A lo largo y ancho de Estados Unidos (EU) y de Europa hay una marejada de debates acerca de la legalización de la cannabis para uso personal. En efecto, Gran Bretaña ha, en todos sentidos, prácticamente decriminalizado el uso de la mariguana. Como neurocientífico, esos debates me preocupan.
Una justificación usada comunmente para la legalización o decriminalización de la cannabis se centra en la idea de que no involucra a una víctima. Pero por lo menos cuatro reportes en importantes publicaciones médicas (Ramstrom, 1998; Moskowitz, 1985; Chesher, 1995; y Ashton, 2001), muestran lo contrario. En un estudio en el que varios pilotos fumaban sólo un "churro" de moderado tamaño, se encontró diferencia entre un grupo placebo de control y quienes consumían cannabis,
hasta 50 horas
después de haber consumido la droga. Otros costos para la comunidad son los accidentes en el trabajo o en casa, un bajo rendimiento educacional, un imposibilitado desempeño laboral y costos para el presupuesto de salud.
Otro argumento dado para relajar nuestra actitud ante la cannabis es que no es adictiva. Claro, definir "adicción" es difícil, pero si uno la considera como la incapacidad para dejar de consumir, entonces hay fuerte evidencia de que la cannabis incita dependencia. Hay muchos reportes acerca de usuarios en EU, el Reino Unido y Nueva Zelanda que ahora buscan tratamiento para la dependencia. Otros reportes muestran que 10% de los usuarios quieren detenerse o reducir la cantidad que consumen, pero tienen dificultades para hacerlo, mientras que otro reporte publicado en 1998 dijo que 10-15% de los usuarios se vuelven dependientes.
Hace poco, se demostró que se experimentan síntomas de abstinencia después de sólo tres días de un uso ligero. Los usuarios intensivos se enfrentan a una peor situación: el Dr. Bryan Wells, un experto en rehabilitación, comentó: "por primera vez estoy empezando a ver algo que se asemeja a los síntomas de abstinencia producidos por las drogas fuertes en los usuarios intensivos de cannabis".
Otro argumento en favor de leyes más relajadas para la cannabis son sus supuestos efectos benéficos contra el dolor. Hasta ahora, la evidencia es anecdotal; es difícil excluír los efectos placebo. Todavía se esperan resultados de las pruebas clínicas. Pero se deben establecer distinciones entre las drogas recreativas y las medicinas, como existen para las sustancias que contienen opio. Si la cannabis es un analgésico debe tener un muy fuerte impacto físico en el cerebro.
Sin duda, existen muchos reportes acerca del impacto de la cannabis en el cerebro, particularmente en áreas relacionadas con la memoria (el hipocampo), las emociones (el sistema mesolímbico) y el movimiento (los ganglios basales). La cannabis afecta diversos sitemas químicos y funciona a través de su propio "receptor", su propio objetivo molecular. El hecho de que aparezca un elemento análogo natural para la cannabis en el cuerpo, como para la morfina, provee una razón básica para diferenciarla del alcohol.
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Pues un agente que afecta una variedad de sistemas transmisores es como si fuera un transmisor en sí mismo. Quizá, no es de sorprenderse, porque la cannabis tiene un claro efecto psicológico: no sólo produce euforia, sino que a menudo tiene efectos del tipo de la ansiedad, el pánico y la paranoia. Los desórdenes en el desempeño psicológico, los problemas de atención y los déficits de memoria son bien conocidos.
Más inquietante -y menos aceptado- es el hecho de que estos efectos pueden ser de largo plazo. En un reporte reciente, una muestra de ex-usuarios que consumieron la droga durante 9 años y se abstuvieron entre 3 meses y 6 años fue comparada con usuarios de largo plazo, 10 años, y de corto plazo, 3 años. En todos los casos la frecuencia de uso era de entre 10 y 19 días por mes. En todos los casos,
todos
los usuarios, sin importar si lo habían dejado o no, tenían problemas de atención en comparación con los controles.
Aunque quienes dejaron de consumir cannabis mostraron una mejoría parcial en comparación con los que continuaron usándola, estuvieron por debajo de los niveles de los controles, y este impedimento se relacionó con el periodo de uso. Lo más inquietante fue el hecho de que no hubo ninguna mejoría en el desempeño después de incrementarse el periodo de abstinencia.
No es para sorprenderse, entonces, que puesto tales efectos parecen ser irreversibles, haya un efecto en la patología del cerebro. Puesto que mucha de esta información proviene de trabajos realizados en sistemas aislados, y por tanto en todos los cerebros, una crítica obvia es que uno no puede extrapolar de dicha información. Sin embargo, la evidencia sugiere que los efectos de largo plazo deben tener una base física.
Un contra-argumento para esa forma de pensar es retar a cualquier persona que piense que hay una dósis "segura" de cannabis, sin efectos en el cerebro, a definir cuál podría ser esa dósis. Incluso una dósis comparable a un "churro", y cantidades análogas a eso del ingrediente activo THC en el plasma, pueden matar 50% de las neuronas en el hipocampo (un área relacionada con la memoria) en un plazo de 6 días.
La gente, además, no está al tanto de que el THC de la cannabis permanece en el cuerpo por más de 5 días. Para alguien que usa la cannabis de forma rutinaria, la dósis en el cuerpo es más alta de lo que imagina. También es fácil subestimar la dósis que se consume, puesto que hay una gran variedad en la potencia de la cannabis. Las variaciones individuales en cuanto a la cantidad de grasa corporal y, cosa inquietante, la disposición a la psicósis, significan que uno no puede predecir qué tanto afectará a cada persona en un momento dado.
La cannabis bien podría tener un efecto mental serio, el cual defino como la personalización de los circuitos cerebrales que reflejan la experiencia de un individuo. Una sustancia parecida a un transmisor, con efectos así de poderosos, debe afectar esos circuitos. Así que "echar la mente a volar" quizá sea exactamente lo que los usuarios de la mariguana están haciendo.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
ask Project Syndicate contributors to select the books that resonated with them the most over the past year.
A lo largo y ancho de Estados Unidos (EU) y de Europa hay una marejada de debates acerca de la legalización de la cannabis para uso personal. En efecto, Gran Bretaña ha, en todos sentidos, prácticamente decriminalizado el uso de la mariguana. Como neurocientífico, esos debates me preocupan.
Una justificación usada comunmente para la legalización o decriminalización de la cannabis se centra en la idea de que no involucra a una víctima. Pero por lo menos cuatro reportes en importantes publicaciones médicas (Ramstrom, 1998; Moskowitz, 1985; Chesher, 1995; y Ashton, 2001), muestran lo contrario. En un estudio en el que varios pilotos fumaban sólo un "churro" de moderado tamaño, se encontró diferencia entre un grupo placebo de control y quienes consumían cannabis, hasta 50 horas después de haber consumido la droga. Otros costos para la comunidad son los accidentes en el trabajo o en casa, un bajo rendimiento educacional, un imposibilitado desempeño laboral y costos para el presupuesto de salud.
Otro argumento dado para relajar nuestra actitud ante la cannabis es que no es adictiva. Claro, definir "adicción" es difícil, pero si uno la considera como la incapacidad para dejar de consumir, entonces hay fuerte evidencia de que la cannabis incita dependencia. Hay muchos reportes acerca de usuarios en EU, el Reino Unido y Nueva Zelanda que ahora buscan tratamiento para la dependencia. Otros reportes muestran que 10% de los usuarios quieren detenerse o reducir la cantidad que consumen, pero tienen dificultades para hacerlo, mientras que otro reporte publicado en 1998 dijo que 10-15% de los usuarios se vuelven dependientes.
