CLAREMONT – Una de las más claras peculiaridades –aunque pasada por alto– de la China actual es la de cómo divergen las impresiones sobre sus dirigentes, según cuál sea el observador. A ojos del público chino, los funcionarios estatales son corruptos e incompetentes y sólo están interesados exclusivamente en lograr nombramientos lucrativos, pero los ejecutivos occidentales califican invariablemente a los funcionarios chinos de inteligentes, resueltos, expertos y con amplitud de miras: más o menos los mismos adjetivos que utilizaban en otro tiempo para calificar a Bo Xilai, el jefe del Partido comunista de Chongqing antes de que cayera en desgracia.
CLAREMONT – Una de las más claras peculiaridades –aunque pasada por alto– de la China actual es la de cómo divergen las impresiones sobre sus dirigentes, según cuál sea el observador. A ojos del público chino, los funcionarios estatales son corruptos e incompetentes y sólo están interesados exclusivamente en lograr nombramientos lucrativos, pero los ejecutivos occidentales califican invariablemente a los funcionarios chinos de inteligentes, resueltos, expertos y con amplitud de miras: más o menos los mismos adjetivos que utilizaban en otro tiempo para calificar a Bo Xilai, el jefe del Partido comunista de Chongqing antes de que cayera en desgracia.