PARÍS – En el mundo de la inversión, los indicadores ambientales, sociales y de gobernanza corporativa (ASG, o ESG por la sigla en inglés) hoy están en boca de todos. Pero aunque ya hay billones de dólares en inversiones catalogadas como «ASG», su impacto en la forma de beneficios reales para el mundo todavía es escaso.
Esto se aplica sobre todo al frente ambiental (aunque el impacto social tampoco ha sido muy evidente). Se multiplican las coaliciones de inversores contra el cambio climático, que prometen dirigir una cantidad enorme de capital hacia empresas e industrias «verdes». En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) del año pasado, las instituciones financieras privadas prometieron movilizar 130 billones de dólares (una cifra que supera el PIB global) para la energía limpia. Y sin embargo, las perspectivas climáticas siguen empeorando. El informe que publicó el mes pasado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático presenta «la más dura advertencia hasta el momento» sobre lo que le espera a la humanidad en un planeta cada vez más caliente.
Bienvenidos al mundo de la ecoimpostura: aunque los dueños de las empresas se comprometieron a recortar las emisiones de dióxido de carbono, no dieron instrucciones reales en tal sentido a los gerentes. Pero en vez de culpar a inversores y empresas, quienes promueven los estándares ASG deberían analizar por qué hay una divergencia tan grande y persistente entre los compromisos públicos y las acciones. Básicamente, los activistas climáticos no obtuvieron la respuesta deseada de inversores y empresas porque no entendieron cómo funcionan los negocios.
Nos guste o no, la mayoría de los inversores comparte, aunque no lo digan, la opinión de Milton Friedman según la cual «la responsabilidad social de las empresas es aumentar sus ganancias». Los gestores financieros se enteran de sus clientes cuando los rendimientos son bajos, no cuando son altos. Aunque la mayoría de los inversores esté dispuesta a hacer el bien además de hacer dinero, también es partidaria de que la mano derecha no sepa lo que está haciendo la mano izquierda: poder sumarse a los reclamos de «salvar el mundo» y al mismo tiempo seguir maximizando las ganancias con eficiencia implacable.
Los promotores de los criterios ASG deberían reconocer la realidad de los inversores, en vez de querer combatirla o cambiarla. Deben exponer las ventajas financieras de esos criterios, ya que los inversores exigen explicaciones a las empresas cuando estas no hacen suficiente dinero. Si el impacto positivo de una empresa según los indicadores ASG traerá consigo un aumento de ganancias, los inversores harán lo que sea con tal de maximizarlo.
Para que el argumento financiero sea convincente, tiene que ser concienzudo y realista. En un análisis que hizo Arabesque de una serie de estudios sobre el desempeño operativo de las empresas, en un 88% de los casos se halló que las prácticas ASG mejoran dicho desempeño. Pero aunque las acciones basadas en los indicadores ASG pueden crear valor para los accionistas, no siempre suponen más ganancias. Por ejemplo, subir los salarios un 10% beneficia a los empleados y ayuda a atraer y retener talento, pero triplicarlos puede poner en riesgo la viabilidad financiera de la empresa.
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De modo que los inversores deben identificar los factores ASG «sustanciales», esto es, los que tienen efecto directo sobre los resultados de la empresa. Los que no tienen incidencia financiera pueden seguir siendo importantes para el impacto positivo general de la empresa, pero (como señala George Serafeim, de la Escuela de Negocios de Harvard) «gastar recursos en cuestiones [ASG] insustanciales es una forma de filantropía».
Identificar los factores ASG sustanciales no siempre es fácil. El hogar de retiro francés Orpea tenía unas calificaciones ASG excelentes, pero a principios de este año la cotización de sus acciones cayó un 60%, cuando se revelaron acusaciones de maltrato a pacientes ancianos.
