NUEVA YORK - Parece ser que oscuras y amenazantes nubes financieras y económicas avanzan desde todas direcciones: la eurozona, Estados Unidos, China y otras áreas. De hecho, es posible que la economía mundial en 2013 resulte ser un ambiente donde resulte muy difícil encontrar abrigo.
Para empezar, la crisis de la eurozona se está agravando: al tiempo que el euro sigue siendo muy fuerte, una carga frontal de austeridad fiscal profundiza la recesión en muchos países miembros, y la contracción del crédito en la periferia y los altos precios del petróleo socavan las perspectivas de recuperación. El sistema bancario de la eurozona se está balcanizando, a medida que se cortan las líneas de crédito transfronterizas e interbancarias. La fuga de capitales podría convertirse en una corrida bancaria total en la periferia si, como es probable, Grecia acaba por salir desordenadamente del euro en los próximos meses.
Más aún, las tensiones fiscales y de la deuda soberana están empeorando a medida que los diferenciales de las tasas de interés para España e Italia regresan a sus insostenibles niveles máximos. De hecho, puede que la eurozona precise no solo de un rescate bancario internacional (como ocurrió hace poco en España), sino también de un plan de rescate soberano pleno en un momento en que los "muros de protección" internacionales y de la eurozona son insuficientes para la tarea de respaldar a España e Italia. Por ello, sigue siendo posible la ruptura desordenada de la eurozona.
Más al oeste, el desempeño económico de EE.UU. se está debilitando, con un crecimiento el primer trimestre de un mísero 1,9%, muy por debajo del potencial. La creación de empleo desilusionó en abril y mayo, por lo que el país podría alcanzar velocidad de pérdida a finales de año. Peor aún, se está elevando el riesgo de que se produzca una recesión de doble caída el próximo año: incluso si lo que parece un abismo fiscal en ciernes resulta ser sólo un lastre menor, el probable aumento de algunos impuestos y la reducción de algunos pagos de transferencia reducirán el crecimiento de la renta disponible y el consumo.
Más aún, es probable que persista el estancamiento político sobre el ajuste fiscal, con independencia de si es Barack Obama o Mitt Romney quien gana las elecciones presidenciales de noviembre. Por lo tanto, si se producen nuevas luchas sobre el techo de la deuda, se presentan riesgos de un cierre del gobierno y ocurren rebajas adicionales en la calificación, podría deprimirse más todavía la confianza de los consumidores y las empresas, reduciendo el gasto y acelerando la búsqueda de seguridad, lo que agravaría la caída en los mercados bursátiles.
En el este, el insostenible modelo de crecimiento de China podría verse en aprietos en 2013, a medida que continúe el descalabro de las inversiones y las reformas destinadas a impulsar el consumo prueben ser demasiado poco y demasiado tarde. Un nuevo cuadro de dirigentes chinos debe acelerar las reformas estructurales para reducir el ahorro nacional y aumentar la participación del consumo en el PIB, pero las divisiones en su interior acerca del ritmo de las reformas, junto con la probabilidad de una transición política llena de baches, sugieren que éstas se producirán a un ritmo que simplemente no es lo suficientemente rápido.
La desaceleración económica en EE.UU., la eurozona y China ya supone un lastre enorme para el crecimiento en otros mercados emergentes, debido a su vínculos comerciales y financieros con EE.UU. y la Unión Europea (es decir, no se ha producido un "desacoplamiento"). Al mismo tiempo, la falta de reformas estructurales en los mercados emergentes, junto con sus pasos hacia un mayor nivel de capitalismo de estado, está obstaculizando el crecimiento y reducirá su capacidad de recuperación.
Finalmente, en Oriente Medio las tensiones largo tiempo latentes entre Israel y EE.UU., por un lado, e Irán por el otro sobre el tema de la proliferación nuclear podrían llegar a un punto de ebullición en 2013. Es probable que fracasen las negociaciones actuales e incluso que sanciones más estrictas no eviten que Irán intente fabricar armas nucleares de todos modos. Si EE.UU. e Israel no quieren aceptar contenerlo mediante la disuasión, se podría producir una confrontación militar en 2013 que daría lugar a una masiva alza del precio del petróleo, contribuyendo a una recesión mundial.
Estos riesgos ya están agravando la desaceleración de la economía: los mercados de acciones están cayendo por todas partes, dando lugar a efectos negativos sobre el consumo y el gasto de capital. Los costos de financiamiento están aumentando para los bonos soberanos de países con alta deuda, el racionamiento del crédito está socavando las empresas pequeñas y medianas, y la caída de los precios de las materias primas está reduciendo los ingresos de los países exportadores. La creciente aversión al riesgo lleva a los agentes económicos a adoptar una actitud de espera que, en parte, hace que la desaceleración se convierta en una profecía auto-cumplida.
