NUEVA YORK – En la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre, el presidente chino Xi Jinping anunció que China se propone lograr la neutralidad del carbono hasta el año 2060. Teniendo en cuenta que China ha sido la mayor fuente de emisiones mundiales de dióxido de carbono del planeta en los últimos años, misma que representa aproximadamente el 30% del total de las emisiones del planeta, la descarbonización de este país podría contribuir sustancialmente al esfuerzo mundial por mitigar el cambio climático.
China, por supuesto, tendrá que reequilibrar su economía. Entre otros aspectos, eso significa desplazarse desde la manufactura a los servicios, desde una actividad intensiva en capital a la innovación, desde las exportaciones a la demanda interna y desde la inversión al consumo. Todos estos cambios se refuerzan mutuamente, de tal manera que el plasmar uno de ellos facilita el avance de los demás.
Más aún, el reequilibrio también contribuirá a la transición energética de China, al desplazarse de una actividad intensiva en energía a una actividad poco intensiva en energía. Por ejemplo, si el capital y la mano de obra pasan de la producción de acero, cemento y bienes industriales a la provisión de educación, atención de salud y oportunidades de esparcimiento, la economía gradualmente debería consumir menos energía por cada unidad del PBI producida.
Al evaluar las perspectivas de China para alcanzar el objetivo del presidente Xi en materia de neutralidad del carbono, primero se debe considerar cuán grande llegará a ser la economía china. S&P Global Ratings espera que el PIB de China crezca a una tasa anualizada promedio del 3,6% durante las próximas dos décadas. Esta tasa puede parecer baja, si se tiene en cuenta el historial de crecimiento de China desde el año 1990, pero nuestra proyección está enraizada en supuestos cuidadosos sobre el lado de la oferta de la economía, en los que la desaceleración es impulsada por una fuerza laboral en contracción, una menor inversión y un crecimiento más débil de la productividad. A medida que una economía gradualmente se enriquece, tiende a crecer más lentamente.
Entre las principales economías, la de China es anómala, en la medida en que el consumo privado sigue representando una pequeña parte del gasto total. Por lo tanto, nuestras proyecciones de crecimiento asumen que el consumo privado se incrementará de menos del 40% al 55% del gasto total hasta el año 2040, y la inversión sufrirá una disminución proporcionalmente similar. A medida que los consumidores se hacen más ricos y más importantes para la economía, la demanda de servicios aumenta en relación con la demanda de bienes. En nuestros pronósticos, también hallamos que para el mismo lapso de las dos próximas décadas, la producción del sector de servicios chino (en términos reales) crecerá a una tasa anualizada del 5,2%, casi el doble de la tasa de la industria (2,7%).
Este cambio en la demanda final se extenderá a través de la cadena de suministro nacional. Por ejemplo, si China invierte menos en infraestructura física como carreteras y aeropuertos, necesitará menos acero y, por lo tanto, menos carbón. Una economía impulsada por el gasto de los consumidores es menos intensiva en carbono que una economía orientada hacia la industria pesada y la fabricación para la exportación.
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Hemos aplicado este escenario de reequilibrio al Modelo Global de Energía Integrada de S&P Global Platts Analytics para comprender lo que esto podría significar para los esfuerzos de China por convertirse en un país neutral de carbono hasta el año 2060. Este modelo equilibra el consumo de energía de uso final con el suministro de combustible disponible, arrojando luz sobre el uso de energía en todas las industrias, así como sobre las emisiones de CO2 derivadas de la combustión de combustibles fósiles.
Consideramos cuatro escenarios de uso de energía para China. El primero supone que no hay reequilibrio económico, ni cambios en la intensidad energética. El segundo y el tercero comparan cómo el reequilibrio económico afectará la demanda de energía en el caso de línea base más probable, donde continúan las tendencias existentes en materia de eficiencia energética y el uso de energías renovables. El cuarto considera el reequilibrio económico junto con un “escenario de 2ºC” más desafiante que reduce agresivamente el uso de combustibles intensivos en carbono siguiendo la línea trazada por el acuerdo de París.
Constatamos que el reequilibrio económico por sí solo podría reducir las emisiones de CO2 de China en un 32% adicional hasta el año 2040 (véase el gráfico 1). Y si China va tras la consecución de un objetivo de 2ºC al acelerar su transición a las energías renovables, nuestro modelo apunta a una caída aún más dramática en las emisiones: una reducción del 61%.
[Gráfico 1]
El reequilibrio disminuye las emisiones de la manera más directa al reducir, en general, la intensidad energética de la economía en un 20 % hasta el año 2040 (en comparación con el escenario de no reequilibrio). Pero también podemos evaluar el impacto del reequilibrio a través de la lente de los sectores de uso final. Incluso bajo supuestos extremos de modelos de bajo consumo de carbono, los sectores industriales de uso final tardarán más tiempo en descarbonizarse, por lo que alejarse de estos sectores desplazándose con dirección al consumo y los servicios acelera la transición.
Nuestros escenarios son plausibles, pero arduos. Dado que el consumo como proporción de la economía china ha aumentado en menos de cinco puntos porcentuales durante la última década, ahora tendrá que aumentar el doble de rápido para alcanzar una participación del 55% hasta el año 2040.
Desde una perspectiva energética, se necesita un esfuerzo político sustancial para reducir un uso final intensivo en carbono a lo largo de todos los sectores del transporte, de la generación de energía, así como otros sectores. Esto podría adoptar la forma de nuevas restricciones o incluso una prohibición de la venta de vehículos de combustión interna, fijación de objetivos de mayor eficiencia energética, incentivos para la modernización de edificios, e inversión en infraestructura de transmisión y distribución de electricidad a lo largo de toda la nación. No modelamos directamente el impacto de combustibles como el hidrógeno, ni el efecto potencial de las tecnologías de captura, utilización y almacenamiento de carbono. Ambos podrían llegar a desempeñar un papel clave hasta el año 2060.