Los inversores también deben establecer prioridades entre los diversos componentes ASG. Las calificaciones ASG se calculan como una media ponderada de cientos de indicadores. Incluso si todos ellos fueran sustanciales, no sería viable para ninguna empresa plantearse cientos de objetivos nuevos. En vez de eso, los inversores deben centrarse en aquellas iniciativas ASG con más incidencia sobre el valor para los accionistas. Plataformas colaborativas como ESG for Investors ofrecen herramientas gratuitas para hacerlo con más de dos mil empresas.
Es mucho más probable obtener la respuesta deseada de inversores y empresas apelando a los incentivos financieros que a llamamientos a salvar el planeta. Poniendo el énfasis en acciones ASG que generen el máximo valor para los accionistas, podemos crear un círculo virtuoso entre el rendimiento financiero y el impacto positivo real. Una investigación de ESG for Investors señala que adoptar las mejores prácticas en sólo dos cuestiones ASG clave (las emisiones y el manejo de residuos) puede subir la cotización de la empresa un 22% en promedio.
Si todas las empresas redujeran sus emisiones de CO2 tanto como las más avanzadas, las emisiones globales se reducirían un 65%, y las acciones de esas empresas subirían un 8% en promedio. Además, adoptar las mejores prácticas en manejo de residuos reduciría su acumulación mundial un 72% y obsequiaría a los accionistas una ganancia del 5% en promedio.
Ahora que tenemos estos datos y herramientas, los proponentes de los criterios ASG deberían dejar de protestar y empezar a ver los ASG como lo que realmente son: una enorme oportunidad de negocios. Los inversores que quieran hacer más dinero, deben adoptar los criterios ASG a conciencia, con énfasis en la mejora de cuestiones sustanciales. Y los activistas ASG deben exhortar a los inversores a tomarse su trabajo (tradicional) en serio e identificar aquellos lugares en los que maximizar el impacto positivo también maximiza las ganancias.
Cuando la adopción de estos principios básicos esté generalizada, podremos empezar a sumar complejidad. Tendremos que hablar más sobre la medición y auditoría del impacto positivo de las empresas, la elaboración de normas y estándares y la inclusión de factores sustanciales no financieros en el cálculo. Con la aplicación decidida de un enfoque financiero es posible liberar el potencial de viejos conceptos y generar un futuro mejor para todos.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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PARÍS – En el mundo de la inversión, los indicadores ambientales, sociales y de gobernanza corporativa (ASG, o ESG por la sigla en inglés) hoy están en boca de todos. Pero aunque ya hay billones de dólares en inversiones catalogadas como «ASG», su impacto en la forma de beneficios reales para el mundo todavía es escaso.
Esto se aplica sobre todo al frente ambiental (aunque el impacto social tampoco ha sido muy evidente). Se multiplican las coaliciones de inversores contra el cambio climático, que prometen dirigir una cantidad enorme de capital hacia empresas e industrias «verdes». En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) del año pasado, las instituciones financieras privadas prometieron movilizar 130 billones de dólares (una cifra que supera el PIB global) para la energía limpia. Y sin embargo, las perspectivas climáticas siguen empeorando. El informe que publicó el mes pasado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático presenta «la más dura advertencia hasta el momento» sobre lo que le espera a la humanidad en un planeta cada vez más caliente.
Bienvenidos al mundo de la ecoimpostura: aunque los dueños de las empresas se comprometieron a recortar las emisiones de dióxido de carbono, no dieron instrucciones reales en tal sentido a los gerentes. Pero en vez de culpar a inversores y empresas, quienes promueven los estándares ASG deberían analizar por qué hay una divergencia tan grande y persistente entre los compromisos públicos y las acciones. Básicamente, los activistas climáticos no obtuvieron la respuesta deseada de inversores y empresas porque no entendieron cómo funcionan los negocios.
