MILÁN: Ahora, Silvio Berlusconi y su nuevo gobierno asumen el ejecutivo silenciosamente, pero para algunas personas sigue pareciendo una revolución. ¿Pero en verdad se verá Italia distinta cuando Berlusconi deje el poder? La respuesta fácil es encojerse de hombros y decir: "no mucho". Hacer gala de tan complaciente cinismo, resulta frívolo. Desde el fin de la guerra Italia ha tenido 58 gobiernos, todos de coalición o de minoría, y todos con poca influencia en los eventos locales o internacionales. La breve estancia del Sr. Berlusconi en el gobierno, en 1994, no fue una excepción, obstaculizado como estaba por un socio de coalición sin ley (la Liga del Norte), por sus propios problemas judiciales y por la falta de legitimidad que muchos italianos le colgaron al cuello porque creían que el "conflicto de intereses" entre su vasta riqueza y su poder político comprometía a sus decisiones y a su autoridad. En esta ocasión las cosas son profundamente distintas. El Sr. Berlusconi fue elegido, gracias a su plataforma basada en la reducción de impuestos, por una gran grupo de electores que no había tenido voz política durante años. Es muy posible que su gobierno dure todo un periodo parlamentario. Para entender la relevancia de estos puntos es necesario considerar dos diferencias esenciales: entre Italia ahora y en 1994, y entre Italia y el resto de los países europeos. Las diferencias entre la Italia de 2001 y la de 1994 son evidentes. A diferencia de 1994, la mayoría lograda por el Premier Berlusconi tiene un cómodo márgen en ambas cámaras parlamentarias. El apoyo de la Liga del Norte no es esencial para la sobreviviencia de su gobierno; el resto de los socios de su coalición son leales y confiables. Además, Italia es ahora un miembro del euro. Se ha completado su consolidación fiscal. El presupuesto del gobierno sigue siendo un elemento de control para la aplicación de políticas. Italia ya no está al borde del desastre financiero; ya no hace falta examinar las finanzas del gobierno. Los italianos han acogido con beneplácito la disciplina y la estabilidad impuestas por el Tratado de Maastricht. No es tan fácil de vislumbrar lo mucho que Italia difiere de Europa continental. Muchos italianos desconfían de los gobiernos de gran magnitud, algo que no sucede con los franceses o los alemanes. La opinión pública italiana parece estar más a favor de los valores de mercado, la competencia internacional y la libre empresa que el resto de Europa. La instintiva desconfianza que los italianos tienen para con el gobierno se origina en la historia, pero también tiene razones económicas. Debido a que la evasión de impuestos está más generalizada en Italia que en cualquier otra parte, la carga fiscal se concentra en un pequeño grupo de contribuyentes que enfrenta tasas muy altas. Al mismo tiempo, en comparación con otros países europeos, la calidad de los servicios públicos es con frecuencia decepcionante; asimismo, el bienestar tiende a redistribuirse en favor de poderosos grupos políticos en lugar de hacerlo de forma universal y "justa". En una encuesta de opinión llevada a cabo entre ciudadanos de Francia, Alemania, España e Italia acerca del sistema de seguridad social (
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