PARÍS – El veloz desarrollo de la inteligencia artificial constituye una revolución social, económica y cultural, que trae consigo profundas transformaciones y una mezcla de esperanzas y temores. Hay grandes expectativas de lograr avances en investigación médica, nuevas soluciones para el clima, mejoras en la calidad de vida y laboral, y una gobernanza democrática más eficaz. Pero como cualquier gran revolución tecnológica, la IA también genera temor a la pérdida de control, a la concentración de poder y a las consecuencias laborales y medioambientales.
PARÍS – El veloz desarrollo de la inteligencia artificial constituye una revolución social, económica y cultural, que trae consigo profundas transformaciones y una mezcla de esperanzas y temores. Hay grandes expectativas de lograr avances en investigación médica, nuevas soluciones para el clima, mejoras en la calidad de vida y laboral, y una gobernanza democrática más eficaz. Pero como cualquier gran revolución tecnológica, la IA también genera temor a la pérdida de control, a la concentración de poder y a las consecuencias laborales y medioambientales.