Nos guste o no, la mayoría de los inversores comparte, aunque no lo digan, la opinión de Milton Friedman según la cual «la responsabilidad social de las empresas es aumentar sus ganancias». Los gestores financieros se enteran de sus clientes cuando los rendimientos son bajos, no cuando son altos. Aunque la mayoría de los inversores esté dispuesta a hacer el bien además de hacer dinero, también es partidaria de que la mano derecha no sepa lo que está haciendo la mano izquierda: poder sumarse a los reclamos de «salvar el mundo» y al mismo tiempo seguir maximizando las ganancias con eficiencia implacable.
Los promotores de los criterios ASG deberían reconocer la realidad de los inversores, en vez de querer combatirla o cambiarla. Deben exponer las ventajas financieras de esos criterios, ya que los inversores exigen explicaciones a las empresas cuando estas no hacen suficiente dinero. Si el impacto positivo de una empresa según los indicadores ASG traerá consigo un aumento de ganancias, los inversores harán lo que sea con tal de maximizarlo.
Para que el argumento financiero sea convincente, tiene que ser concienzudo y realista. En un análisis que hizo Arabesque de una serie de estudios sobre el desempeño operativo de las empresas, en un 88% de los casos se halló que las prácticas ASG mejoran dicho desempeño. Pero aunque las acciones basadas en los indicadores ASG pueden crear valor para los accionistas, no siempre suponen más ganancias. Por ejemplo, subir los salarios un 10% beneficia a los empleados y ayuda a atraer y retener talento, pero triplicarlos puede poner en riesgo la viabilidad financiera de la empresa.
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Identificar los factores ASG sustanciales no siempre es fácil. El hogar de retiro francés Orpea tenía unas calificaciones ASG excelentes, pero a principios de este año la cotización de sus acciones cayó un 60%, cuando se revelaron acusaciones de maltrato a pacientes ancianos.
Los inversores también deben establecer prioridades entre los diversos componentes ASG. Las calificaciones ASG se calculan como una media ponderada de cientos de indicadores. Incluso si todos ellos fueran sustanciales, no sería viable para ninguna empresa plantearse cientos de objetivos nuevos. En vez de eso, los inversores deben centrarse en aquellas iniciativas ASG con más incidencia sobre el valor para los accionistas. Plataformas colaborativas como ESG for Investors ofrecen herramientas gratuitas para hacerlo con más de dos mil empresas.
Es mucho más probable obtener la respuesta deseada de inversores y empresas apelando a los incentivos financieros que a llamamientos a salvar el planeta. Poniendo el énfasis en acciones ASG que generen el máximo valor para los accionistas, podemos crear un círculo virtuoso entre el rendimiento financiero y el impacto positivo real. Una investigación de ESG for Investors señala que adoptar las mejores prácticas en sólo dos cuestiones ASG clave (las emisiones y el manejo de residuos) puede subir la cotización de la empresa un 22% en promedio.
Si todas las empresas redujeran sus emisiones de CO2 tanto como las más avanzadas, las emisiones globales se reducirían un 65%, y las acciones de esas empresas subirían un 8% en promedio. Además, adoptar las mejores prácticas en manejo de residuos reduciría su acumulación mundial un 72% y obsequiaría a los accionistas una ganancia del 5% en promedio.
Ahora que tenemos estos datos y herramientas, los proponentes de los criterios ASG deberían dejar de protestar y empezar a ver los ASG como lo que realmente son: una enorme oportunidad de negocios. Los inversores que quieran hacer más dinero, deben adoptar los criterios ASG a conciencia, con énfasis en la mejora de cuestiones sustanciales. Y los activistas ASG deben exhortar a los inversores a tomarse su trabajo (tradicional) en serio e identificar aquellos lugares en los que maximizar el impacto positivo también maximiza las ganancias.
Cuando la adopción de estos principios básicos esté generalizada, podremos empezar a sumar complejidad. Tendremos que hablar más sobre la medición y auditoría del impacto positivo de las empresas, la elaboración de normas y estándares y la inclusión de factores sustanciales no financieros en el cálculo. Con la aplicación decidida de un enfoque financiero es posible liberar el potencial de viejos conceptos y generar un futuro mejor para todos.
Traducción: Esteban Flamini