¿Bárbaros o genios en la puerta?

MUNICH – Europa actualmente está experimentando una gigantesca ola de inmigración entre su parte oriental y su parte occidental. Este movimiento se asemeja a las Grandes Migraciones (Völkerwanderung) que caracterizaron a Europa entre los siglos IV y VI.

En el transcurso del primer año a partir del acceso de Rumania a la UE el 1 de enero de 2007, por ejemplo, aproximadamente un millón de rumanos migraron a Italia y España. Más de 800.000 europeos del este han devenido trabajadores en el Reino Unido en los últimos cuatro años, la mayoría provenientes de Polonia. De hecho, en los dos últimos años solamente, emigraron un millón y medio de polacos y, en total, tal vez más de dos millones hayan hecho lo mismo desde la incorporación de Polonia a la UE en 2004. En menor escala, también es digna de mención la migración de ucranianos a la República Checa, de búlgaros a Turquía y de ciudadanos británicos a España.

Como Alemania todavía restringe la inmigración de trabajadores dependientes provenientes de los países del este de la UE, la mayoría de sus inmigrantes llegan como trabajadores autónomos o como personas económicamente inactivas. En Munich, la cantidad de baldosadores autónomos aumentó en 2004 y 2005, los dos primeros años después de la primera ola de ampliación hacia el este, de 119 a 970. Pero, a pesar de las restricciones, para 2005 Alemania había absorbido el 37% de todos los inmigrantes de Europa del este que llegaron antes y después de la ampliación de la UE hacia el este, mientras que Italia había absorbido el 22%, Grecia el 11%, Suiza el 8% y el Reino Unido apenas el 3%. En el mismo año, el 13% de la población que vivía en Alemania había nacido en el extranjero, más que en Gran Bretaña (10%), Francia (7%), España (5%) o Italia (3%).

Las olas inmigratorias de los dos últimos años a Gran Bretaña, España e Italia habrán cambiado significativamente estas cifras, pero la información necesaria para actualizar las estadísticas aún no está disponible. Hoy en día, las personas se desplazan más rápido del tiempo que se demoran las oficinas estadísticas en contarlas.

Antes de la ampliación de la UE hacia el este, muchos estudios predecían las posibles olas inmigratorias. Los pronósticos sobre la proporción de europeos del este que, según se esperaba, se desplazarían hacia el oeste en un lapso de 15 años oscilaba entre el 2,5% y el 6%. Dado que alrededor del 5% de la población polaca ya ha emigrado en un período de apenas cuatro años, a pesar de las restricciones inmigratorias impuestas por los países de destino, estas estimaciones fueron demasiado cautelosas.

Antes de la ampliación, era políticamente incorrecto discutir las posibles olas de inmigración a Occidente, ya que los políticos de la UE lo veían como un obstáculo para el proceso de ampliación. Ahora que la ampliación ya tuvo lugar, es más fácil discutir la migración de manera objetiva.

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Esta inmigración no tiene que ver con las invasioni barbariche, como se refieren los italianos a las Völkerwanderung, aunque los órdenes de magnitud son comparables. Como los inmigrantes se desplazan entre mercados con derechos de propiedad bien definidos, la inmigración, en principio, es beneficial tanto para los inmigrantes como para el país de destino. El inmigrante recibe un salario más alto que en su tierra natal y el país de destino se beneficia con una mano de obra barata, lo que crea más valor de lo que cuesta.

Sin embargo, en la práctica, la inmigración suele no ser tan beneficial como podría serlo, porque el país de destino tiene una estructura de salarios rígida que impide la creación de los empleos adicionales necesarios para emplear a los inmigrantes. Si, por ejemplo, un país de destino ofrece garantías de salario mínimo e ingresos de reposición para los desocupados domésticos, los inmigrantes terminan forzando a los residentes domésticos a caer en el cuidado del estado benefactor. Este no es un problema de la inmigración como tal, sino de instituciones sociales y laborales domésticas mal diseñadas.

Para no correr riesgos, los países anfitriones muchas veces intentan limitar la inmigración a los trabajadores calificados, porque se unen a segmentos del mercado laboral en los que una suficiente flexibilidad salarial descendiente les ofrece a los inmigrantes empleos adicionales. Pero los países hasta el momento han tenido éxitos variados a la hora de atraer a inmigrantes calificados. Los países más exitosos en este sentido han sido los países anglosajones (Canadá, Irlanda, Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, en ese orden), así como Dinamarca y Noruega.

Más de una tercera parte de los inmigrantes a estos países tienen educación terciaria –en el caso de Canadá e Irlanda, el 45%-. En los países menos exitosos –Italia, Austria, Alemania, Francia, Portugal y Holanda–, la proporción de inmigrantes con una educación terciaria está por debajo del 25%. En Italia, la proporción es de apenas el 11% -la más baja en las estadísticas disponibles.

La fuga de cerebros a los países anglosajones, a Estados Unidos en particular, es sorprendente. Las clases de graduación de las principales universidades norteamericanas están abarrotadas de estudiantes extranjeros, mientras que el 27% de los médicos que ejercen hoy en Estados Unidos provienen del extranjero. El crecimiento y el dinamismo de posguerra de Estados Unidos fueron producto, principalmente, de los inmigrantes calificados. Antes y después de la Segunda Guerra Mundial, mucha gente capacitada venía de Europa, de Alemania en particular; en las últimas décadas, dominan los inmigrantes asiáticos –India, Pakistán y las Filipinas ocupan los puestos más altos.

La fuga de cerebros de hoy no se produce solamente de los países emergentes y en desarrollo a los países más ricos, sino también de países europeos a Estados Unidos. En la mayoría de las disciplinas de investigación, las “superestrellas” nacidas en Europa trabajan y enseñan en Estados Unidos y no en Europa y, según un estudio de Gilles Saint-Paul, las superestrellas europeas son las que generan crecimiento y prosperidad para un país.

Por supuesto, la gente con una educación terciaria decente también es importante para la economía del país, y aquí la pérdida en algunos países europeos es sustancial. Mientras que sólo el 3% de los españoles y el 4% de los franceses con educación terciaria viven en el exterior, en Italia suman el 7% y en Alemania el 9%. Sorprendentemente, Irlanda y el Reino Unido lideran en esta categoría, con el 34% y el 17% respectivamente. Esto tal vez refleje el enorme intercambio en ambas direcciones entre los países anglosajones, o la migración de sustitución en la que gente calificada llega de otras partes mientras que los trabajadores calificados domésticos migran a otros países anglosajones.

El paisaje europeo cambiará tan rápidamente en el curso de este siglo como sucedió en los tiempos del Völkerwanderung. La historia tendrá muchos relatos que contar sobre cuál fue el verdadero significado para el continente. Por el momento, sin embargo, el observador casual todavía no tiene demasiadas pistas.

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