cantidad de 90 mil millones de USD, una suma muy superior a los 52 mil millones de USD invertidos por EE. UU., que ocupa el segundo lugar. China cuenta actualmente con la mayor base instalada de energía eólica y su capacidad de energía solar solo es superada por la de Alemania. Desde sus humildes inicios a principios del siglo, las empresas de energía eólica y solar chinas han crecido para convertirse en algunas de las mayores y más eficientes del mundo.
Los esfuerzos del gobierno para promover las energías razonables dependen en parte de la creciente presión de la clase media china, que cada vez se siente más frustrada por los niveles de contaminación existentes. De hecho, el medio ambiente es un tema candente hoy en China y una prueba de ello es la respuesta a la película documental «Under the Dome» (Bajo la cúpula), que ofrece una mirada crítica a la contaminación del aire y el papel que juegan las empresas carboníferas y petroquímicas del país. Más de 300 millones de chinos han visto la película desde su estreno, que se programó para que coincidiera con la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional de China a fines de febrero.
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La producción de 103 minutos fue realizada por el destacado periodista Chai Jing y resalta los riesgos para la salud que genera el espeso smog que rodea a las ciudades más productivas de China. La película comienza con la historia de la propia hija recién nacida de Chai, a quien le fue diagnosticado un tumor benigno. Aunque Chai nunca vincula directamente el tumor de su hija con la contaminación del aire, el mensaje de «Under the Dome» es persuasivo.
La reacción del público fue abrumadora y la película incluso logró el apoyo del próximo ministro de medio ambiente, Chen Jining, quien la comparó con influyente libro de Rachel Carson, Primavera Silenciosa. A pesar –o tal vez a causa– de esta respuesta, «Under the Dome» y los comentarios relacionados han sido eliminados de los medios chinos.
Pero, aunque el gobierno tal vez no desee llamar la atención sobre su problema de contaminación, ciertamente está tratando de ocuparse de él. Sus inversiones ya han ayudado a reducir los precios mundiales de las energías renovables. Investigadores en las universidades de Harvard y Tsinghua dicen que la energía eólica podría, en teoría, producir toda la electricidad de China al precio del carbón para 2030.
Sin embargo, China debiera actuar incluso más agresivamente. Sus autoridades deben centrarse no solo la producción de energías renovables, sino también en mejorar la eficiencia energética de los sistemas existentes. En la situación actual, el uso de la energía de la economía china es aproximadamente tres veces más intenso que el de EE. UU. (un país que no se destaca por su eficiencia energética).
A medida que la energía renovable pueda competir cada vez más en términos de costos con los combustibles sólidos y el consumo energético se torne más eficiente, China podrá reducir mejor sus emisiones sin socavar el crecimiento económico. Según un estudio reciente del Proyecto Energético y Climático Chino de Tsinghua y el MIT, una combinación de impuestos al carbono –especialmente al carbón– y el apoyo continuo a las energías renovables permitiría a China alcanzar el máximo de sus emisiones de carbono entre principios y mediados de la década de 2020.
Ese resultado mejoraría considerablemente los esfuerzos de reducción de emisiones en el mundo. De hecho, los nuevos datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) muestran que, en 2014, las emisiones mundiales de CO2 no aumentaron, lo que sugiere que los esfuerzos para mitigar el cambio climático pueden ya estar teniendo un impacto más significativo de lo que se creía. Esto es especialmente notable porque la pausa reciente en el crecimiento de las emisiones, a diferencia de las otras 3 que tuvieron lugar durante los últimos 40 años, ocurrió durante una expansión económica a una respetable tasa anual del 3 %.
Con la desvinculación de las emisiones de gases de efecto invernadero del crecimiento económico, las probabilidades de mitigar exitosamente el cambio climático del mundo aumentan en gran medida. Según el economista jefe (y futuro director ejecutivo) de la AIE, Fatih Birol esta situación «proporciona un impulso muy necesario a los negociadores mientras se preparan para lograr un acuerdo climático mundial en París durante diciembre».
China aún tiene mucho por hacer, Pero su reciente avance en la reducción de las emisiones muestra que, con la combinación correcta de políticas gubernamentales, iniciativas corporativas y presión ciudadana, incluso los países más grandes y contaminados pueden limpiar sus economías y ayudar a combatir el calentamiento global.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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HONG KONG – En la lucha para limitar el calentamiento global, no existe ningún país con la importancia de China, que depende de manera masiva del carbón y es responsable del 30 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Afortunadamente, está procurando mejorar su situación ambiental. Pero, ¿hace lo suficiente?
Si China solo pudiera elegir una meta, debiera ser la de limitar su dependencia de la energía producida con carbón. El país aloja a un sexto de la población del mundo, pero su consumo de carbón representa casi la mitad del mundial. Si China no reduce su participación y limita sus emisiones de gases de efecto invernadero, controlar el calentamiento global será imposible.
La buena noticia es que el uso del carbón en China parece haber caído ligeramente el año pasado y se espera que esa tendencia continúe. El Institute for Energy Economics and Financial Analysis estima que la participación de la electricidad generada con carbón en China caerá del 72,5 % en 2014 al 60 % en 2020. Aunque la disminución del año pasado en el uso del carbón puede haber sido una cuestión técnica, se espera que el consumo chino de carbón alcance su punto máximo muy pronto, tal vez el año que viene.
