NUEVA YORK – Si bien el COVID-19 ha resultado duro para todos, no ha sido una enfermedad de “igualdad de oportunidades”. El virus plantea una mayor amenaza para quienes ya tienen mala salud, y que en su mayoría están concentrados en países pobres con sistemas de salud pública débiles. Asimismo, no todos los países pueden gastar un cuarto de su PIB para proteger su economía, como hizo Estados Unidos. Las economías en desarrollo y emergentes han enfrentado restricciones financieras y fiscales difíciles. Y debido al nacionalismo de vacunas (acumulación por parte de los países ricos), han tenido que mendigar cualquier dosis que pudieran conseguir.
NUEVA YORK – Si bien el COVID-19 ha resultado duro para todos, no ha sido una enfermedad de “igualdad de oportunidades”. El virus plantea una mayor amenaza para quienes ya tienen mala salud, y que en su mayoría están concentrados en países pobres con sistemas de salud pública débiles. Asimismo, no todos los países pueden gastar un cuarto de su PIB para proteger su economía, como hizo Estados Unidos. Las economías en desarrollo y emergentes han enfrentado restricciones financieras y fiscales difíciles. Y debido al nacionalismo de vacunas (acumulación por parte de los países ricos), han tenido que mendigar cualquier dosis que pudieran conseguir.