Hace poco, se demostró que se experimentan síntomas de abstinencia después de sólo tres días de un uso ligero. Los usuarios intensivos se enfrentan a una peor situación: el Dr. Bryan Wells, un experto en rehabilitación, comentó: "por primera vez estoy empezando a ver algo que se asemeja a los síntomas de abstinencia producidos por las drogas fuertes en los usuarios intensivos de cannabis".
Otro argumento en favor de leyes más relajadas para la cannabis son sus supuestos efectos benéficos contra el dolor. Hasta ahora, la evidencia es anecdotal; es difícil excluír los efectos placebo. Todavía se esperan resultados de las pruebas clínicas. Pero se deben establecer distinciones entre las drogas recreativas y las medicinas, como existen para las sustancias que contienen opio. Si la cannabis es un analgésico debe tener un muy fuerte impacto físico en el cerebro.
Sin duda, existen muchos reportes acerca del impacto de la cannabis en el cerebro, particularmente en áreas relacionadas con la memoria (el hipocampo), las emociones (el sistema mesolímbico) y el movimiento (los ganglios basales). La cannabis afecta diversos sitemas químicos y funciona a través de su propio "receptor", su propio objetivo molecular. El hecho de que aparezca un elemento análogo natural para la cannabis en el cuerpo, como para la morfina, provee una razón básica para diferenciarla del alcohol.
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Más inquietante -y menos aceptado- es el hecho de que estos efectos pueden ser de largo plazo. En un reporte reciente, una muestra de ex-usuarios que consumieron la droga durante 9 años y se abstuvieron entre 3 meses y 6 años fue comparada con usuarios de largo plazo, 10 años, y de corto plazo, 3 años. En todos los casos la frecuencia de uso era de entre 10 y 19 días por mes. En todos los casos, todos los usuarios, sin importar si lo habían dejado o no, tenían problemas de atención en comparación con los controles.
Aunque quienes dejaron de consumir cannabis mostraron una mejoría parcial en comparación con los que continuaron usándola, estuvieron por debajo de los niveles de los controles, y este impedimento se relacionó con el periodo de uso. Lo más inquietante fue el hecho de que no hubo ninguna mejoría en el desempeño después de incrementarse el periodo de abstinencia.
No es para sorprenderse, entonces, que puesto tales efectos parecen ser irreversibles, haya un efecto en la patología del cerebro. Puesto que mucha de esta información proviene de trabajos realizados en sistemas aislados, y por tanto en todos los cerebros, una crítica obvia es que uno no puede extrapolar de dicha información. Sin embargo, la evidencia sugiere que los efectos de largo plazo deben tener una base física.
Un contra-argumento para esa forma de pensar es retar a cualquier persona que piense que hay una dósis "segura" de cannabis, sin efectos en el cerebro, a definir cuál podría ser esa dósis. Incluso una dósis comparable a un "churro", y cantidades análogas a eso del ingrediente activo THC en el plasma, pueden matar 50% de las neuronas en el hipocampo (un área relacionada con la memoria) en un plazo de 6 días.
La gente, además, no está al tanto de que el THC de la cannabis permanece en el cuerpo por más de 5 días. Para alguien que usa la cannabis de forma rutinaria, la dósis en el cuerpo es más alta de lo que imagina. También es fácil subestimar la dósis que se consume, puesto que hay una gran variedad en la potencia de la cannabis. Las variaciones individuales en cuanto a la cantidad de grasa corporal y, cosa inquietante, la disposición a la psicósis, significan que uno no puede predecir qué tanto afectará a cada persona en un momento dado.
La cannabis bien podría tener un efecto mental serio, el cual defino como la personalización de los circuitos cerebrales que reflejan la experiencia de un individuo. Una sustancia parecida a un transmisor, con efectos así de poderosos, debe afectar esos circuitos. Así que "echar la mente a volar" quizá sea exactamente lo que los usuarios de la mariguana están haciendo.