fleishman1_Dan KitwoodGetty Images_climate protest at AGM Dan Kitwood/Getty Images

Nuevas condiciones financieras, mismo cálculo climático

NUEVA YORK – En su evaluación más reciente, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático ofreció un esquema completo de lo que se necesitará para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 ° Celsius, en comparación con los niveles preindustriales, en línea con el acuerdo climático de París de 2015. La conclusión es simple: las emisiones de gases de efecto invernadero deben alcanzar su punto máximo hasta o antes del año 2025.

Para lograr ese objetivo, los flujos financieros deben redirigirse rápidamente desde los combustibles fósiles hacia las energías renovables. El año pasado, en su informe Net Zero by 2050, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) dejó en claro que “no hay necesidad de invertir en nuevos suministros de combustibles fósiles en nuestro camino a cero neto”.

Pero la financiación de los combustibles fósiles ha continuado. JPMorgan Chase, un banco que utiliza modelos y datos de la AIE para gestionar su propio compromiso “cero neto”, el año pasado terminó proporcionando 61,7 mil millones de dólares a la industria de los combustibles fósiles. Y este año, la guerra de Rusia en Ucrania ha provocado que las acciones en la bolsa del sector de los combustibles fósiles se disparen, incluso a la par que los mercados de renta variable en general se acercan a territorio bajista.

A pesar del rápido crecimiento de la inversión que toma en cuenta los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (criterios ESG), es bien sabido que las principales instituciones financieras siguen siendo las principales financiadoras de la crisis climática, ya que financian, alrededor de todo el mundo, plantas de carbón, oleoductos, infraestructuras de gas y otros proyectos generadores de emisiones. Sin embargo, ahora que la temporada anual de juntas generales de accionistas (JGA) del sector financiero ha comenzado, los accionistas tienen la oportunidad de exigir que las instituciones financieras y los inversores institucionales tengan políticas climáticas y estrategias de descarbonización más sólidas.

Debido a que la propiedad de los bancos comerciales está estructurada a través de acciones que cotizan en bolsa, las JGA permiten que los accionistas pueden aprovechar su influencia relativa sobre las inversiones y las decisiones políticas de la institución. También se constituyen una oportunidad para que los grupos de la sociedad civil atraigan la atención pública sobre las prácticas de una institución y exijan cambios.

Los activistas del cambio climático tienen a su disposición un sólido argumento comercial y financiero. Entre la guerra en Ucrania, el aumento de los precios de la energía y las esperanzas de mantener una recuperación económica posterior a la pandemia, existen numerosos incentivos para acelerar la inversión en energías renovables. Tales inversiones impulsarían la recuperación posterior a la pandemia, crearían amplias oportunidades de empleo y aumentarían los rendimientos para los inversionistas.

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Además, a pesar de los recientes picos en los precios de la energía, las inversiones en combustibles fósiles siguen representando un enorme riesgo para las instituciones financieras. A medida que avanza la transición energética, los activos relacionados a los combustibles fósiles perderán su valor y quedarán estancados. Desde el comienzo de la pandemia, muchos bancos, fondos de pensiones y casas de inversión de nivel mundial han comenzado a alejarse de las inversiones en combustibles fósiles precisamente por esta razón.

Comenzó con la sorprendente carta anual de Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, dirigida a los directores ejecutivos; en dicha misiva señaló que el cambio climático era un tema clave para la gestión de riesgos. Unos días más tarde, BlackRock anunció que uno de sus fondos de sostenibilidad de más rápido crecimiento dejaría de invertir en arenas bituminosas, una de las fuentes de combustible más sucias del planeta.

Sabemos que el activismo de los accionistas funciona. El año pasado, los miembros de 350.org Japan, Kiko Network, Rainforest Action Network y Market Forces propusieron y co-firmaron una resolución climática en la Junta General de Accionistas del banco más grande de Japón, Mitsubishi UFJ Financial Group, banco que tiene aproximadamente 3,1 millones de millones de dólares en activos y es el tercer prestamista más grande del mundo para la industria del carbón. La resolución tenía el propósito de informar a los inversores de los riesgos asociados al continuo financiamiento por parte del banco de los combustibles fósiles, y pedía que dicho banco adoptara una estrategia alineada con los objetivos del acuerdo climático de París. En los meses posteriores, este banco publicó una declaración de neutralidad en materia de carbono, un plan de negocios actualizado, y un marco de políticas medioambientales y sociales revisado.

De manera similar, luego de llegar a acuerdos de compromiso entre accionistas e inversores en la Junta General de Accionistas del año 2021 del Banco HSBC, el banco anunció en marzo que reducirá gradualmente el financiamiento dirigido a la industria de los combustibles fósiles en un cronograma alineado con el objetivo de 1,5 o Celsius, y actualizará sus políticas relativas al petróleo, gas y carbón para fines del 2022.

Por razones valederas, el movimiento climático considera cada vez con mayor convicción que las juntas generales de accionistas de los bancos son un escenario eficaz para la intervención. Ofrecen una plataforma no sólo para las resoluciones de los accionistas, sino también para que los activistas envíen un mensaje claro a la comunidad empresarial en general, tal como sucedió en la reciente Junta General del banco francés BNP Paribas en París. Los activistas también se han manifestado en las JGA de los bancos HSBC, Barclays y Standard Chartered, lo que ha llevado a que algunas instituciones financieras traten de evitar que se les llame la atención en público por su financiamiento dirigido a los combustibles fósiles mediante el traslado de sus juntas de accionistas a medios virtuales.

Es verdad que el movimiento climático podría enfrentar vientos en contra este año debido al alza del precio de las acciones de la industria de los combustibles fósiles que se comercializan en las bolsas de valores y el potencial marginamiento de los compromisos relativos a los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo) inducido por preocupaciones más inmediatas del mercado. Sin embargo, otros acontecimientos recientes han generado un impulso hacia adelante. Los científicos del clima han emitido advertencias cada vez más severas sobre lo que nos espera si no logramos descarbonizarnos rápidamente. Visto en el contexto adecuado, el ligero aumento en el precio de las acciones relacionadas a los combustibles fósiles es un mero parpadeo frente al trasfondo compuesto por temperaturas récord a lo largo de toda Europa, olas de calor mortales en Pakistán e India, y preocupaciones por sequías alrededor de todo el mundo.

Teniendo en cuenta estas advertencias y efectos aceleradores del cambio climático, es racional que los inversores esperen que en el futuro próximo las regulaciones en materia de carbono sean mucho más estricta y que exista apoyo público a las energías renovables. Estas políticas tendrán importantes ramificaciones económicas en muchas regiones del mundo. Formarán parte de una transición global más grande que ya está cambiando nuestras economías en la única dirección sostenible: en dirección hacia la neutralidad de carbono.

Si los bancos quieren demostrar que son dignos de confianza y que se toman en serio los riesgos a los que se enfrentan tanto ellos como sus accionistas, aprovecharán esta temporada de Juntas Generales de Accionistas para lograr avances respecto a sus resoluciones climáticas y para eliminar de sus agendas la expansión de sus inversiones en combustibles fósiles.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

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