BERLÍN – Desde que la crisis financiera mundial estalló en septiembre de 2008, la Unión Europea ha sido presa de la confusión. Por una parte, el euro protegió a la eurozona –y en particular la economía exportadora de Alemania– de los ataques especulativos y del caos provocado por la inestabilidad de las divisas. Por otra parte, la segunda fase de la crisis expuso despiadadamente el talón de Aquiles del euro: la falta de unificación económica o financiera dentro de la zona del euro. El resultado inevitable ha sido el aumento de las tensiones dentro de la UE.
BERLÍN – Desde que la crisis financiera mundial estalló en septiembre de 2008, la Unión Europea ha sido presa de la confusión. Por una parte, el euro protegió a la eurozona –y en particular la economía exportadora de Alemania– de los ataques especulativos y del caos provocado por la inestabilidad de las divisas. Por otra parte, la segunda fase de la crisis expuso despiadadamente el talón de Aquiles del euro: la falta de unificación económica o financiera dentro de la zona del euro. El resultado inevitable ha sido el aumento de las tensiones dentro de la UE.