LONDRES – La Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial que se celebra este mes en París llega en un momento crítico para el desarrollo de la inteligencia artificial. No se trata de si Europa puede competir o no con China y Estados Unidos en una carrera armamentística de IA, sino de si los europeos pueden ser pioneros en un enfoque diferente que sitúe el valor público en el centro del desarrollo tecnológico y la gobernanza. La tarea consiste en alejarse del feudalismo digital, el término que acuñé allá por 2019 para describir el modelo de extracción de rentas de las plataformas digitales dominantes.
La IA no es un sector más. Es una tecnología de propósito general que dará forma a todos los sectores de la economía. Eso significa que podría crear un enorme valor o causar graves daños. Aunque muchos analistas hablan de la IA como si fuera una tecnología neutral, esto subestima su poder económico fundamental. Incluso si su construcción fuera gratuita, necesitaría ser alimentada y desplegada, lo que requiere acceso a las plataformas de computación en la nube de los guardianes -como Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud.
Esta dependencia hace que dirigir el desarrollo de la tecnología hacia el bien común sea más urgente que nunca. La verdadera cuestión no es si hay que regular o no la IA, sino cómo configurar los mercados para la innovación en IA. En lugar de regular o gravar el sector a posteriori, debemos crear un ecosistema de innovación descentralizado que sirva al bien público.
La historia de la innovación tecnológica muestra lo que está en juego. Como sostengo en mi libro El estado emprendedor, muchas de las tecnologías que utilizamos a diario surgieron como resultado de una inversión pública colectiva. ¿Qué sería de Google sin la Internet financiada por DARPA? ¿Qué sería de Uber sin el GPS financiado por la Marina estadounidense? ¿Qué sería de Apple sin la tecnología de pantalla táctil financiada por la CIA y sin Siri financiada por DARPA?
Las empresas que se han beneficiado de estas inversiones públicas -aunque a menudo eludiendo sus contribuciones fiscales- utilizan ahora sus rentas excesivas para drenar el talento de las mismas instituciones públicas que hicieron posible su éxito. El mejor exponente de este parasitismo es el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE) de Elon Musk, que aboga por recortar los programas de financiación estatal que le permitieron a Tesla beneficiarse de 4.900 millones de dólares en subvenciones públicas.
La falta de capacidad del estado dificultará cada vez más la regulación de las nuevas tecnologías en aras del interés público. El estado ya se ha quedado sin conocimientos técnicos, debido a los salarios más altos del sector privado y a décadas de subcontratación de consultores privados (lo que con Rosie Collington llamamos La Gran Estafa). ¿Qué ocurrirá cuando la mayor parte de los conocimientos técnicos se concentren en sólo cinco empresas privadas? En lugar de esperar a averiguarlo, debemos intervenir ahora para regular la IA de forma dinámica y adaptable, mientras la pila tecnológica de la IA y los diversos mecanismos de monetización siguen evolucionando.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
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En un proyecto de investigación reciente en el Instituto de Innovación y Propósito Público de la UCL, junto con mis colegas echamos otro vistazo al feudalismo digital y a la necesidad de diferenciar entre la creación de valor y la extracción de valor en la IA -lo que llamamos “rentas algorítmicas”-. Mostramos que plataformas como Facebook y Google han evolucionado de manera que se centran en las “rentas de atención”. A medida que se manipula la experiencia de los usuarios para maximizar los beneficios, sus feeds se atiborran de anuncios y contenidos adictivos “recomendados” en un proceso que el periodista canadiense Cory Doctorow describió coloridamente como “mierdificación”. El scroll infinito, las notificaciones incesantes y los algoritmos diseñados para maximizar el “compromiso” mostrando contenidos nocivos y actividades al borde de la ilegalidad se han convertido en la norma.
Los sistemas de IA podrían seguir el mismo camino extractivo y potenciar este comportamiento de búsqueda de rentas exigiendo, por ejemplo, un pago por el acceso a información esencial, privacidad de datos, seguridad en línea, ausencia de publicidad o listados básicos de nuestra pequeña empresa en búsquedas globales de información. Dado que las plataformas ocultan actualmente sus algoritmos y mecanismos de asignación de atención (las fuentes de sus “rentas algorítmicas de atención”), la clave para regular el sector, al igual que para abordar el cambio climático, es obligar a los guardianes digitales a revelar cómo se utilizan sus algoritmos. Esta información debería integrarse en las normas de información de todas las plataformas digitales.
Del mismo modo, los desarrolladores de IA como OpenAI y Anthropic ocultan, entre otras cosas, las fuentes de sus datos de entrenamiento, los límites que han puesto a sus modelos, cómo aplican sus condiciones de servicio, los daños derivados de sus productos (como el uso adictivo y el acceso de menores) y hasta qué punto sus plataformas se utilizan para monetizar los globos oculares en todo el mundo a través de la publicidad dirigida. Asimismo, el impacto ambiental de la IA, ya grande y en aumento, añade otro nivel de urgencia al desafío. Las emisiones de las principales empresas de IA se han disparado, lo que ha llevado a la Agencia Internacional de la Energía a advertir que “el consumo mundial de electricidad de los centros de datos, la IA y el sector de las criptomonedas podría duplicarse para 2026”.
Afortunadamente, los últimos acontecimientos sugieren que son posibles vías alternativas. DeepSeek, la empresa china de IA que provocó una breve caída en picada de muchos valores tecnológicos estadounidenses a finales de enero, parece haber demostrado que se puede conseguir un rendimiento comparable con una potencia informática y un consumo de energía significativamente menores. ¿Podrían enfoques más eficientes para el desarrollo de la IA ayudar a romper el dominio que las grandes empresas de computación en la nube han establecido a través de su control de vastos recursos informáticos?
Aunque es demasiado pronto para saber si el avance de DeepSeek conducirá a una reestructuración del mercado, nos recuerda que la innovación a nivel de software sigue siendo factible y necesaria para abordar el impacto ambiental de la IA.
Como hemos afirmado junto con Gabriela Ramos, de la UNESCO, la IA puede mejorar nuestras vidas de muchas maneras, desde una mejor producción de alimentos hasta una mayor resiliencia frente a las catástrofes naturales. Los líderes europeos, desde Mario Draghi hasta Ursula von der Leyen y Christine Lagarde, consideran que la IA es crucial para reactivar la productividad europea. Pero a menos que se aborde la naturaleza del feudalismo digital, el comportamiento extractivo que sustenta el desarrollo de modelos de IA y la actual falta de capacidad reguladora del sector público, cualquier intento de desencadenar un crecimiento más sólido y sostenible chocará contra las rocas de nuevas desigualdades, y más profundas. Un posible camino a seguir es “EuroStack”, una iniciativa independiente de infraestructura digital que incluye computación en la nube, chips avanzados, IA y datos, todo ello gobernado como bienes públicos y no a través de empresas monopólicas.
No se trata de elegir entre innovación y regulación, ni de gestionar el desarrollo tecnológico de arriba hacia abajo. Se trata de crear incentivos y condiciones para conducir a los mercados hacia la obtención de los resultados que deseamos como sociedad. Debemos reivindicar la IA para que aporte valor público, en lugar de convertirse en otra máquina de extracción de rentas. La cumbre de París ofrece la oportunidad de mostrar esta visión alternativa.
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With German voters clearly demanding comprehensive change, the far right has been capitalizing on the public's discontent and benefiting from broader global political trends. If the country's democratic parties cannot deliver, they may soon find that they are no longer the mainstream.
explains why the outcome may decide whether the political “firewall” against the far right can hold.
The Russian and (now) American vision of "peace" in Ukraine would be no peace at all. The immediate task for Europe is not only to navigate Donald’s Trump unilateral pursuit of a settlement, but also to ensure that any deal does not increase the likelihood of an even wider war.
sees a Korea-style armistice with security guarantees as the only viable option in Ukraine.
Rather than engage in lengthy discussions to pry concessions from Russia, US President Donald Trump seems committed to giving the Kremlin whatever it wants to end the Ukraine war. But rewarding the aggressor and punishing the victim would amount to setting the stage for the next war.
warns that by punishing the victim, the US is setting up Europe for another war.
Within his first month back in the White House, Donald Trump has upended US foreign policy and launched an all-out assault on the country’s constitutional order. With US institutions bowing or buckling as the administration takes executive power to unprecedented extremes, the establishment of an authoritarian regime cannot be ruled out.
The rapid advance of AI might create the illusion that we have created a form of algorithmic intelligence capable of understanding us as deeply as we understand one another. But these systems will always lack the essential qualities of human intelligence.
explains why even cutting-edge innovations are not immune to the world’s inherent unpredictability.
LONDRES – La Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial que se celebra este mes en París llega en un momento crítico para el desarrollo de la inteligencia artificial. No se trata de si Europa puede competir o no con China y Estados Unidos en una carrera armamentística de IA, sino de si los europeos pueden ser pioneros en un enfoque diferente que sitúe el valor público en el centro del desarrollo tecnológico y la gobernanza. La tarea consiste en alejarse del feudalismo digital, el término que acuñé allá por 2019 para describir el modelo de extracción de rentas de las plataformas digitales dominantes.
La IA no es un sector más. Es una tecnología de propósito general que dará forma a todos los sectores de la economía. Eso significa que podría crear un enorme valor o causar graves daños. Aunque muchos analistas hablan de la IA como si fuera una tecnología neutral, esto subestima su poder económico fundamental. Incluso si su construcción fuera gratuita, necesitaría ser alimentada y desplegada, lo que requiere acceso a las plataformas de computación en la nube de los guardianes -como Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud.
Esta dependencia hace que dirigir el desarrollo de la tecnología hacia el bien común sea más urgente que nunca. La verdadera cuestión no es si hay que regular o no la IA, sino cómo configurar los mercados para la innovación en IA. En lugar de regular o gravar el sector a posteriori, debemos crear un ecosistema de innovación descentralizado que sirva al bien público.
La historia de la innovación tecnológica muestra lo que está en juego. Como sostengo en mi libro El estado emprendedor, muchas de las tecnologías que utilizamos a diario surgieron como resultado de una inversión pública colectiva. ¿Qué sería de Google sin la Internet financiada por DARPA? ¿Qué sería de Uber sin el GPS financiado por la Marina estadounidense? ¿Qué sería de Apple sin la tecnología de pantalla táctil financiada por la CIA y sin Siri financiada por DARPA?
Las empresas que se han beneficiado de estas inversiones públicas -aunque a menudo eludiendo sus contribuciones fiscales- utilizan ahora sus rentas excesivas para drenar el talento de las mismas instituciones públicas que hicieron posible su éxito. El mejor exponente de este parasitismo es el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE) de Elon Musk, que aboga por recortar los programas de financiación estatal que le permitieron a Tesla beneficiarse de 4.900 millones de dólares en subvenciones públicas.
La falta de capacidad del estado dificultará cada vez más la regulación de las nuevas tecnologías en aras del interés público. El estado ya se ha quedado sin conocimientos técnicos, debido a los salarios más altos del sector privado y a décadas de subcontratación de consultores privados (lo que con Rosie Collington llamamos La Gran Estafa). ¿Qué ocurrirá cuando la mayor parte de los conocimientos técnicos se concentren en sólo cinco empresas privadas? En lugar de esperar a averiguarlo, debemos intervenir ahora para regular la IA de forma dinámica y adaptable, mientras la pila tecnológica de la IA y los diversos mecanismos de monetización siguen evolucionando.
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Los sistemas de IA podrían seguir el mismo camino extractivo y potenciar este comportamiento de búsqueda de rentas exigiendo, por ejemplo, un pago por el acceso a información esencial, privacidad de datos, seguridad en línea, ausencia de publicidad o listados básicos de nuestra pequeña empresa en búsquedas globales de información. Dado que las plataformas ocultan actualmente sus algoritmos y mecanismos de asignación de atención (las fuentes de sus “rentas algorítmicas de atención”), la clave para regular el sector, al igual que para abordar el cambio climático, es obligar a los guardianes digitales a revelar cómo se utilizan sus algoritmos. Esta información debería integrarse en las normas de información de todas las plataformas digitales.
Del mismo modo, los desarrolladores de IA como OpenAI y Anthropic ocultan, entre otras cosas, las fuentes de sus datos de entrenamiento, los límites que han puesto a sus modelos, cómo aplican sus condiciones de servicio, los daños derivados de sus productos (como el uso adictivo y el acceso de menores) y hasta qué punto sus plataformas se utilizan para monetizar los globos oculares en todo el mundo a través de la publicidad dirigida. Asimismo, el impacto ambiental de la IA, ya grande y en aumento, añade otro nivel de urgencia al desafío. Las emisiones de las principales empresas de IA se han disparado, lo que ha llevado a la Agencia Internacional de la Energía a advertir que “el consumo mundial de electricidad de los centros de datos, la IA y el sector de las criptomonedas podría duplicarse para 2026”.
Afortunadamente, los últimos acontecimientos sugieren que son posibles vías alternativas. DeepSeek, la empresa china de IA que provocó una breve caída en picada de muchos valores tecnológicos estadounidenses a finales de enero, parece haber demostrado que se puede conseguir un rendimiento comparable con una potencia informática y un consumo de energía significativamente menores. ¿Podrían enfoques más eficientes para el desarrollo de la IA ayudar a romper el dominio que las grandes empresas de computación en la nube han establecido a través de su control de vastos recursos informáticos?
Aunque es demasiado pronto para saber si el avance de DeepSeek conducirá a una reestructuración del mercado, nos recuerda que la innovación a nivel de software sigue siendo factible y necesaria para abordar el impacto ambiental de la IA.
Como hemos afirmado junto con Gabriela Ramos, de la UNESCO, la IA puede mejorar nuestras vidas de muchas maneras, desde una mejor producción de alimentos hasta una mayor resiliencia frente a las catástrofes naturales. Los líderes europeos, desde Mario Draghi hasta Ursula von der Leyen y Christine Lagarde, consideran que la IA es crucial para reactivar la productividad europea. Pero a menos que se aborde la naturaleza del feudalismo digital, el comportamiento extractivo que sustenta el desarrollo de modelos de IA y la actual falta de capacidad reguladora del sector público, cualquier intento de desencadenar un crecimiento más sólido y sostenible chocará contra las rocas de nuevas desigualdades, y más profundas. Un posible camino a seguir es “EuroStack”, una iniciativa independiente de infraestructura digital que incluye computación en la nube, chips avanzados, IA y datos, todo ello gobernado como bienes públicos y no a través de empresas monopólicas.
No se trata de elegir entre innovación y regulación, ni de gestionar el desarrollo tecnológico de arriba hacia abajo. Se trata de crear incentivos y condiciones para conducir a los mercados hacia la obtención de los resultados que deseamos como sociedad. Debemos reivindicar la IA para que aporte valor público, en lugar de convertirse en otra máquina de extracción de rentas. La cumbre de París ofrece la oportunidad de mostrar esta visión alternativa.