Eso significa que las emisiones de CO2 –el mayor componente de las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global– también comenzarán a caer y eso permitirá a China cumplir su promesa, efectuada en noviembre pasado como parte del acuerdo climático «histórico» con Estados Unidos, de que sus emisiones alcanzan su punto máximo alrededor de 2030. De hecho, si los líderes chinos actúan audazmente, se podría llegar a ese punto aún antes, a principios de la década de 2020.
Con la disminución del uso del carbón en China, su sector de energías renovables está creciendo rápidamente. El año pasado, China gastó la impresionante cantidad de 90 mil millones de USD, una suma muy superior a los 52 mil millones de USD invertidos por EE. UU., que ocupa el segundo lugar. China cuenta actualmente con la mayor base instalada de energía eólica y su capacidad de energía solar solo es superada por la de Alemania. Desde sus humildes inicios a principios del siglo, las empresas de energía eólica y solar chinas han crecido para convertirse en algunas de las mayores y más eficientes del mundo.
Los esfuerzos del gobierno para promover las energías razonables dependen en parte de la creciente presión de la clase media china, que cada vez se siente más frustrada por los niveles de contaminación existentes. De hecho, el medio ambiente es un tema candente hoy en China y una prueba de ello es la respuesta a la película documental «Under the Dome» (Bajo la cúpula), que ofrece una mirada crítica a la contaminación del aire y el papel que juegan las empresas carboníferas y petroquímicas del país. Más de 300 millones de chinos han visto la película desde su estreno, que se programó para que coincidiera con la reunión anual de la Asamblea Popular Nacional de China a fines de febrero.
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La producción de 103 minutos fue realizada por el destacado periodista Chai Jing y resalta los riesgos para la salud que genera el espeso smog que rodea a las ciudades más productivas de China. La película comienza con la historia de la propia hija recién nacida de Chai, a quien le fue diagnosticado un tumor benigno. Aunque Chai nunca vincula directamente el tumor de su hija con la contaminación del aire, el mensaje de «Under the Dome» es persuasivo.
La reacción del público fue abrumadora y la película incluso logró el apoyo del próximo ministro de medio ambiente, Chen Jining, quien la comparó con influyente libro de Rachel Carson, Primavera Silenciosa. A pesar –o tal vez a causa– de esta respuesta, «Under the Dome» y los comentarios relacionados han sido eliminados de los medios chinos.
Pero, aunque el gobierno tal vez no desee llamar la atención sobre su problema de contaminación, ciertamente está tratando de ocuparse de él. Sus inversiones ya han ayudado a reducir los precios mundiales de las energías renovables. Investigadores en las universidades de Harvard y Tsinghua dicen que la energía eólica podría, en teoría, producir toda la electricidad de China al precio del carbón para 2030.
Sin embargo, China debiera actuar incluso más agresivamente. Sus autoridades deben centrarse no solo la producción de energías renovables, sino también en mejorar la eficiencia energética de los sistemas existentes. En la situación actual, el uso de la energía de la economía china es aproximadamente tres veces más intenso que el de EE. UU. (un país que no se destaca por su eficiencia energética).
A medida que la energía renovable pueda competir cada vez más en términos de costos con los combustibles sólidos y el consumo energético se torne más eficiente, China podrá reducir mejor sus emisiones sin socavar el crecimiento económico. Según un estudio reciente del Proyecto Energético y Climático Chino de Tsinghua y el MIT, una combinación de impuestos al carbono –especialmente al carbón– y el apoyo continuo a las energías renovables permitiría a China alcanzar el máximo de sus emisiones de carbono entre principios y mediados de la década de 2020.
Ese resultado mejoraría considerablemente los esfuerzos de reducción de emisiones en el mundo. De hecho, los nuevos datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) muestran que, en 2014, las emisiones mundiales de CO2 no aumentaron, lo que sugiere que los esfuerzos para mitigar el cambio climático pueden ya estar teniendo un impacto más significativo de lo que se creía. Esto es especialmente notable porque la pausa reciente en el crecimiento de las emisiones, a diferencia de las otras 3 que tuvieron lugar durante los últimos 40 años, ocurrió durante una expansión económica a una respetable tasa anual del 3 %.
Con la desvinculación de las emisiones de gases de efecto invernadero del crecimiento económico, las probabilidades de mitigar exitosamente el cambio climático del mundo aumentan en gran medida. Según el economista jefe (y futuro director ejecutivo) de la AIE, Fatih Birol esta situación «proporciona un impulso muy necesario a los negociadores mientras se preparan para lograr un acuerdo climático mundial en París durante diciembre».
China aún tiene mucho por hacer, Pero su reciente avance en la reducción de las emisiones muestra que, con la combinación correcta de políticas gubernamentales, iniciativas corporativas y presión ciudadana, incluso los países más grandes y contaminados pueden limpiar sus economías y ayudar a combatir el calentamiento global.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.