PRINCETON – Remontémonos a finales de junio y principios de julio: la extrema derecha era la favorita en las elecciones parlamentarias anticipadas; los jueces trumpistas en Estados Unidos estaban, convenientemente, abocados a solucionar las tribulaciones del expresidente, que parecía deslizarse cómodamente hacia la victoria tras el desastroso desempeño del presidente Joe Biden en el debate entre ambos; y mientras asumían los laboristas en Gran Bretaña, un nuevo partido antiinmigración, liderado por el impulsor de la brexit, Nigel Farage, había logrado avances sin precedentes. Frente a todo eso, los expertos advertían que una oleada de furia populista «antioficialista» se abatía sobre las democracias de todo el mundo.
PRINCETON – Remontémonos a finales de junio y principios de julio: la extrema derecha era la favorita en las elecciones parlamentarias anticipadas; los jueces trumpistas en Estados Unidos estaban, convenientemente, abocados a solucionar las tribulaciones del expresidente, que parecía deslizarse cómodamente hacia la victoria tras el desastroso desempeño del presidente Joe Biden en el debate entre ambos; y mientras asumían los laboristas en Gran Bretaña, un nuevo partido antiinmigración, liderado por el impulsor de la brexit, Nigel Farage, había logrado avances sin precedentes. Frente a todo eso, los expertos advertían que una oleada de furia populista «antioficialista» se abatía sobre las democracias de todo el mundo.