Adquiriremos mayores conocimientos sobre las posibilidades de éxito de China a principios del próximo año cuando este país publique su decimocuarto plan quinquenal (para el período 2021-2025). Si su plan de políticas allana el camino para que los consumidores aumenten el gasto apuntando hacia los niveles de una economía avanzada, se facilitará mucho el logro de la neutralidad de carbono. Sin embargo, China tendrá que tomar algunas decisiones difíciles sobre el carbono para cumplir con los supuestos de 2ºC de nuestro modelo y ponerse en un camino firmemente sostenible.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
Mark Mozur y Alan Struth de S&P Global Platts también contribuyeron a este artículo de opinión.
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NUEVA YORK – En la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre, el presidente chino Xi Jinping anunció que China se propone lograr la neutralidad del carbono hasta el año 2060. Teniendo en cuenta que China ha sido la mayor fuente de emisiones mundiales de dióxido de carbono del planeta en los últimos años, misma que representa aproximadamente el 30% del total de las emisiones del planeta, la descarbonización de este país podría contribuir sustancialmente al esfuerzo mundial por mitigar el cambio climático.
China, por supuesto, tendrá que reequilibrar su economía. Entre otros aspectos, eso significa desplazarse desde la manufactura a los servicios, desde una actividad intensiva en capital a la innovación, desde las exportaciones a la demanda interna y desde la inversión al consumo. Todos estos cambios se refuerzan mutuamente, de tal manera que el plasmar uno de ellos facilita el avance de los demás.
Más aún, el reequilibrio también contribuirá a la transición energética de China, al desplazarse de una actividad intensiva en energía a una actividad poco intensiva en energía. Por ejemplo, si el capital y la mano de obra pasan de la producción de acero, cemento y bienes industriales a la provisión de educación, atención de salud y oportunidades de esparcimiento, la economía gradualmente debería consumir menos energía por cada unidad del PBI producida.
Al evaluar las perspectivas de China para alcanzar el objetivo del presidente Xi en materia de neutralidad del carbono, primero se debe considerar cuán grande llegará a ser la economía china. S&P Global Ratings espera que el PIB de China crezca a una tasa anualizada promedio del 3,6% durante las próximas dos décadas. Esta tasa puede parecer baja, si se tiene en cuenta el historial de crecimiento de China desde el año 1990, pero nuestra proyección está enraizada en supuestos cuidadosos sobre el lado de la oferta de la economía, en los que la desaceleración es impulsada por una fuerza laboral en contracción, una menor inversión y un crecimiento más débil de la productividad. A medida que una economía gradualmente se enriquece, tiende a crecer más lentamente.
Entre las principales economías, la de China es anómala, en la medida en que el consumo privado sigue representando una pequeña parte del gasto total. Por lo tanto, nuestras proyecciones de crecimiento asumen que el consumo privado se incrementará de menos del 40% al 55% del gasto total hasta el año 2040, y la inversión sufrirá una disminución proporcionalmente similar. A medida que los consumidores se hacen más ricos y más importantes para la economía, la demanda de servicios aumenta en relación con la demanda de bienes. En nuestros pronósticos, también hallamos que para el mismo lapso de las dos próximas décadas, la producción del sector de servicios chino (en términos reales) crecerá a una tasa anualizada del 5,2%, casi el doble de la tasa de la industria (2,7%).
Este cambio en la demanda final se extenderá a través de la cadena de suministro nacional. Por ejemplo, si China invierte menos en infraestructura física como carreteras y aeropuertos, necesitará menos acero y, por lo tanto, menos carbón. Una economía impulsada por el gasto de los consumidores es menos intensiva en carbono que una economía orientada hacia la industria pesada y la fabricación para la exportación.
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Consideramos cuatro escenarios de uso de energía para China. El primero supone que no hay reequilibrio económico, ni cambios en la intensidad energética. El segundo y el tercero comparan cómo el reequilibrio económico afectará la demanda de energía en el caso de línea base más probable, donde continúan las tendencias existentes en materia de eficiencia energética y el uso de energías renovables. El cuarto considera el reequilibrio económico junto con un “escenario de 2ºC” más desafiante que reduce agresivamente el uso de combustibles intensivos en carbono siguiendo la línea trazada por el acuerdo de París.
Constatamos que el reequilibrio económico por sí solo podría reducir las emisiones de CO2 de China en un 32% adicional hasta el año 2040 (véase el gráfico 1). Y si China va tras la consecución de un objetivo de 2ºC al acelerar su transición a las energías renovables, nuestro modelo apunta a una caída aún más dramática en las emisiones: una reducción del 61%.
[Gráfico 1]
El reequilibrio disminuye las emisiones de la manera más directa al reducir, en general, la intensidad energética de la economía en un 20 % hasta el año 2040 (en comparación con el escenario de no reequilibrio). Pero también podemos evaluar el impacto del reequilibrio a través de la lente de los sectores de uso final. Incluso bajo supuestos extremos de modelos de bajo consumo de carbono, los sectores industriales de uso final tardarán más tiempo en descarbonizarse, por lo que alejarse de estos sectores desplazándose con dirección al consumo y los servicios acelera la transición.
Nuestros escenarios son plausibles, pero arduos. Dado que el consumo como proporción de la economía china ha aumentado en menos de cinco puntos porcentuales durante la última década, ahora tendrá que aumentar el doble de rápido para alcanzar una participación del 55% hasta el año 2040.
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Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
Mark Mozur y Alan Struth de S&P Global Platts también contribuyeron a este artículo de opinión.