LONDRES – Ya han pasado más de 15 años desde la efervescencia de la crisis financiera global, cuando se produjo la quiebra de Lehman Brothers, Bear Stearns y el Royal Bank of Scotland (entre otros). En aquel momento, los grandes bancos merecían el maremoto de oprobio con el que se enfrentaron y aceptaron, debidamente, enormes incrementos de los requerimientos de capital, prohibiciones de dividendos y otros controles sobre distribuciones y remuneraciones. Hace pocos años, quienes pusieron en peligro su pellejo por decir “ya basta” todavía sienten el silbido de las balas cerca de sus oídos.
LONDRES – Ya han pasado más de 15 años desde la efervescencia de la crisis financiera global, cuando se produjo la quiebra de Lehman Brothers, Bear Stearns y el Royal Bank of Scotland (entre otros). En aquel momento, los grandes bancos merecían el maremoto de oprobio con el que se enfrentaron y aceptaron, debidamente, enormes incrementos de los requerimientos de capital, prohibiciones de dividendos y otros controles sobre distribuciones y remuneraciones. Hace pocos años, quienes pusieron en peligro su pellejo por decir “ya basta” todavía sienten el silbido de las balas cerca de sus oídos.