En comparación con 2008-2009, cuando las autoridades gozaban de un amplio margen de maniobra, las autoridades monetarias y fiscales se están quedando sin munición de políticas (o, para expresarlo con más cinismo, sin conejos que sacar del sombrero). La política monetaria se encuentra limitada por la proximidad a la tasa de interés cero y las reiteradas rondas de flexibilización cuantitativa. De hecho, las economías y los mercados ya no se enfrentan a problemas de liquidez, sino más bien a crisis de crédito e insolvencia. Mientras tanto, los insostenibles déficits presupuestarios y de deuda pública en la mayoría de las economías avanzadas han limitado gravemente la posibilidad de aplicar más estímulos fiscales.
El uso de los tipos de cambio para impulsar las exportaciones netas es un juego de suma cero en momentos en que el desapalancamiento privado y público está suprimiendo la demanda interna en los países con déficit de cuenta corriente, y los problemas estructurales están teniendo el mismo efecto en los países con superávit. Después de todo, una moneda más débil y una mejor balanza comercial en algunos países implica necesariamente una moneda más fuerte y una balanza comercial más débil en otros.
Mientras tanto, la capacidad de respaldar, garantizar y rescatar a los bancos y otras instituciones financieras se ve limitada por las limitaciones del sistema político y la incapacidad de las naciones soberanas casi insolventes para absorber las pérdidas adicionales de sus sistemas bancarios. Como resultado, el riesgo soberano se está convirtiendo en riesgo bancario. De hecho, los países soberanos se están deshaciendo de una mayor fracción de su deuda pública a través del balance de los bancos, especialmente en la eurozona.
Para evitar un desenlace desordenado en la eurozona, la austeridad fiscal actual debería ser mucho más gradual, un pacto de crecimiento tendría que complementar el nuevo pacto fiscal de la UE, y se debería implementar una unión fiscal con mutualización de la deuda (Eurobonos). Además, se debería dar inicio a un proceso tendiente a una unión bancaria total, empezando por un seguro para los depósitos en toda la eurozona, y considerar medidas hacia una mayor integración política, incluso si Grecia abandona la eurozona.
Por desgracia, Alemania se resiste a todas estas medidas esenciales, ya que está obsesionada con el riesgo de crédito al que se verían expuestos sus contribuyentes con una mayor integración económica, fiscal y bancaria. Como resultado, se está elevando la probabilidad de un desastre en la eurozona.
Y, si bien puede que la nube sobre la eurozona sea la más grande a punto de estallar, no es la única amenaza a la economía mundial. Cierren las escotillas.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
NUEVA YORK - Parece ser que oscuras y amenazantes nubes financieras y económicas avanzan desde todas direcciones: la eurozona, Estados Unidos, China y otras áreas. De hecho, es posible que la economía mundial en 2013 resulte ser un ambiente donde resulte muy difícil encontrar abrigo.
Para empezar, la crisis de la eurozona se está agravando: al tiempo que el euro sigue siendo muy fuerte, una carga frontal de austeridad fiscal profundiza la recesión en muchos países miembros, y la contracción del crédito en la periferia y los altos precios del petróleo socavan las perspectivas de recuperación. El sistema bancario de la eurozona se está balcanizando, a medida que se cortan las líneas de crédito transfronterizas e interbancarias. La fuga de capitales podría convertirse en una corrida bancaria total en la periferia si, como es probable, Grecia acaba por salir desordenadamente del euro en los próximos meses.
Más aún, las tensiones fiscales y de la deuda soberana están empeorando a medida que los diferenciales de las tasas de interés para España e Italia regresan a sus insostenibles niveles máximos. De hecho, puede que la eurozona precise no solo de un rescate bancario internacional (como ocurrió hace poco en España), sino también de un plan de rescate soberano pleno en un momento en que los "muros de protección" internacionales y de la eurozona son insuficientes para la tarea de respaldar a España e Italia. Por ello, sigue siendo posible la ruptura desordenada de la eurozona.
Más al oeste, el desempeño económico de EE.UU. se está debilitando, con un crecimiento el primer trimestre de un mísero 1,9%, muy por debajo del potencial. La creación de empleo desilusionó en abril y mayo, por lo que el país podría alcanzar velocidad de pérdida a finales de año. Peor aún, se está elevando el riesgo de que se produzca una recesión de doble caída el próximo año: incluso si lo que parece un abismo fiscal en ciernes resulta ser sólo un lastre menor, el probable aumento de algunos impuestos y la reducción de algunos pagos de transferencia reducirán el crecimiento de la renta disponible y el consumo.
Más aún, es probable que persista el estancamiento político sobre el ajuste fiscal, con independencia de si es Barack Obama o Mitt Romney quien gana las elecciones presidenciales de noviembre. Por lo tanto, si se producen nuevas luchas sobre el techo de la deuda, se presentan riesgos de un cierre del gobierno y ocurren rebajas adicionales en la calificación, podría deprimirse más todavía la confianza de los consumidores y las empresas, reduciendo el gasto y acelerando la búsqueda de seguridad, lo que agravaría la caída en los mercados bursátiles.
En el este, el insostenible modelo de crecimiento de China podría verse en aprietos en 2013, a medida que continúe el descalabro de las inversiones y las reformas destinadas a impulsar el consumo prueben ser demasiado poco y demasiado tarde. Un nuevo cuadro de dirigentes chinos debe acelerar las reformas estructurales para reducir el ahorro nacional y aumentar la participación del consumo en el PIB, pero las divisiones en su interior acerca del ritmo de las reformas, junto con la probabilidad de una transición política llena de baches, sugieren que éstas se producirán a un ritmo que simplemente no es lo suficientemente rápido.
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La desaceleración económica en EE.UU., la eurozona y China ya supone un lastre enorme para el crecimiento en otros mercados emergentes, debido a su vínculos comerciales y financieros con EE.UU. y la Unión Europea (es decir, no se ha producido un "desacoplamiento"). Al mismo tiempo, la falta de reformas estructurales en los mercados emergentes, junto con sus pasos hacia un mayor nivel de capitalismo de estado, está obstaculizando el crecimiento y reducirá su capacidad de recuperación.
Finalmente, en Oriente Medio las tensiones largo tiempo latentes entre Israel y EE.UU., por un lado, e Irán por el otro sobre el tema de la proliferación nuclear podrían llegar a un punto de ebullición en 2013. Es probable que fracasen las negociaciones actuales e incluso que sanciones más estrictas no eviten que Irán intente fabricar armas nucleares de todos modos. Si EE.UU. e Israel no quieren aceptar contenerlo mediante la disuasión, se podría producir una confrontación militar en 2013 que daría lugar a una masiva alza del precio del petróleo, contribuyendo a una recesión mundial.
Estos riesgos ya están agravando la desaceleración de la economía: los mercados de acciones están cayendo por todas partes, dando lugar a efectos negativos sobre el consumo y el gasto de capital. Los costos de financiamiento están aumentando para los bonos soberanos de países con alta deuda, el racionamiento del crédito está socavando las empresas pequeñas y medianas, y la caída de los precios de las materias primas está reduciendo los ingresos de los países exportadores. La creciente aversión al riesgo lleva a los agentes económicos a adoptar una actitud de espera que, en parte, hace que la desaceleración se convierta en una profecía auto-cumplida.
En comparación con 2008-2009, cuando las autoridades gozaban de un amplio margen de maniobra, las autoridades monetarias y fiscales se están quedando sin munición de políticas (o, para expresarlo con más cinismo, sin conejos que sacar del sombrero). La política monetaria se encuentra limitada por la proximidad a la tasa de interés cero y las reiteradas rondas de flexibilización cuantitativa. De hecho, las economías y los mercados ya no se enfrentan a problemas de liquidez, sino más bien a crisis de crédito e insolvencia. Mientras tanto, los insostenibles déficits presupuestarios y de deuda pública en la mayoría de las economías avanzadas han limitado gravemente la posibilidad de aplicar más estímulos fiscales.
El uso de los tipos de cambio para impulsar las exportaciones netas es un juego de suma cero en momentos en que el desapalancamiento privado y público está suprimiendo la demanda interna en los países con déficit de cuenta corriente, y los problemas estructurales están teniendo el mismo efecto en los países con superávit. Después de todo, una moneda más débil y una mejor balanza comercial en algunos países implica necesariamente una moneda más fuerte y una balanza comercial más débil en otros.
Mientras tanto, la capacidad de respaldar, garantizar y rescatar a los bancos y otras instituciones financieras se ve limitada por las limitaciones del sistema político y la incapacidad de las naciones soberanas casi insolventes para absorber las pérdidas adicionales de sus sistemas bancarios. Como resultado, el riesgo soberano se está convirtiendo en riesgo bancario. De hecho, los países soberanos se están deshaciendo de una mayor fracción de su deuda pública a través del balance de los bancos, especialmente en la eurozona.
Para evitar un desenlace desordenado en la eurozona, la austeridad fiscal actual debería ser mucho más gradual, un pacto de crecimiento tendría que complementar el nuevo pacto fiscal de la UE, y se debería implementar una unión fiscal con mutualización de la deuda (Eurobonos). Además, se debería dar inicio a un proceso tendiente a una unión bancaria total, empezando por un seguro para los depósitos en toda la eurozona, y considerar medidas hacia una mayor integración política, incluso si Grecia abandona la eurozona.
Por desgracia, Alemania se resiste a todas estas medidas esenciales, ya que está obsesionada con el riesgo de crédito al que se verían expuestos sus contribuyentes con una mayor integración económica, fiscal y bancaria. Como resultado, se está elevando la probabilidad de un desastre en la eurozona.
Y, si bien puede que la nube sobre la eurozona sea la más grande a punto de estallar, no es la única amenaza a la economía mundial. Cierren las escotillas.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen