SHANGHAI – Las industrias tradicionales de China están en problemas. La región noreste del país, antes un centro de industrias básicas como el petróleo y el acero, ha sufrido un acelerado declive en los últimos cinco años, al igual que los ricos centros de recursos minerales en lugares como Hebei y Mongolia Interior. Alrededor de un tercio de las 600 ciudades del país se ha contraído en la última década. También han disminuido las perspectivas de las poblaciones rurales dispersas y alejadas de las megaciudades. Sin embargo, todas estas malas noticias son en realidad el resultado de lo que comúnmente se considera una muy buena noticia: el avance de la transformación económica de China.
En los últimos años, la economía de China se ha vuelto cada vez más dependiente de las nuevas industrias de alta tecnología y servicios modernos, como la Internet móvil, la inteligencia artificial, los automóviles inteligentes, los drones, los robots, la realidad virtual, la fabricación de dispositivos que se pueden llevar puestos como prendas de vestir, la tecnología verde y demás. Entretanto, el empleo y el crecimiento se han concentrado cada vez más en algunas megaciudades de alta productividad, convirtiéndolas en imanes para la mano de obra calificada y el capital de riesgo, y abandonando los centros de las industrias tradicionales.
El rápido crecimiento de las industrias chinas de alta tecnología se puso de relieve a principios de este mes en la Feria de Electrónica de Consumo (Consumer Electronics Show, CES) en Las Vegas, Nevada, donde representaron el 40% de los expositores, una proporción impensable hace solo cinco años. Muchas de esas firmas provienen de Shenzhen, la primera zona económica especial de China y actualmente la ciudad más innovadora del país.
Pero Shenzhen no está sola. Muchas otras ciudades chinas también trabajan para fomentar las industrias de vanguardia: por ejemplo, Pekín, Shanghái, Guangzhou, Chengdu y Xi'an. De hecho, la competencia entre estas urbes para generar un crecimiento más fuerte que sus contrapartes -contienda sustentada en los incentivos políticos que el gobierno central proporciona desde hace tiempo a las autoridades locales- ha desempeñado un papel determinante en la rápida industrialización y la transformación estructural que vive China.
Resulta difícil determinar con precisión el papel que la competencia interurbana tendrá a corto plazo en el desarrollo de las industrias de alta tecnología de China, aunque indudablemente hay algunos efectos negativos. No obstante, las consecuencias a largo plazo de dicha competencia horizontal son en general positivas, debido a que genera incentivos para que las autoridades locales piensen de forma creativa, experimenten con eficacia y desarrollen políticas de futuro.
En efecto, estudios realizados por economistas (entre los que me incluyo) han demostrado que la competencia entre los gobiernos locales fue un factor sustancial de la rápida industrialización que China experimentó en los noventa. Una razón fundamental es que las tierras, que juegan un papel importante en la industrialización temprana, son de propiedad y están administradas en gran medida por los gobiernos locales. Por tanto, estos gobiernos las utilizaron para atraer inversiones extranjeras directas, particularmente en el delta del río de las Perlas y el delta del río Yangtsé en los años ochenta y noventa.
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Esta competencia regional se ha mantenido durante la última década, pero ha sido liderada cada vez más por las grandes ciudades. El aumento de los salarios y la drástica disminución de los rendimientos del capital en los sectores industriales tradicionales han remarcado la necesidad de acelerar la modernización, imperativo que se ha reflejado de forma sistemática en las estrategias de reforma del gobierno central. De esta manera, las principales ciudades chinas han fomentado las industrias innovadoras y de alta tecnología y servicios modernos en la nueva economía.
Shanghái ha sido una de las principales megaciudades de China durante mucho tiempo. Sin embargo, en los últimos años Shenzhen se ha convertido en un centro tecnológico y Hangzhou, sede de Alibaba, es una estrella en ascenso de la economía digital.
El PIB de Shenzhen alcanzó en 2017 alrededor de 2,2 billones de yuanes (343.000 millones de dólares), mayor que el de Hong Kong y Guangzhou y solo superado por el de Shanghái y Pekín. Las autoridades de Shanghái y Guangzhou (capital de la provincia de Guangdong o Cantón, donde se encuentra Shenzhen) han introducido estímulos para el desarrollo de nuevas políticas de crecimiento y de aumento de la productividad, como iniciativas mejoradas para atraer el espíritu emprendedor y capital humano.
Las principales ciudades de China han creado e implementado paquetes de políticas para el apoyo de nuevas empresas innovadoras, así como una serie de medidas para atraer talento, como incentivos fiscales individuales, subsidios a la compra de vivienda y atractivos beneficios en salud y educación. Los líderes de varias grandes ciudades, incluida Shanghái, han pedido recientemente un mayor compromiso para que estas políticas se incorporen a iniciativas más amplias para mejorar el entorno de negocios local. Estrategias integrales similares han reforzado aún más el papel de las principales ciudades del país en el fomento del cambio estructural y han contribuido a lograr giros significativos en las fuentes del dinamismo económico de China.
Resulta evidente que esta competencia conlleva riesgos: en especial, los miopes intentos de impulsar el crecimiento por medios que exacerban la mala asignación de recursos, la sobrecapacidad y un elevado apalancamiento financiero. No obstante, el gobierno de Pekín, por mencionar un ejemplo, está intentando mitigar esos riesgos al desplazar el centro de atención: de alentar la mayor tasa de crecimiento posible a garantizar un crecimiento de mayor calidad. En la mayoría de los casos, tal crecimiento sostenible surgirá del desarrollo de las industrias de alta tecnología y servicios modernos por parte de las grandes ciudades.
Las ciudades de China continúan siendo fuentes esenciales del crecimiento económico del país. Si bien ciertamente algunas tendrán problemas, otras servirán como motores fundamentales de la transformación económica de China, aportando dinamismo a toda la economía global.
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Over time, as American democracy has increasingly fallen short of delivering on its core promises, the Democratic Party has contributed to the problem by catering to a narrow, privileged elite. To restore its own prospects and America’s signature form of governance, it must return to its working-class roots.
is not surprised that so many voters ignored warnings about the threat Donald Trump poses to US institutions.
Enrique Krauze
considers the responsibility of the state to guarantee freedom, heralds the demise of Mexico’s democracy, highlights flaws in higher-education systems, and more.
SHANGHAI – Las industrias tradicionales de China están en problemas. La región noreste del país, antes un centro de industrias básicas como el petróleo y el acero, ha sufrido un acelerado declive en los últimos cinco años, al igual que los ricos centros de recursos minerales en lugares como Hebei y Mongolia Interior. Alrededor de un tercio de las 600 ciudades del país se ha contraído en la última década. También han disminuido las perspectivas de las poblaciones rurales dispersas y alejadas de las megaciudades. Sin embargo, todas estas malas noticias son en realidad el resultado de lo que comúnmente se considera una muy buena noticia: el avance de la transformación económica de China.
En los últimos años, la economía de China se ha vuelto cada vez más dependiente de las nuevas industrias de alta tecnología y servicios modernos, como la Internet móvil, la inteligencia artificial, los automóviles inteligentes, los drones, los robots, la realidad virtual, la fabricación de dispositivos que se pueden llevar puestos como prendas de vestir, la tecnología verde y demás. Entretanto, el empleo y el crecimiento se han concentrado cada vez más en algunas megaciudades de alta productividad, convirtiéndolas en imanes para la mano de obra calificada y el capital de riesgo, y abandonando los centros de las industrias tradicionales.
El rápido crecimiento de las industrias chinas de alta tecnología se puso de relieve a principios de este mes en la Feria de Electrónica de Consumo (Consumer Electronics Show, CES) en Las Vegas, Nevada, donde representaron el 40% de los expositores, una proporción impensable hace solo cinco años. Muchas de esas firmas provienen de Shenzhen, la primera zona económica especial de China y actualmente la ciudad más innovadora del país.
Pero Shenzhen no está sola. Muchas otras ciudades chinas también trabajan para fomentar las industrias de vanguardia: por ejemplo, Pekín, Shanghái, Guangzhou, Chengdu y Xi'an. De hecho, la competencia entre estas urbes para generar un crecimiento más fuerte que sus contrapartes -contienda sustentada en los incentivos políticos que el gobierno central proporciona desde hace tiempo a las autoridades locales- ha desempeñado un papel determinante en la rápida industrialización y la transformación estructural que vive China.
Resulta difícil determinar con precisión el papel que la competencia interurbana tendrá a corto plazo en el desarrollo de las industrias de alta tecnología de China, aunque indudablemente hay algunos efectos negativos. No obstante, las consecuencias a largo plazo de dicha competencia horizontal son en general positivas, debido a que genera incentivos para que las autoridades locales piensen de forma creativa, experimenten con eficacia y desarrollen políticas de futuro.
En efecto, estudios realizados por economistas (entre los que me incluyo) han demostrado que la competencia entre los gobiernos locales fue un factor sustancial de la rápida industrialización que China experimentó en los noventa. Una razón fundamental es que las tierras, que juegan un papel importante en la industrialización temprana, son de propiedad y están administradas en gran medida por los gobiernos locales. Por tanto, estos gobiernos las utilizaron para atraer inversiones extranjeras directas, particularmente en el delta del río de las Perlas y el delta del río Yangtsé en los años ochenta y noventa.
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Esta competencia regional se ha mantenido durante la última década, pero ha sido liderada cada vez más por las grandes ciudades. El aumento de los salarios y la drástica disminución de los rendimientos del capital en los sectores industriales tradicionales han remarcado la necesidad de acelerar la modernización, imperativo que se ha reflejado de forma sistemática en las estrategias de reforma del gobierno central. De esta manera, las principales ciudades chinas han fomentado las industrias innovadoras y de alta tecnología y servicios modernos en la nueva economía.
Shanghái ha sido una de las principales megaciudades de China durante mucho tiempo. Sin embargo, en los últimos años Shenzhen se ha convertido en un centro tecnológico y Hangzhou, sede de Alibaba, es una estrella en ascenso de la economía digital.
El PIB de Shenzhen alcanzó en 2017 alrededor de 2,2 billones de yuanes (343.000 millones de dólares), mayor que el de Hong Kong y Guangzhou y solo superado por el de Shanghái y Pekín. Las autoridades de Shanghái y Guangzhou (capital de la provincia de Guangdong o Cantón, donde se encuentra Shenzhen) han introducido estímulos para el desarrollo de nuevas políticas de crecimiento y de aumento de la productividad, como iniciativas mejoradas para atraer el espíritu emprendedor y capital humano.
Las principales ciudades de China han creado e implementado paquetes de políticas para el apoyo de nuevas empresas innovadoras, así como una serie de medidas para atraer talento, como incentivos fiscales individuales, subsidios a la compra de vivienda y atractivos beneficios en salud y educación. Los líderes de varias grandes ciudades, incluida Shanghái, han pedido recientemente un mayor compromiso para que estas políticas se incorporen a iniciativas más amplias para mejorar el entorno de negocios local. Estrategias integrales similares han reforzado aún más el papel de las principales ciudades del país en el fomento del cambio estructural y han contribuido a lograr giros significativos en las fuentes del dinamismo económico de China.
Resulta evidente que esta competencia conlleva riesgos: en especial, los miopes intentos de impulsar el crecimiento por medios que exacerban la mala asignación de recursos, la sobrecapacidad y un elevado apalancamiento financiero. No obstante, el gobierno de Pekín, por mencionar un ejemplo, está intentando mitigar esos riesgos al desplazar el centro de atención: de alentar la mayor tasa de crecimiento posible a garantizar un crecimiento de mayor calidad. En la mayoría de los casos, tal crecimiento sostenible surgirá del desarrollo de las industrias de alta tecnología y servicios modernos por parte de las grandes ciudades.
Las ciudades de China continúan siendo fuentes esenciales del crecimiento económico del país. Si bien ciertamente algunas tendrán problemas, otras servirán como motores fundamentales de la transformación económica de China, aportando dinamismo a toda la economía global.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen