LONDRES/JOHANNESBURGO – En la última Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), realizada en Nairobi, los países africanos se opusieron con firmeza a potenciales nuevas tecnologías que, de desarrollarse, puedan hacer que un clima ya perturbado caiga directamente en el caos.
Los líderes del continente, con el apoyo de otros países en desarrollo, ayudaron a retirar una propuesta de resolución que llamaba a investigar más en profundidad los beneficios y riesgos de la modificación de la radiación solar (SRM, por sus siglas en inglés). Conocida también como geoingeniería solar, se trata de la polémica idea de que la modificación deliberada de la atmósfera para que esta refleje hacia el espacio a algunos de los rayos del sol puede ayudar a moderar el calentamiento del planeta. En vez de eso, respaldaron el Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar y enfatizaron la necesidad de soluciones climáticas justas y eficaces.
La geoingeniería abarca una gama de tecnologías especulativas, de las cuales la SRM es apenas una, que apuntan a enfrentar los efectos, no las causas, del cambio climático. Se han propuesto varias técnicas de geoingeniería solar, pero la que más se ha ponderado es la inyección de aerosol en la estratósfera mediante flotas de aeroplanos de alto vuelo que rocíen de manera continua grandes cantidades de dióxido de azufre en la estratósfera para imitar los efectos de enfriamiento temporales de las erupciones volcánicas.
En realidad, es probable que tales medidas desestabilicen un clima ya gravemente perturbado. Piénsese que las erupciones volcánicas históricamente han generado condiciones meteorológicas extremas y hambrunas. Más aún, los modelos climáticos por largo tiempo han indicado que la inyección de aerosol en la estratósfera podría alterar los monzones indios y dar origen a sequías más frecuentes y persistentes en la volátil región del Sahel. Según el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la geoingeniería solar podría “interferir gravemente con el disfrute de los derechos humanos por parte de millones y, tal vez, de miles de millones de personas”.
Algunos de quienes respaldan la SRM argumentan que si rociar aerosoles de sulfatos en la estratósfera no logra el resultado deseado, siempre es posible detenerlo. Pero eso podría acabar siendo peligroso: el efecto enmascarador de las partículas inyectadas desaparecería, causando un rápido aumento de las temperaturas. Este llamado shock de término sería un escenario de pesadilla.
Los africanos ven cómo su continente se utiliza como campo de pruebas para estas riesgosas tecnologías. África es el continente más vulnerable al cambio climático y las multinacionales serían las que más se beneficiarían de la geoingeniería. De hecho, los africanos son quienes tienen más que perder si las tecnologías de geoingeniería fracasan.
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Más todavía, los desacuerdos acerca del uso de la SRM exacerbarían conflictos geopolíticos y hasta ocasionarían guerras. Y, puesto que las tecnologías de geoingeniería en gran medida son promovidas por los intereses con base en EE.UU. e instituciones financiadas por “tecnomultimillonarios”, los países africanos tienen sus razones para temer que tengan poco o nada que decir en las decisiones sobre su despliegue.
Además de las inquietudes acerca de la seguridad y la equidad, la geoingeniería plantea serias cuestiones éticas. La SRM y otras tecnologías relacionadas apelan a quienes rechazan la necesidad de un cambio societal rápido y transformativo para limitar el calentamiento global. Incluso jugar con esta fantasía podría convertirse en una distracción peligrosa, en especial a medida que vaya ganando tracción como una táctica distractora de la industria de los combustibles fósiles.
Estas son las razones por las que los países africanos -junto con México, Colombia, Fiyi y Vanuatu- se opusieron enérgicamente a la resolución sobre geoingeniería propuesta por Suiza en la UNEA, argumentando que la investigación ya ha demostrado los riesgos catastróficos. Recomendaron a la UNEA reafirmar un enfoque preventivo hacia estas tecnologías especulativas y que reconociera el llamado de la Conferencia Ministerial Africana para el Medio Ambiente a un acuerdo de no uso de esta tecnología, decisión pionera tomada en agosto de 2023. Pero Estados Unidos, Arabia Saudí y Japón se opusieron a ello. Dada esta falta de consenso, Suiza se vio obligada a retirar su resolución.
Las negociaciones pusieron de relieve la importancia del llamado del Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar, iniciativa que ha sido apoyada por más de 500 académicos y respaldada por casi 2000 grupos de la sociedad civil. El acuerdo concluye que, puesto que la geoingeniería solar plantea riesgos inaceptables y es inherentemente imposible de gobernar, los países deben rechazar su experimentación en exteriores, sus patentes, su financiación pública o su despliegue.
La comunidad internacional debería adoptar una prohibición estricta de la bioingeniería solar, tal como lo ha hecho para la clonación humana y las armas químicas, y hacerlo antes de que la tecnología se comercialice. De hecho, los gobiernos aceptaron una moratoria de facto bajo la Convención sobre Diversidad Biológica, hace más de una década. El Acuerdo de No Uso reforzaría aún más esta prohibición.
Pero todo esto no basta para resistir distracciones peligrosas como la SRM. Para responder a la crisis climática es necesario un enfoque de alta precisión sobre las soluciones reales y la cooperación Sur-Sur. Dos de nosotros, como parte del Grupo de Expertos Internacionales sobre Desarrollo y Transición Justos, esbozamos hace poco cómo los países africanos pueden impulsar una agenda climática y de desarrollo eficaz, y cómo iniciativas como la Iniciativa de los países menos adelantados sobre energías renovables y eficiencia energética podrían servir de apoyo. De manera similar, está ganando impulso la propuesta de un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, un plan vinculante para abandonar el petróleo, el gas y el carbón de manera rápida y equitativa. Anticipamos y damos la bienvenida a una oleada de países que se unirán a Colombia, Fiyi y Vanuatu en promover al mismo tiempo el Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar y el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.
Susana Muhamad, ministra de medio ambiente de Colombia, lo expresó sucinta pero potentemente en su discurso final al plenario de la UNEA: “La polución no es la solución para la polución”. Los líderes africanos han advertido al resto del planeta que no podemos seguir usando anteojeras y resbalar hacia los catastróficos efectos de la geoingeniería. Es hora de que la comunidad internacional los escuche.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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LONDRES/JOHANNESBURGO – En la última Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), realizada en Nairobi, los países africanos se opusieron con firmeza a potenciales nuevas tecnologías que, de desarrollarse, puedan hacer que un clima ya perturbado caiga directamente en el caos.
Los líderes del continente, con el apoyo de otros países en desarrollo, ayudaron a retirar una propuesta de resolución que llamaba a investigar más en profundidad los beneficios y riesgos de la modificación de la radiación solar (SRM, por sus siglas en inglés). Conocida también como geoingeniería solar, se trata de la polémica idea de que la modificación deliberada de la atmósfera para que esta refleje hacia el espacio a algunos de los rayos del sol puede ayudar a moderar el calentamiento del planeta. En vez de eso, respaldaron el Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar y enfatizaron la necesidad de soluciones climáticas justas y eficaces.
La geoingeniería abarca una gama de tecnologías especulativas, de las cuales la SRM es apenas una, que apuntan a enfrentar los efectos, no las causas, del cambio climático. Se han propuesto varias técnicas de geoingeniería solar, pero la que más se ha ponderado es la inyección de aerosol en la estratósfera mediante flotas de aeroplanos de alto vuelo que rocíen de manera continua grandes cantidades de dióxido de azufre en la estratósfera para imitar los efectos de enfriamiento temporales de las erupciones volcánicas.
En realidad, es probable que tales medidas desestabilicen un clima ya gravemente perturbado. Piénsese que las erupciones volcánicas históricamente han generado condiciones meteorológicas extremas y hambrunas. Más aún, los modelos climáticos por largo tiempo han indicado que la inyección de aerosol en la estratósfera podría alterar los monzones indios y dar origen a sequías más frecuentes y persistentes en la volátil región del Sahel. Según el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la geoingeniería solar podría “interferir gravemente con el disfrute de los derechos humanos por parte de millones y, tal vez, de miles de millones de personas”.
Algunos de quienes respaldan la SRM argumentan que si rociar aerosoles de sulfatos en la estratósfera no logra el resultado deseado, siempre es posible detenerlo. Pero eso podría acabar siendo peligroso: el efecto enmascarador de las partículas inyectadas desaparecería, causando un rápido aumento de las temperaturas. Este llamado shock de término sería un escenario de pesadilla.
Los africanos ven cómo su continente se utiliza como campo de pruebas para estas riesgosas tecnologías. África es el continente más vulnerable al cambio climático y las multinacionales serían las que más se beneficiarían de la geoingeniería. De hecho, los africanos son quienes tienen más que perder si las tecnologías de geoingeniería fracasan.
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Más todavía, los desacuerdos acerca del uso de la SRM exacerbarían conflictos geopolíticos y hasta ocasionarían guerras. Y, puesto que las tecnologías de geoingeniería en gran medida son promovidas por los intereses con base en EE.UU. e instituciones financiadas por “tecnomultimillonarios”, los países africanos tienen sus razones para temer que tengan poco o nada que decir en las decisiones sobre su despliegue.
Además de las inquietudes acerca de la seguridad y la equidad, la geoingeniería plantea serias cuestiones éticas. La SRM y otras tecnologías relacionadas apelan a quienes rechazan la necesidad de un cambio societal rápido y transformativo para limitar el calentamiento global. Incluso jugar con esta fantasía podría convertirse en una distracción peligrosa, en especial a medida que vaya ganando tracción como una táctica distractora de la industria de los combustibles fósiles.
Estas son las razones por las que los países africanos -junto con México, Colombia, Fiyi y Vanuatu- se opusieron enérgicamente a la resolución sobre geoingeniería propuesta por Suiza en la UNEA, argumentando que la investigación ya ha demostrado los riesgos catastróficos. Recomendaron a la UNEA reafirmar un enfoque preventivo hacia estas tecnologías especulativas y que reconociera el llamado de la Conferencia Ministerial Africana para el Medio Ambiente a un acuerdo de no uso de esta tecnología, decisión pionera tomada en agosto de 2023. Pero Estados Unidos, Arabia Saudí y Japón se opusieron a ello. Dada esta falta de consenso, Suiza se vio obligada a retirar su resolución.
Las negociaciones pusieron de relieve la importancia del llamado del Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar, iniciativa que ha sido apoyada por más de 500 académicos y respaldada por casi 2000 grupos de la sociedad civil. El acuerdo concluye que, puesto que la geoingeniería solar plantea riesgos inaceptables y es inherentemente imposible de gobernar, los países deben rechazar su experimentación en exteriores, sus patentes, su financiación pública o su despliegue.
La comunidad internacional debería adoptar una prohibición estricta de la bioingeniería solar, tal como lo ha hecho para la clonación humana y las armas químicas, y hacerlo antes de que la tecnología se comercialice. De hecho, los gobiernos aceptaron una moratoria de facto bajo la Convención sobre Diversidad Biológica, hace más de una década. El Acuerdo de No Uso reforzaría aún más esta prohibición.
Pero todo esto no basta para resistir distracciones peligrosas como la SRM. Para responder a la crisis climática es necesario un enfoque de alta precisión sobre las soluciones reales y la cooperación Sur-Sur. Dos de nosotros, como parte del Grupo de Expertos Internacionales sobre Desarrollo y Transición Justos, esbozamos hace poco cómo los países africanos pueden impulsar una agenda climática y de desarrollo eficaz, y cómo iniciativas como la Iniciativa de los países menos adelantados sobre energías renovables y eficiencia energética podrían servir de apoyo. De manera similar, está ganando impulso la propuesta de un Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, un plan vinculante para abandonar el petróleo, el gas y el carbón de manera rápida y equitativa. Anticipamos y damos la bienvenida a una oleada de países que se unirán a Colombia, Fiyi y Vanuatu en promover al mismo tiempo el Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar y el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.
Susana Muhamad, ministra de medio ambiente de Colombia, lo expresó sucinta pero potentemente en su discurso final al plenario de la UNEA: “La polución no es la solución para la polución”. Los líderes africanos han advertido al resto del planeta que no podemos seguir usando anteojeras y resbalar hacia los catastróficos efectos de la geoingeniería. Es hora de que la comunidad internacional los escuche.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen